VALÈNCIA. Con Guardianes de la galaxia la factoría Marvel pareció encontrar la fórmula del éxito inmediato. (1) Personajes con un gran magnetismo que se quedaban contigo de forma instantánea más allá de que estuvieran protagonizados por estrellas de Hollywood o no. (2) Un ritmo trepidante y energético. (3) Unas escenas de acción perfectamente orquestadas. (4) Un regusto retro y nostálgico con constantes guiños a los años ochenta. (5) Una set list de canciones imbatibles que se encargaban de poner la banda sonora a las aventuras en el espacio de un grupo de seres de todo tipo, raza y pelaje que solo tienen en común su naturaleza desclasada, que son unos outsiders dentro de una sociedad a la que se niegan a pertenecer y que precisamente por eso, terminarán formando una curiosa familia con potentes vínculos afectivos. El Star Wars de la generación millenial.
Quizás uno de los mayores aciertos fue poner al frente del proyecto a una mente tan inquieta como llena de habilidades artesanales para hacer magia con pequeños y grandes presupuestos como es James Gunn. El director se formó en la factoría Troma, lo que quiere decir que estaba familiarizado con la casquería y la serie Z. Quizás por eso su ópera prima, Slither: La plaga (2006) se insertó dentro del terror, recuperando el espíritu más desprejuiciado del género y aportando oficio y originalidad a una historia mil veces contada.
[Inciso] Resulta curioso observar de qué manera el director se ha mantenido fiel a los actores con los que ha trabajado. En su primera película ya aparecía el actor Michael Rooker (el impactante intérprete que debutó en Henry: Retrato de un asesino) que lo ha acompañado en todos sus trabajos hasta encarnar al personaje de Yondu, que tanta relevancia adquiere en esta segunda parte de la saga galáctica.
Su siguiente película, Super (2010), se convertiría en una cinta de culto. En ella deconstruía la figura prototípica del superhéroe y lo convertía en un hombre obeso y patoso con buenas intenciones, pero nulas habilidades para hacer el bien y con un punto psicopático bastante importante. El resultado, una comedia teñida por un humor negrísimo y recubierta por un aliento nerd, tan disfuncional como creepy.
Pero no olvidemos que incluso antes de realizar estas dos películas, James Gunn también se había fogueado como guionistas en perlas trash-pop como Scooby-Doo (2002) o la aclamada adaptación de la mítica película de George A. Romero que supuso el debut de Zack Snyder como director, Amanecer de los muertos (2004).
Gunn parecía dominar todos los registros y todas las esferas de producción, por eso supo aprovechar la oportunidad que se le brindó cuando le ofrecieron adaptar a la gran pantalla los cómics de “Guardianes de la galaxia” y, a pesar de la complejidad del asunto, consiguió un resultado tan fresco y diferente que incluso obtuvo la felicitación de Steven Spielberg.
Ya insertado en el seno de la industria Gunn continúa manteniéndose fiel a sí mismo en esta segunda parte de la saga. Guardianes de la galaxia Vol. 2 sigue teniendo el mismo espíritu retozón y dionisíaco de su predecesora. Sin embargo, muchos se han apresurado a afirmar que en esta ocasión todo resulta más predecible, que no hay elementos innovadores y se echa en falta mayores dosis de atrevimiento e inventiva.
En realidad, el director ha optado por una línea continuista con respecto a su anterior trabajo, según ha afirmado, para mantener una cohesión interna dentro de toda la saga. Por eso mantiene la mayor parte de los ingredientes que caracterizaron el Vol.1, aunque la arquitectura narrativa sea en esta ocasión bastante más compleja. Por una parte, opta por dividir a los personajes casi al principio de la función para volver a reunirlos en la parte final a modo éxtasis climático. Simultanear líneas paralelas en ocasiones puede llegar provocar fallos en el ritmo, pero en esta ocasión le sirve para orquestar fantásticas set pièces de acción y darle un mayor protagonismo a personajes que quedaban más diluidos en la primera parte, como es el caso del mapache Rooket.
También las relaciones entre los personajes ganan en densidad. Hay menos acción y más diálogos que sirven para afianzar sus lazos emocionales. Los conflictos que se establecen entre ellos adquieren casi una dimensión de tragedia griega, y en su mayoría tienen que ver con los vínculos familiares: conoceremos más en torno a la disputa entre las hermanas Nebula (Karen Gillan) y Gamora (Zoe Saldana), que se retrotrae a su infancia, también se desvelará el misterio de la identidad de Quill (Chris Pratt), su progenitor es un poderoso dios inmortal, Ego, que con el rostro de Kurt Russell intentará llevárselo al lado oscuro, al mismo tiempo que reaparecerá la figura de Yondu (Michael Rooker) en un inesperado cambio de registro dentro de su rol como padre adoptivo.
En realidad, este mayor desarrollo narrativo de los personajes va enfocado a sumergirnos en su verdadera naturaleza y en sus sentimientos. El director quiere que de verdad nos llevemos a casa a los personajes. Que los queramos de verdad, y la única manera es conociéndolos desde dentro, accediendo a sus secretos e inseguridades. Mostrándonos su parte más frágil. En ese sentido, Guardianes de la galaxia muestra un modelo de superhéroe mucho más cercano y reconocible. Algo que resulta fundamental a la hora de conectar con la historia y que el espectador vaya a muerte con el equipo.
Porque puede que la película sea fastuosa a nivel visual. Llena de colores psicodélicos y configurada casi a modo de sinfonía cósmica burbujeante, con un impresionante sentido de la épica. Pero más allá del imaginario pop que despliega, las canciones, los chistes autoparódicos y todo ese maravilloso envoltorio que en el fondo resulta más auténtico y menos artificial de lo que parece, tenemos a unos personajes que son puro corazón y ante los que es imposible no claudicar. Como dice uno de los villanos cuando encuentra a bebé Groot: “Es demasiado mono para dejarlo escapar”. Lo mismo ocurre con Guardianes de la galaxia: Es demasiado buena para no disfrutarla.
Está producida por Fernando Bovaira y se ha hecho con la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal en el Festival de Cine de San Sebastián gracias a Patricia López Arnaiz