VALÈNCIA. Se desconoce cómo pueden combatir a las originales nuevas formas de autoritarismo las personas que rechacen que haya quien tenga más derechos que otros. Ahora, cómo combatir al viejo racismo, que también está pegando fuerte en este siglo espectacular en el que nos hallamos, tiene manual de instrucciones.
En lo que concierne al mundo del cómic y de los dibujantes, Fantagraphics lanzó en 2015 la recopilación Cartoons for Victory que reunía el trabajo que hicieron los dibujantes de Estados Unidos para apoyar a su país en el esfuerzo bélico y mantener alta la moral de la población. Un autor que aparece con frecuencia en estas páginas es Bill Mauldin, que dibujó la guerra in situ, desde el frente.
La mayor parte de los chistes recogidos reflejan la adaptación a la nueva situación, de carestía, racionamiento y propaganda, contados con humor. La vida diaria en la retaguardia se vio alterada y también corrió riesgos de volver a ser bombardeada como en Pearl Harbour. En este sentido, también hay mucho dibujo carente de humor, encargado por el Estado, con fines didácticos y educativos sobre qué hacer en el caso de que la población sufriera un ataque aéreo como los que se estaban produciendo en Europa. El mayor esfuerzo se hizo en campañas de publicidad para recaudar bonos de guerra, que reunieron 180 mil millones de dólares, más de la mitad del costo total de la guerra, que fue de alrededor de 300.
Sin embargo, más allá de este alineamiento con el gobierno en la II Guerra Mundial, para el lector actual hay otros aspectos mucho más curiosos y que llamarán la atención. Son, por ejemplo, las tiras de humor que se publicaron en los medios destinados a la población negra sobre la experiencia de guerra de los afroamericanos. Ellos, además de sufrir al enemigo, también tenían que aguantar el racismo general y el rechazo de la población civil a la que, paradójicamente, estaban liberando poniendo su vida en juego.
La recopilación explica que en aquella época Estados Unidos era un país profundamente segregado. Los negros tenían que ir a hoteles, restaurantes y baños separados, ni siquiera podían beber de la misma fuente. Los linchamientos eran frecuentes. En el ejército, hasta 1940, solo se aceptaban afroamericanos para servir en las cocinas. Cuando fueron llamados a filas, tuvieron que hacer la instrucción en cuarteles y barracones separados. Se les encargaron las tareas más ingratas que, en muchas ocasiones, nada tenían que ver con la defensa. Melvin "Mel" Tapley el 6 de marzo de 1943 en el New York Amsterdam retrató así la situación.
Inicialmente, no hubo ni pilotos negros ni operarios de radio. Al principio del conflicto, tampoco pudieron conseguir trabajos en la industria armamentística. Cuando esto finalmente se produjo tras duras manifestaciones, hubo graves disturbios mortales en Detroit como protesta de los blancos. Un chiste los calificó como la más importante victoria de Hitler desde Vichy.
Eran políticas derivadas de las leyes de Jim Crow. Cuenta Cartoons for victory que cuando fueron a la guerra estos soldados estaban entre dos frentes: Los nazis y Jim Crow. Hasta mayo del 43 no empezó a cambiar la actitud hacia ellos. Un medio, el The Pittsburgh Courier, inició una campaña llamada Double V, relativa a la doble victoria, contra los nazis en Europa y contra el racismo en casa. Mientras que otros diarios como el New York Times eludieron informar sobre la discriminación que sufrieron los afroamericanos en la guerra. Así lo reflejó Luther Francis Yacey JR en el Baltimore Afroamerican el 20 de febrero de 1943.
Uno de los aspectos más sangrantes, nunca mejor dicho, fue que la Cruz Roja rechazó las donaciones de sangre de los afroamericanos. Tuvo que haber presiones gubernamentales para que la aceptasen en 1942, pero, además del grupo sanguíneo, la etiquetaron como "sangre de negro" y no permitieron transfusiones interraciales, incluso después de que la American Medical Associaton proclamase que la sangre de todas las etnias es la misma. "Mel" Tapley el 6 de octubre de 1943 se preguntó con una viñeta en el New York Amsterdam si no querrían también leche solo de vacas blancas.
Hubo muchos casos aún más graves que reflejaron estos humoristas en clave de denuncia. Cuando la actriz Lena Horne, mulata, fue a cantar para subir la moral de las tropas en la base de Arkansas, se encontró con que entre el público no había afroamericanos. Les habían vetado la asistencia, pero a los prisioneros alemanes no, estaban ahí junto a los soldados estadounidenses blancos. La cantante se negó a actuar. También se llevaron a cabo experimentos con miles de soldados afroamericanos, como ensayos clínicos con medicamentos.
En sentido contrario, hubo casos de dibujantes, como Charles Alston, que entraron a trabajar en la Office of War Information del estado para dibujar historietas destinadas al público afroamericano. Sin embargo, su comunidad se quejó de que no reflejó en ellas el racismo que sufrían los soldados negros y buena parte de los diarios afroamericanos se negaron a publicarlas.
El resultado final, como una premonición, quedó retratado en un chiste de Jay Paul Jackson en el Chicago Defender, donde auguraba que la victoria en la II Guerra Mundial sería enturbiada por los conflictos raciales. Pocos años después, estallaron por todo el país.