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MEMORIAS DE ANTICUARIO

Grandes colecciones y supercoleccionistas

“El coleccionista es aquél que retira una obra de la circulación comercial, acabando de esta forma con su indiscriminada condición de mera mercancía”, Walter Benjamin

28/10/2017 - 

VALÈNCIA. El empresario mexicano Plácido Arango no sabe precisar en qué momento la afición por coleccionar objetos antiguos y arte se convirtió en una pasión que le arrastró a componer una de las mejores colecciones de España, pero más o menos vino a ser cuando se halló a sí mismo linterna en mano a altas horas de la madrugada delante de un cuadro que acababa de comprar buscando una firma. El fin de semana pasado estuve en el Museo de Bellas Artes de Bilbao-por cierto, qué tanto se ha anotado el centro museístico- disfrutando, y mucho, de la extraordinaria colección de arte que, con discreción, ha logrado reunir a lo largo de los últimos treinta años la empresaria Alicia Koplowitz. Un conjunto artístico al que, que según manifestó hace unos, le dedica casi dos jornadas a la semana, atendiendo las demandas que exige embarcarse en una empresa de esta dimensión. Una colección que aunque parezca banal, en primer lugar, para darle forma, precisa de una cantidad de dinero abrumadora, algo que salta a la vista en la primera docena de cuadros de la exposición: Goya, Guardi, Canaletto y más adelante Modigliani, Giacometti, Schiele, Picasso, Gris, Rothko…en fin. No hay duda de que, como ha dicho en alguna ocasión, la empresaria ha destinado una parte significativa de su riqueza a la misma, desde que con 17 años comprara su primera pieza: una porcelana de Sevres en el Drouot de París. Personas con ingentes cantidades de dinero hay un puñado en el mundo, pero no todos se lo gastan de igual forma. Existen diversas formas de invertirlo, derrocharlo o directamente enterrarlo t la opción por el arte me parece de las más atractivas posibles porque es tan apasionante el fin como el “mientras”. La de Koplowitz trasluce un profundo amor al arte y una coherencia personal más que evidente. Esperemos que algún día recale en València, aunque no se vislumbra a corto plazo.

Profesionalización 

A estos niveles de excelencia la configuración de una colección precisa de la participación y el asesoramiento de expertos profesionales. El coleccionista puede tener sensibilidad y un ojo de lince pero en estos casos si no recurre a los expertos los riesgos que se corren con adquisidores “pasionales” y poco meditadasmuy por encima de su valor, o de obras en mal estado, de dudosa procedencia etc. Un coleccionista importante debe rodearse de asesores como historiadores del arte especialistas en determinadas épocas, movimientos o artistas. Asimismo, consulta permanentemente con restauradores de su confianza que analizan la obra y su estado de conservación, qué clase de intervenciones, alteraciones han sufrido a lo largo de la historia. Los restauradores tienen ese ojo entrenado para ver cosas que no creeríamos. En operaciones de estas cuantías es necesario un asesoramiento económico, legal y fiscal sobre la operación de compra, en algunos casos de venta, así como donaciones o cesiones temporales. Aquí es donde el coleccionista recibe las noticias menos agradables y más frías sobre fiscalidad, montante global de la operación (precio, comisiones, impuestos, traslados, seguros…). Piénsese que el arte suele comprarse al contado. Una vez adquirida la pieza en, por ejemplo, una sala de subastas, hay un plazo para hacer el ingreso de la cantidad final para que el cuadro pueda salir de allí. Otras cuestiones no menos importantes que han de estudiarse son las de la exportabilidad o no de la obra desde su país de origen. Sería un error imperdonable adquirir una pieza en un país que la ha declarado inexportable y no pueda viajar más allá de sus fronteras. O, por ejemplo, si la compra se lleva a cabo en España habría que considerar si esta es o no exportable a efectos de una eventual venta posterior, pues si esta no puede salir de nuestro país, como por ejemplo es el caso de El Columpio, de Franciso De Goya, adquirido en su día por Alicia Koplowitz, su precio se ve sensiblemente condicionado por este hecho, ya que si algún día se decidiera venderla, sólo la podría comprar, en principio, un coleccionista o institución española.

  

Los conservadores

Esta clase de colecciones cuentan con una figura esencial: la del conservador o conservadora. Este profesional generalmente historiador del arte no sólo tiene la colección en su cabeza, sino que ha de llevar a cabo la catalogación y registro de todas las piezas que la componen y conocer dónde están en cada momento, puesto que en ocasiones son cedidas para exposiciones o eventos. Para ello, la colección ha de ser fotografiada minuciosamente. Si la obra tiene algún desperfecto, restauración visible, añadido etc, las fotografías han de actuar de testigos de ello a efectos de una eventual reclamación de daños. Asimismo, el conservador ha de examinar que esas obras salen y, sobretodo, regresan en perfectas condiciones y también ha de examinar de forma periódica el estado de conservación de la colección y si puntualmente precisa alguna obra de ser restaurada. Existe una evolución en el estado de conservación de las obras y este ha de estar supervisado constantemente.

Condiciones de conservación

Finalmente está la propia conservación de este patrimonio artístico: cualquier colección por pequeña que esta sea, debería estar asegurada ya sea por una eventual sustracción como por los hechos fortuitos que podrían acontecer (incendio, inundación etc). En el caso de las grandes colecciones, las pólizas suelen ser complejas y muy elevadas como se podrán imaginar, así que se exige por las compañías la implantación de medidas de seguridad excepcionales tanto para evitar el robo como para evitar, en la medida de lo posible, los daños. En muchos casos, por cuestiones de espacio, no toda la colección suele estar expuesta, sino que parte se guarda en almacenes que han de disponer de medidas de seguridad y de conservación especiales (cámaras, sensores de temperatura, humedad etc). Para cubrir los riesgos que se generan en los viajes de las piezas cuando son cedidas para exposiciones, se deben contratar pólizas ad hoc. Así que, si alguien pensaba que todo acaba con la compra del cuadro, en realidad es en ese momento donde comienzan los “problemas”. Benditos problemas, diría yo.

Con el tiempo el coleccionista deberá decidir el destino definitivo de este “monstruo” que ha creado y se ha ido haciendo cada vez más grande. Esta es la gran decisión final. Llega un día en que esta es la gran preocupación del coleccionista, sea una importante y gran colección u otra más modesta. Algunos lo tienen decidido prácticamente desde el inicio de la colección, pero otros no toman la decisión hasta los últimos momentos. Siempre será recomendable que, si estamos ante una colección coherente e importante, esta no se deshaga. Las soluciones son de las más variadas: en algunos casos se venden a una entidad pública para su exposición o se dona a un ente público. En el primero de los casos sucedió con la colección Thyssen que por su importancia dio lugar al impresionante museo homónimo. En el segundo con la colección Orts Bosch que fue donada a la Generalitat Valenciana y se ha integrado en el Museo de Bellas Artes. En otros casos se venden en subasta total o parcialmente o directamente se dividen entre los herederos.

  

Grandes colecciones españolas y valencianas

Junto con la mencionada de Koplowitz posiblemente la de Juan Abelló sean las dos grandes colecciones privadas españolas que actualmente se encuentran “vivas”. Además de estas la de Placido Arango o la Varez Fisa son otras dos grandes colecciones privadas de pintura antigua. En cuanto a artes decorativas es importante la de la Fundación Mascort, que lleva a cabo por el empresario catalán Ramón Mascort y que se expone en la localidad gerundense de Torroella I Montgrí. Hoy en día, sin embargo, proliferan más las colecciones de arte contemporáneo ya que quizás es más fácil conseguir obra contemporánea que buenas piezas antiguas para cuya búsqueda y adquisición hace falta más tiempo, dedicación y conocimientos más profundos. En la Comunidad Valenciana existen algunas colecciones, pero de menor importancia que las citadas, y hoy en día centradas en el arte moderno y contemporáneo. En su día la tuvo la importante colección Lladró, pero en la actualidad no se conoce que esté adquiriendo obra. Al parecer, aunque sobre su contenido existe cierto secretismo, Hortensia Herrero está formando una interesante colección de arte contemporáneo que se instalaría en el recientemente adquirido palacio de Valeriola, adquirido recientemente y que junto con la de la otras veces citada Por amor al Arte y la Fundación Chirivella-Soriano se convertirían en las tres colecciones privadas visitables más importantes de la ciudad.

 
  




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