En cuanto se vio presidente, Trump cambió su discurso negativo y se puso a hablar del futuro, de unidad y de proyectos para hacer más grande su país. Justo lo que no han hecho, 16 meses después de llegar al poder, los dirigentes valencianos
Decir que el presidente electo de los Estados Unidos puede servir de ejemplo para algo parecerá una provocación después de su trayectoria y de una campaña electoral tan bochornosa como efectiva. Pero sí, Donald Trump dio ejemplo a los pocos minutos de confirmarse su victoria con un discurso ya de hombre de Estado alejado del tono vocinglero que tantos votos le ha dado, sin euforia desmedida, sin exabruptos, sin gritos de ¡que bote Donald! El mal ejemplo esta vez lo dio Hillary Clinton al dejar plantado al pueblo americano –y mundial– que esperaba el reconocimiento de su derrota.
Tras dar las gracias por su esfuerzo a Clinton, a la que había machacado a insultos durante la campaña, y reclamar un reconocimiento a su trayectoria, Trump centró su discurso en buscar la unidad de todos, republicanos, demócratas e independientes, para caminar juntos y construir un gran país. Ni una palabra sobre la herencia de Obama –a quien visitó al día siguiente en la Casa Blanca, de nuevo con el ¿disfraz? de hombre de Estado–, "el peor presidente que ha tenido Estados Unidos", según dijo en verano. "Los hombres y mujeres olvidados en este país no caerán en el olvido de ahora en adelante", fue la única mención que se podría considerar crítica. Ésa y la necesidad de volver a unir a un pueblo dividido, división de la que él es uno de los grandes culpables.
Esbozó algunos de sus proyectos, lanzó un mensaje conciliador a la comunidad internacional –primero Estados Unidos, pero siempre al lado de aquellos países que así lo quieran– y afirmó que iba a trabajar para que cada ciudadano estadounidense tuviera la oportunidad de desarrollar al máximo sus potencialidades. "Ningún sueño es demasiado grande, ningún objetivo es demasiado ambicioso, nada de lo que queremos en el futuro está fuera de nuestro alcance, América nunca más será otra cosa que la mejor", proclamó.
"I love this country!" es la frase –vocalizada en una lenta pronunciación– con la que Trump ha cautivado a millones de norteamericanos. El miércoles la repitió al final de su discurso de 15 minutos, la segunda mitad de ellos para agradecimientos. Trump ama a su país y difícilmente le volveremos a oír hablar mal de él, de sus carencias, de lo mal que van las cosas. Sus seguidores no gritaron en ningún momento "Donald, Donald!" ni "president, president!", sino que deletreaban a coro: "U-S-A, U-S-A".
Aquí el discurso completo en inglés:
(y en este enlace, traducido al español)
¿Quién tiene por estos lares algo que aprender de ese discurso? Pues, por ejemplo, la vicepresidenta del Gobierno valenciano. Mónica Oltra protagonizó esta semana en Madrid una conferencia-desayuno de Nueva Economía Fórum Europa. En el hotel Ritz, con el cantante Ismael Serrano como presentador, Oltra dedicó buena parte de su conferencia a deleitar a los madrileños y aburrir a los valencianos con los consabidos casos de corrupción protagonizados por los gobiernos del PP en las instituciones patrias. Otra vez.
De 35 minutos de discurso, dedicó más de diez a recordar a quienes echaron por tierra la imagen de la Comunitat Valenciana, que no gobiernan desde hace 16 meses. Habló de otras cosas, pero si algún titular consiguió en los medios de comunicación nacionales sería probablemente a cuenta de los escándalos porque en Madrid son muy de alimentar tópicos, y si los catalanes son separatistas, los andaluces graciosos y los gallegos indecisos, a los valencianos nos han puesto la etiqueta de corruptos. Nos lo hemos ganado a pulso, sí, pero si queremos ganarnos también a pulso otra imagen debemos empezar por no seguir en el presente hablando mal de nuestro pasado, sobre todo fuera de casa.
Varios empresarios presentes en la conferencia lo comentaron: esto tiene consecuencias, así no podemos promocionar la Comunitat. En una entrevista que publicamos en el número de noviembre de la revista Plaza, Salvador Navarro, presidente de la CEV, ponía un ejemplo relativo también a Oltra como portavoz del Consell: "Creo que no es positivo actuar por acción-reacción. Por ejemplo, cuando hay un problema con un anciano en una residencia, que se recuerde que con el PP hubo cinco muertes. ¡Claro, fue portada nacional! Será verdad, pero no es positivo. Igual que relacionar en las ruedas de prensa el proyecto de Puerto Mediterráneo con las mordidas. No enviemos más mensajes negativos porque los demás no lo hacen. Están gobernando, no en la oposición".
La víspera de su conferencia en el Ritz, Oltra fue entrevistada en el programa El Cascabel, de 13TV, donde estuvo mucho mejor que en la conferencia, explicando con solvencia los problemas de los valencianos ante un grupo de periodistas incrédulos en asuntos como el de la infrafinanciación. Incrédulos porque la imagen que tienen de la Comunitat es parcial y exageradamente negativa: somos ricos y si no tenemos dinero suficiente es porque lo hemos despilfarrado/robado. La imagen que les seguimos 'vendiendo'.
Donald Trump ha entendido que su misión es despertar ilusión, construir. Será probablemente un mal gobernante, será el zafio de siempre, pero no le echará la culpa a Obama, que se ha convertido en "un hombre muy bueno" al que pedirá consejo. El papel de oposición corresponde ahora a los demócratas.
Aquí tenemos una dura oposición –de Isabel Bonig– frente a una no menos dura oposición de la oposición que ejerce el Consell. Así no hay quien levante el ánimo.
Que no haya que enviar mensajes negativos no significa que haya que olvidar lo que pasó. Los medios de comunicación vamos a seguir publicando, y va para largo, informaciones sobre los procesos judiciales relativos al saqueo, pero a nuestros gobernantes les toca lanzar un mensaje diferente al que tenían cuando estaban en la oposición. Les toca 'vender' lo que se está haciendo bien en la Comunitat sin dejar de reclamar lo que nos corresponde. Es necesario un discurso que, como dice Navarro, no sea de acción-reacción.
Aquí la conferencia de Mónica Oltra y el coloquio posterior: