VALÈNCIA. La historia de los libros es, una vez más, una historia esencialmente de hombres. Protagonizada por ellos: como escritores, editores e impresores. Esa generalización, no obstante, no impide que ciertas mujeres tomaran el mayor poder libresco durante algún tiempo, concretamente, en el siglo XVI. Es el caso de Jerònima Galés, viuda de dos hombres impresores muy potentes en su época (Juan Mey y Pedro de Huete) que consiguió convertirse en una de las impresoras más conocidas del siglo XVI.
Pero, ¿cómo pudo aquella mujer aterrizar en un mundo eminentemente masculino? En términos nominales, su caso muestra lo poco que se tenía en cuenta la identidad de las mujeres. Cuando su primer esposo, Juan Mey, falleció en 1556, ella adoptó el nombre de 'Viuda de Juan Mey' para todas las labores de la imprenta. Tres años después se casó con Pedro Huete; sin embargo, siguió empleando el nombre de Mey hasta 1568. A partir de entonces utilizó el nombre de Pedro Huete como impresor hasta 1580, fecha en la que de nuevo apareció como 'Viuda de Pedro Huete'. Así sucedió hasta 1587, el año en el que se cree que falleció Jerònima, pues apenas hay documentos que acrediten su existencia. Fue, como suele suceder, una mujer borrada.
En aquellos años tuvo que conocer los talleres de impresores y familiarizarse con su maquinaria, mobiliario, el olor de la tinta y el papel... El profesor Francisco M. Gimeno Blay de la Universidad de Valencia explica en la presentación del libro La impressora Jerònima Galés i els Mey (València, segle XVI), escrito por Rosa M. Gregori Roig y publicado por la Generalitat Valenciana, que a Jerònima no le costó demasiado hacerse con ese universo:
(...) s’acostumà a conéixer tota la legió de persones que giraven entorn del llibre i, òbviament, del taller de la impremta, i a tractar-hi; començant pels autors, les persones i les institucions que satisfeien les despeses d’edició, a les quals sovint s’havia d’adreçar per tal d’aconseguir les subvencions oficials; devia continuar amb els llibreters i les xarxes de distribució i venda dels llibres, i, finalment, hagué d’interessar-se pel públic, potencial adquirent i futur propietari dels llibres, per conéixer-ne els interessos literaris, professionals, etc.
A Jerònima le apasionaban los libros y los hombres que a ellos se acercaban. Así pues, Juan Mey fue un impresor y librero flamenco, mientras que Pedro Huete era un antiguo trabajador del negocio familiar. Apenas existen biografías de esta mujer. De hecho, unos versos que escribió en la traducción de El libro de las historia de Paulo Jovio que sirven como reivindicación de su condición de mujer e impresora:
Puesto que·l mugeril flaco bullicio no deve entremeterse en arduas cosas, pues luego dizen lenguas maliciosas, que es sacar a las puertas de su quicio.
Si el voto mío vale por mi oficio, y haver sido una entre las más curiosas, que de ver e imprimir las más famosas historias ya tengo uso y exercicio.
Se trata de unos versos puramente reivindicativos donde reclama su valía, su saber y su conocimiento. Para Gregori Roig, la verdadera transgresión de Galés fue vulnerar completamente la norma social y jurídica para colocar su apellido paterno delante del apellido de su marido. El nombre que utilizaba era Hieronyma Gales de Mey. Con él regentó el taller familiar de los Mey que llegó a imprimir más de 250 libros. Algunos de los encargos venían de instituciones tan potentes como la Generalitat, el Arzobispado o el Hospital General de València.
Se puede afirmar que las andanzas profesionales de Galés fueron casi las primeras. Solo hay un nombre anterior: la impresora Francisca López, viuda de Lope de la Roca, que vivió durante el siglo XV. Sin embargo, la presencia y el poder que concitó Jerónima durante tanto tiempo es incomparable. Pero, ¿cuál era la representación profesional de las mujeres en estos siglos cruciales en València? La creatividad femenina estaba del lado textil: los telares, la sastrería y los bordados eran las principales ocupaciones.
Tiene cierto sentido que, a partir de Galés, muchas mujeres se dedicaran a esta profesión. Los negocios tenían una estructura muy familiar y el trabajo femenino se desarrollaba dentro de la familia. De este modo, era más sencillo que la mujer entrara en el ámbito laboral. Además, algunos documentos de la historia muestran, por ejemplo, ciertas tácticas para casarse con los hombres correctos o ciertas sinergias entre talleres. Existía, de alguna manera, una cierta sororidad entre mujeres impresoras. Así lo explica también Gregori Roig en su libro cuando habla de la formación de viudas, hijas, esposas y hermanas en un ámbito tan específico que debió realizarse de modo autodidacta. Algunas de esas mujeres fueron Elionor Eximenix, Francisca López, la viuda de Juan Crisóstomo Garriz o la de José Gasch.
Los hijos de Jerónima también se dedicaron a este oficio: Juan Felipe Mey fue impresor, humanitas y traductor de las obras de Ovidio. También el resto de sus vástagos (Ángela Serafina, Isabet Escolástica, Juan Felipe, Anna Ypólita, Francisca Egipciaca y Pedro Patricio) fuero instruidos en esta profesión. De hecho, Jerónima combinó a la perfección eso que ahora llamamos 'conciliación laboral', es decir, trabajó mientras estaba embarazada y sus hijos eran pequeños. Será Pere Patrici Mey el que conste como heredero universal de Galés, el que administre todos sus bienes. Este es un fragmento del testamento que Gregori Roig recoge en su libro:
He recomanant la mia ànima a nostre senyor Déu, qui aquella ha criada, elegeixch sepoltura al meu cos ésser feta en la Sglésia del Hospital General de la present ciutat, en la sepoltura o vas de la capella dita de nostra Señora del Pópulo. E prench de mos béns per ànima mia e de tots fels defuncts trenta liures moneda reals de València, de les quals vull ne sien donades al dit Hospital cinch lliures per caritat, y les demés vint-i-cinch vull sien destribuhïdes en la mia sepoltura a coneguda y voluntat del dit marmesor meu. Y si fetes y complides totes les dites coses quantitat alguna sobrarà, sia destribuhït en misses y altres obres pies, a volunt[at] del dit meu marmesor; y si per a fer y complir les dites coses quantitat alguna faltarà, vull que de mos béns hi sia fet compliment.
Hoy es posible pasear por una calle que lleva su nombre en València y la Societat Bibliográfica Valenciana lleva, por supuesto, su nombre. Su legado es uno de los más importantes de nuestra ciudad y su nombre debe ser rescatado y reivindicado días tras día.