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SILLÓN OREJERO

'Gutiérrez' y 'La Ametralladora', del humor absurdo al humor fascista

Los semanarios satíricos de los años 20 que introdujeron humor gráfico pertenecían a las vanguardias del siglo XX con planteamientos estéticamente revolucionarios. Con la llegada de la II República y la polarización política, los dibujantes rompieron entre sí y las revistas pasaron a un humor burgués conservador. En la guerra, toda esta capacidad artística de dibujantes como Tono o Mihura, un humor absurdo excepcional, fue puesta al servicio de la causa fascista sin ambages. Sin embargo, ahí estos autores no se libraron de ser víctimas de la censura

28/10/2019 - 

La I Guerra Mundial supuso la llegada a España de numerosos franceses y la entrada de sus costumbres. Por ejemplo, como ha contado Juan Carlos Usó en sus impagables estudios sobre la historia de la prohibición de las drogas, las prostitutas francesas introdujeron el uso de la cocaína en su negocio en España. Con una diferencia, ellas les daban la cocaína a los clientes para desplumarlos, mientras que las españolas se la metían también y acababan mal. En esta oleada poco estudiada de vecinos del norte, también se nos coló, cuentan las crónicas, un rasgo francés distintivo: el humor negro.

En ese contexto comenzaron a forjarse generaciones de cómicos y humoristas gráficos. La revista Gutiérrrez, editada por Ricardo García López (K-Hito) desde 1927, fue una gran cantera, aunque sus ventas, rondando los 20.000 ejemplares, nunca fueron espectaculares. De su plantilla formaron parte firmas como Xaudaró, Tovar, Penagos, Ribas, Bartolozzi, Baldrich, Karikato, Roberto, Barbero, López Rubio y Tono. La cabecera se publicitaba con el lema: "¡Contra la neurastenia! ¡Contra la hipocondría!, el humor sano y de buen gusto".

Eran los años de la dictadura de Primo de Rivera, una época con una censura férrea. El investigador de la historieta española Antonio Martín ha explicado que eso llevó a las revistas de humor a explorar chistes que daban la espalda a la realidad social del momento por la cuenta que les traía. Era un "humor de cariz intrascendente, rayano en el absurdo". Sin embargo, en este primer periodo, esos chistes cristalizaron en pura vanguardia, humor absurdo, y se han considerado como parte del humor más brillante del siglo XX en España. 

Su nombre, Gutiérrez, se debía a la figura de un funcionario destinado en la Dirección General de Cuentas Atrasadas y Jefe del Negociado de Tercera Clase de Incobrables. Eran los últimos días de la dictadura, pero fue censurada y suspendida durante un mes por unos versos relativos al jefe del estado, que aparecieron publicados en un concurso que habían celebrado entre los lectores.

Con la llegada del nuevo régimen en 1931, la revista Gutiérrez pasó a ofrecer contenidos de un carácter político más marcado. Fue muy beligerante con el Estatuto de Cataluña que se debatió en los primeros días de la nueva república, se cargaron las tintas contra Companys, se le dedicó alguna portada en la que un "blanqueador" no podía borrar una pintada que decía "Abajo el estatuto" y, dentro de su línea burguesa conservadora, si había que bromear sobre que alguien tenía mala cara se hacía el chiste con que parecía "radical socialista". Había además cierta misoginia y una figura frecuente en las historias eran las asistentas, lo que evidenciaba su contexto burgués.

Fue precisamente esta serie de posiciones lo que hizo que se rompiera por dentro y acabara en la bancarrota. En 1934 echó el cierre. Más adelante algunos terminarían exiliados, otros fusilados y los más importantes, como Tono, en el nuevo proyecto del régimen de Franco para dar contrapunto a las publicaciones humorísticas republicanas, como en las que dibujaba el joven Escobar o Bagaria.

La Ametralladora se creó en Salamanca en 1937 por la Delegación del Estado para Prensa y Propaganda. Luego se publicó en Donostia / San Sebastián, que se convirtió en una especie de "capital cultural" de los rebeldes. La revista estaba destinada a los soldados del frente. Mediante el humor, se hacían llegar consignas y propaganda y sobre todo se ridiculizaba del enemigo. Como escribió el investigador José Antonio Llera: "Los elementos dialécticos se reducen al mínimo, puesto que el receptor comparte la tesis. El enemigo es atacado a todos los niveles: aspecto físico, actos e ideas. Estamos frente al dominio de una palabra hiperbólica y visceral". Empezaron tirando cien mil ejemplares.

En los que comparte la Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid se puede ver un dominio de Lilo, seudónimo de Miguel Mihura, su director, y que se afilió a Falange al mes de llegar a San Sebastián huido de Madrid, y Tono. Aunque ambos publicaron mucho material reciclado de su etapa en Gutiérrez.

Ejemplos de chistes: En el estado mayor rojo en campaña, un asistente le dice al general "ya sé por qué hemos perdido ese otro pueblo, es que teníamos puesto el plano al revés". Se retrataba a El Campesino junto a un asno y decía la nota al pie: "El conocido héroe El Campesino con el burro que le ha regalado el Gobierno de Valencia por su actuación; Nota importante: El Campesino es el de la izquierda".

Se burlaban de la incorporación de la mujer a las fuerzas armadas que ocurrió al principio en el bando leal, de las milicianas, como Lilo cuando retrataba a una comunicándole a un mando: "Vengo a decirle que hoy no puedo venir a la guerra porque mi marido ha tenido una niña". La igualdad "del marxismo" se describía como un rebaño de ovejas. 

Se personalizaban las invectivas, a Margarita Nelken, en un texto, se decía que estaba leyendo, porque era su afición favorita, y cuando le preguntaban qué era, contestaba: "Una comedia titulada Guía Telefónica, es muy interesante, pero tiene el inconveniente de que toman parte en ella demasiados personajes".

Los más crueles fueron los chistes con el hambre que se pasaba en la zona republicana. Una niña le decía a su padre "me he tragado un botón" y este contestaba "Hombre, eso no se me había ocurrido". Un personaje entraba en un restaurante, preguntaba por qué había perdices en la carta y el camarero contestaba "para que haga bonito". También venían recetas "De cocina roja", como el "Sombrero de hongos en su tinta" o los "Botones de tirante a la marinera".

Sin embargo, ni siquiera ellos estuvieron exentos de la censura en esta etapa y tuvieron roces con las autoridades en cuanto se instituyó la vigilancia exhaustiva sobre lo que se publicaba desde que en abril del 38 Serrano Suñer creara la Ley de Prensa.

Llera encontró en su investigación una carta de Mihura a Jesús Ercilla, nuevo director general de Prensa, en la que decía "creo que se trata de una represalia de tipo personal (...) te ruego que tomes las medidas necesarias para que no exista esta saña contra nosotros pues de seguir así, yo no me comprometo de ninguna manera a seguir haciendo La Ametralladora (....) si de aquí en adelante existe esa especie de desconfianza con La Ametralladora, y los señores encargados de la censura ven un doble sentido o una mala fe en todo lo que publiquemos yo, como te digo, me creo incapaz de sostener esta lucha infantil".

El último número apareció el 21 de mayo de 1939 y Mihura, pese a las trabas, logró por sus contactos y los servicios prestados sacar adelante La Codorniz en 1940. Por su parte, unas declaraciones de Tono, dan buena cuenta del desengaño que sufrieron quienes apoyaron a Franco sin ser fascistas y ultramontanos, que pronto fueron también víctimas de su censura. Según una cita de Carlos Pérez dijo: "Fue nuestra generación una verdadera generación precursora, pues todavía se están riendo de nosotros".

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