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SILLÓN OREJERO

Heteros de masculinidad beta buscan coachs homos en 'El hombre nuevo'

El cómic se publicó a finales de los 80, parecía una ocurrencia disparatada, pero a día de hoy es una obra de total actualidad. Un grupo de hombres quieren deconstruir su masculinidad y hacen terapias de grupo en las que, por ejemplo, se fustigan por haberse fijado en las tetas de una dependienta, como si fuese un grupo de alcohólicos anónimos. La historia se enredaba, con el sello particular de Ralph König, cuando llamaban a un homosexual para que les ayudase a mejorar

14/01/2019 - 

VALÈNCIA. Es curioso cómo una obra cuya primera parte se publicó a finales de los 80 no solo no ha envejecido bien, sino que se ha ido actualizando. Se trata de El hombre nuevo, cuyo título traducido antiguamente era El hombre deseado, reeditado por La Cúpula en un díptico junto a Pretty Baby, la segunda parte de esta comedia sexual del inigualable Ralph König.

En su día, que una serie de heteros se reunieran con la intención de deconstruir su masculinidad sonaba a ocurrencia extravagante muy propia de un tebeo. Al menos en España uno lo veía así. En los encuentros que imaginó König, estos caballeros analizaban sus impulsos al ver a una dependienta. Uno decía que automáticamente había pensado en sus tetas. Lo reconocía en voz alta defraudado consigo mismo: "Sí, he pensado, jo qué tetas". El resto trataba de apoyarle. Otro estaba hundido porque su mujer le había pillado masturbándose en el baño. No podía soportar la culpabilidad.

Tanto querían llegar a lo que hoy en día se conoce como masculinidad beta -u hombres feministas que follan mejor, tal y como reza el dicho entre "sectores gamberros del feminismo", según Pablo Iglesias- que un día invitan a un homosexual para que les sirva de ayuda. Es ahí donde empieza este enredo, que perfectamente podría haber estado escrito en 2019.

Si el álbum lo cogiera alguien que no sabe que es una reedición, solo le llamaría la atención el detalle de que los personajes se vayan al cine o que tengan revistas porno. Por lo demás, los debates que aparecen en estas viñetas están hoy muy candentes. Eso sí, el autor se reía de ellos.

Konig es un narrador de historias brillante, pero también un gran creador de personajes. En esta historia hay gags, no obstante, la verdadera carga humorística está en la personalidad de los dos protagonistas. Por un lado, Axel, un hetero mentiroso y superficial, al mismo tiempo guapo y atractivo, que está en la crisis de la treintena y, entre gais, pues se deja hacer. Tampoco parece que le disguste o le creen demasiado rechazo las relaciones con otros hombres, sintiéndose él en todo momento, por supuesto, heterosexual, hasta el punto de enfadarse si alguien lo cuestiona, tal y como responden todos los tópicos y estereotipos de su condición.

Al otro lado estaría Norbert, que es un homosexual también con sus años, falto de forma física, intelectual, y muy enamoradizo. Cae rendido ante los encantos naturales de Axel y no puede impedir concederle todos sus caprichos. Sin embargo, Axel tiene una relación de pareja con una mujer a la que se aferra para no deprimirse y Norbert en el fondo solo quiere tener relaciones con Axel. Choque de civilizaciones.

La parte más corrosiva es quizá la dedicada a la heterosexualidad y sus parejas estables y con hijos. König se burlaba de su artificiosidad y muchas veces lo que es simple y llanamente mentira y miedo a la soledad. El ojo clínico del autor a la hora de encontrar los defectos del hombre hetero, haragán en casa cuando no inútil para lo doméstico, es espectacular y su crítica no ha cambiado un ápice. No es de extrañar que a veces el autor sufriera absurdas acusaciones de ser anti-heterosexual, signifique eso lo que signifique.

La burla del mundo homo era también una exhibición. Cómo estos personajes estaban a punto de vomitar si ven una vagina, o cómo despreciaban y detectaban a los heteros que podrían encontrarse entre ellos como impostores, averiguando detalles como si saben silbar con dos dedos, algo que, aseguraban, jamás podría hacer un gay por razones misteriosas.

No hay ningún moralismo, carga de profundidad política, activismo o intentos de concienciación de nadie en este cómic. König en aquella época se apoyaba en el mundo gay, el ambiente al que pertenecía, para contar historias en las que lo importante era reírse de todo el mundo. Y así consiguió que dos tercios de sus lectores sean mujeres.

Hay frescura ochentera en cada viñeta, aunque ya aparecía como personaje el sida. Ese mismo año ya le había dedicado a la enfermedad su El condón asesino y luego participó en múltiples campañas con sus dibujos.

Una actitud que ha cambiado con los años. Como él mismo ha explicado, en aquella época lo gay era un tabú, pero con el tiempo la situación de los homosexuales se ha ido normalizando y ya ocurrir lo contrario, al menos en España, que es visto como mayor tabú y rechazo la homofobia que la homosexualidad. (Lo que no quiere decir que no exista una amenaza de involución) Por eso, centrar sus obras en la homosexualidad perdió sentido para él y fue abriendo su campo argumental, aunque las relaciones entre hombres nunca dejasen de estar presentes.

König creció en Westfalia, en un lugar muy católico, como la educación que recibió, aunque nunca creyó en Dios, ni siquiera de niño. Fue dibujante desde pequeño, entró en la Academia de Arte de Düsseldorf, donde no se apreció su talento para la viñeta. No le dejaron dibujar sus historietas, pero fue incapaz de dejar de hacerlo, le daba a los lápices por las noches. Fruto de ello es una prolífica y excepcional carrera.

Cuando irrumpió en España en El Víbora de Hernán Migoya en seguida cautivó al nuevo lector de cómic underground. Ramón de España dijo que König recogía a los lectores de Lauzier y sus ridículos, en este caso, heterosexuales. Su gran baluarte era la visión crítica. Sin rechazar a la lucha ni los objetivos de la misma, siempre fue capaz de reírse de excesos y militancias, lo que le hacía más atractivo por su inteligencia que por las adhesiones inquebrantables. Su última obra, publicada el año pasado, Pitopausia, aborda la vejez de dos de sus grandes personajes, Konrad y Paul. Lo que para él es el verdadero drama de esta vida, que se va acabando.

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