VALÈNCIA. El confinamiento truncó en Jacobo Pallarés el impulso creador. Cuando todo cambió a mediados de marzo, cuando el codirector del Espacio Inestable se encerró con su pareja y sus hijos, aparcó un texto que tenía pendiente. No sentía el deseo de escribir, pero pronto, tampoco dispuso de tiempo. Como presidente de la Red de Teatros Alternativos se ha sumido en una infinidad de reuniones sectoriales y políticas para exhortar a las diferentes administraciones locales, regionales y estatales a tomar medidas para aplacar los estragos que la crisis sanitaria ha provocado en las artes escénicas. Pero sobre todo, para que la nueva normalidad no se reitere en los males endémicos del sector. A mediados de junio, recogerá los frutos de toda esa siembra en forma de planes y ayudas. Su teatro, en cambio, no retomará la exhibición hasta septiembre. En el lapso, han programado tres lecturas dramatizadas dirigidas por Carla Chillida a partir de textos de Sònia Alejo, Laia Lloret y Jessica Belda, y la publicación de un número doble de la revista Red Escénica, que cumple 20 años. No hay virus ni sinsabor que pueda apagar las velas de este aniversario.
- ¿Qué emoticonos te representan estos días y por qué?
- No soy mucho de emoticonos. No los veo bien y a veces fallo: igual pongo uno que no tiene nada que ver con lo que estoy diciendo y es un poco de risa. Así que opto por no usarlos, pero me representarían aquellos con mascarilla, que no sé si ya los hay.
- ¿Qué te sugiere el término nueva normalidad?
- Aplicado a la cultura no me gusta, porque la normalidad en la que estábamos no era muy buena: precariedad, regulaciones extrañas… La nueva normalidad requiere trabajar de otra manera. Por mucho que 2020 sea el año en el que la Comunitat Valenciana nos ha destinado más recursos, una crisis es un cambio de plano, y necesita nuevas formas de conexión, de colaboración y de relación. Es importante que seamos diferentes y aprendamos de esto para saber que las cosas no iban bien antes y que podemos hacerlo mejor ahora.
- ¿Y las palabras balcón, tos, levadura, hidroalcohólico y murciélago?
- El balcón ha sido un ojo para observar y relacionarnos durante este tiempo. La tos me sugiere peligro. La levadura, necesidad y nuevos cocineros. Hidroalcohólico me hace pensar en frialdad y asepsia, Y murciélago en cabronada.
- ¿Cuántos planes has tachado de tu cuenta de pendientes?
- Conciliar a tope con la familia. No había otra.
- ¿Qué obras de teatro grabado has curioseado?
- Ninguna. No porque tuviera ningún recelo, sino porque no he tenido tiempo ni deseo. Es un posicionamiento político: las artes escénicas han de ser un lugar de intimidad y de proximidad. Han de ser artes vivas.
- ¿Crees que el teatro online continuará después de la desescalada?
- Por qué no. Otra cosa es que tenga público y una razón de ser.
- ¿Qué proyectos ha dejado en suspenso la pandemia?
- Tenía un congreso en Dansa València con todos los socios de la Red de Teatros Alternativos en la que íbamos a relacionarnos, a estar juntos, a compartir. En el caso de Espacio Inestable, en mayo-junio había una programación maravillosa, espectacular, con estrenos valencianos. Y en abril, una trobada de teatre jove con el IVAJ. Era un encuentro con distintos institutos de secundaria en el que durante tres semanas, una en València, otra en Castelló y otra en Alicante, más de 1.000 adolescentes se iban a encontrar para presentar sus trabajos, y les íbamos a impartir unos cursos. Se trata de una convivencia muy necesaria para enrolar al espectador del mañana.
- ¿Qué tal vas de cariño en la fase 2?
- Tengo mucho de mi familia y del sector, al que respeto y me respeta. Me faltan muchos abrazos pero tengo los de mis hijos y mi pareja, a los que he abrazado mucho este tiempo.
- ¿Se ha revelado el nombre inestable como una profecía auto cumplida?
- Siempre. Es una carga que llevamos desde el momento en que decidimos llamarnos así. No sabíamos hasta que punto nos podía motivar para que todo fuera inestable: desde nuestra estructura física y de trabajo hasta nuestro mundo actual. Estuvimos pensando poner in entre paréntesis, para indicar dentro de la estabilidad. Pero no nos hemos atrevido. Es como con los hijos, con el tiempo nos damos cuenta de que los nombres que les damos les pesan. El mío se llama Ulises y está constantemente en pleno viaje. Hay que tener cuidado con los nombres. En otra vida intentaría ponerle a mi teatro uno suave, quizás solo teatro.
- ¿Has tenido fase Mr. Wonderful durante estos meses?
- Sí, porque ha habido distintas fases de duelo. En la primera, el sentimiento era que el mundo no iba a volver a ser nunca tal y como lo habíamos conocido. Luego pensamos que ojalá diéramos un cambio a todo, a la ecología, a lo social, a la política, a lo escénico... Como hemos dispuesto de todo este tiempo, la reflexión ha sido interesante, porque le hemos dado muchas vueltas a las cosas. Esto nos reforzará, pero también cuesta cambiar y, en muchos aspectos, no vamos a hacerlo. Piensa, por ejemplo, en las reivindicaciones sociales. ¿Qué ha sido de Chile despierta o de las primaveras árabes? Ojalá alguno de los movimientos llegara a buen puerto. Parece que el capitalismo es tan sabio, que nos facilita una razón de lucha, una moda, un trending topic para que creamos que disponemos de libertad y que podemos ejercer una resistencia, y luego olvidarnos. Nos tiene tan cogidos de los cojones y de los ovarios que sabe cuáles pueden ser nuestras necesidades y nos las cubre durante un pequeño tiempo. Luego vendrá otra cosa y nos llevará a otro sitio. Ya veremos qué sucede con la resistencia negra, con el black power.
- ¿Qué es lo que más te ilusiona hacer cuando la actividad teatral se reactive?
- Ver una obra de danza. Sentarme y disfrutar de un momento de silencio viendo bailar a cuerpos que se tocan, lo contrario de lo que hemos podido hacer.
- ¿Qué medidas pueden poner en on el circuito off?
- Una relación con el barrio con elementos creativos críticos y diferentes, una manera de hacer distinta, que pasa por acercarse al espectador y poder mirarlo a los ojos. Los elementos cualitativos son los que pueden ponernos en on frente a lo cuantitativo asqueroso por el que estuvieron luchando algunos señores en la primera fase de duelo. Por suerte, el ministro, no en su preestreno, tan malo, sino la segunda vez que apareció, hablo de los valores per sé de la cultura.
- ¿Has leído la carta de Sam Mendes exhortando en el Financial Times a que los servicios de streaming financien el teatro?
- No lo he leído, pero las salas de la Red de Teatros Alternativos hemos reflexionado mucho sobre eso. Todos los miércoles nos hemos reunido en un Zoom para comentar distintas acciones e iniciativas que están tomando algunos teatros y administraciones públicas y privadas. Y hemos coincidido en lamentar que en toda crisis hay siempre alguien que saca beneficio y posición. En este caso, las plataformas se han aprovechado de que el más débil, el creador, necesita visibilidad, para no remunerarlo, para no monetizar su trabajo. Es un mal endémico que reconoció la ministra. La nueva normalidad tiene que apear al teatro de esa precariedad.
- ¿Qué alternativas tienen las salas alternativas?
- Como siempre hemos vivido en crisis, esta también la sortearemos. Vamos a resistir, a estar ahí, quizás más precarios y auto explotados, pero seguiremos haciendo un trabajo honesto, directo y próximo, ya sea con 200 espectadores o con 50, porque hay un valor cualitativo que nos sostiene. Somos una alternativa que ha estado y estará siempre.
- ¿Cómo se puede provocar el rebrote del teatro?
- Con el apoyo de la administración pública para crear una necesidad en el ciudadano. En ocasiones, con elementos artificiosos, como más publicidad en los medios y recursos. Hay que evitar que la gente lo vea como una limosna. Si vienen al teatro porque piensas que si no, vamos a cerrar, eso significa que no van a repetir, que nos ven como unos pedigüeños. El objetivo es que vean el teatro como necesario, que comprendan que después de una función, se sale siendo mejor persona.
- ¿Hay calendario en otoño para tanta programación?
- Ese es el problema. Podemos reprogramar lo que teníamos programado. Y la semana tiene siete días. Sin embargo, ¿tenemos tantos espectadores para venir a ver tanto? Es un error. Pero hay tal deseo del sector de volver a los escenarios, que a las salas les va a ser muy complicado no canalizarlo. Hay espectadores potenciales, pero no se les ha generado una necesidad. Y a ese trabajo pendiente se le suma el miedo. Va a ser difícil que la gente que no ha ido nunca al teatro, supere el estigma de las restricciones de aforo.