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LOS DÍAS DE LOS OTROS

González-Ruano: el diario de un maldito

7/02/2018 - 

VALÈNCIA. Cualquier persona sensata comprenderá que escribir 30.000 artículos a lo largo de una vida es una locura, una tarea irrealizable, un trabajo tan esforzado como subir varias decenas de veces seguidas el Himalaya. Hubo un hombre llamado César González Ruano -articulista de profesión- que consiguió tal hazaña, con la particularidad que todavía le quedó tiempo para escribir un monumental diario de alrededor de 1.200 páginas (que también comenzó como un encargo del periódico) en las que opinaba acerca de cualquier asunto y en los que iba labrando la fama de cascarrabias y faltón que le acompañó durante tanto tiempo.

Pero, ¿quién era ese gigante llamado González-Ruano? Nada más y nada menos que uno de los mejores periodistas españoles de todo el siglo XX. Amigos y compañeros como Paco Umbral o Camilo José Cela apreciaban su extraordinaria prosa aunque también su carácter de señorito y buscavidas. El articulismo en España no hubiera sido el mismo sin él. En estos tiempos de corrección política es posible que nadie publicara a Ruano, pues sus ideas eran a menudo tan provocadoras como planificadas. Fue contratado por el mítico editor Juan Ignacio Luca de Tena para ser corresponsal de ABC en Berlín y Roma. Se especializó en obituarios y, al igual que otros grandes como Julio Camba, convertía el detalle pequeño en hecho universal, estirando la anécdota hasta convertirla en suceso extraordinario.

            "La sociedad paga y costea la presencia del escritor, aunque sea cara, pero no la ausencia. Es un país de contacto físico, sin imaginación y sin caridad para quien pretende aislarse. Hay que morir de pie. Como un árbol."

Sus diarios están repletos de análisis de sus propias experiencias como escritor, como columnista. Un trabajo que parecía no comprender.

           "¿Está tan mal una profesión donde con un rato al levantarse ha ganado uno ya todos los gastos del día, y que a las once y media no exige ninguna ocupación?"

González-Ruano nació en Madrid en el año 1903. Muy pronto nació en él un sentimiento de alto linaje que había heredado de un familiar lejano convertido en marqués de Cagigal. Durante mucho tiempo intento reeditar tal título y a tal efecto, le hizo una petición al rey Alfonso XIII al que visitaba a menudo en Roma. Aunque sus gustos eran de marqués, no tanto lo fue su bolsillo. Escribía una media de tres artículos diarios. Cuenta en sus memorias  publicadas en la editorial Renacimiento que muchas veces le gustaba cobrar al momento, a través de un trabajador del Café Gijón en el que solía escribir. Después llegaba el derroche y cualquier objeto era digno de su capricho. Tenía pinta de dandy en decadencia y, según declaraciones de sus coetáneos, le gustaba practicar eso que ahora llamamos 'postureo' y que en el aquella época se definía como una actitud ampulosa y engolada.

            "Claro que me gustaría ir a la Academia. Es el colofón o uno de los colofones de una vida. Me gustaría ir a la Academia, publicar mis obras completas, tener una capilla de piedra con enterramiento y terminar la vida no saludando a la gente que es como yo."

En sus diarios despliega su retranca y maldad con palabras hermosas. Por ejemplo:

            "Hoy vienen en el periódico las distinciones que acaba de hacer la reina y los cuatro primeros nombres son los de Los Beatles, esos imbéciles de los pelos largos."

Le gustaba trabajar poco (“Cualquier sitio es bueno para no trabajar”, escribe en su diario) y cobrar mucho. Una de sus pasiones fue Charles Baudelaire. Le veía como modelo, como ese dandy en el que mirarse. Le dedicó un descomunal libro titulado Baudelaire. La dedicatoria de este libro contiene una parte que Ruano recomendó eliminar para sortear a la censura. Es, probablemente, una de sus dedicatorias más hermosas:

            "A los hombres de personalidad bella e inútil; a los que, devorados por apetencias inconfesables, ruedan cuesta abajo, lívidos y silenciosos, en la aguda noche del alma.
A los aprendices de diablos con temor de Dios; a los que enamorados de los amores que no pueden nombrarse.
A los espíritus mágicos que cierran los ojos y los puños a una contemporaneidad demasiado limpia y luminosa; a los descontentos de cuanto les rodea.
A los suicios. A las esfinges. A los fantasmas. A los ángeles."

Sospecho que Ruano, en realidad, se lo estaba dedicando a sí mismo. Esas 'apetencias inconfesables' incluían, en su caso, la colección de fotografías pornográficas que seguían la estela de un gusto erótico cercano al Marqués de Sade. Uno de los episodios más oscuros de la vida de Ruano dio lugar a un extraordinario libro de Rosa Sala Rose y Plàcid García-Planas titulado El marqués y la esvástica y publicado en la editorial Anagrama. El libro recoge un capítulo muy enigmático de la vida de Ruano que apenas tiene eco en su diario. La tarde del 10 de junio de 1942, en París, fue detenido César González-Ruano por la Gestapo y conducido a la prisión militar de Cherche-Midi poco más de dos meses. ¿La razón? “La verdad, la verdad pura, apenas sirve para nada”, escribiría en su diario. En 1940, un Ruano alcohólico había llegado a París. Allí siguió viviendo como un marqués pero sin escribir, sin trabajar. La leyenda negra de Ruano comienza aquí, cuando muchos le acusaron de haber robado a judíos desesperados para llevar una vida de rico parisino. Eso es lo que se comentaba en el Café Gijón de Madrid o en el Chiringuito de Sitges donde se refugió para escapar de los franceses. Más adelante le acusaron de un delito todavía mayor: la matanza y el expolio de unos judíos que huían por Francia. Nunca hubo pruebas. Él, claro está, jamás lo confirmó.

            "¿De dónde sacaré tiempo al tiempo? A veces me encuentro agotado, acogotado por la vida. No hay profesión como ésta, en la que sea preciso ganar lo que ya se tiene cada mañana,           profesión en la viva uno en una costumbre resignada de colapso económico y en la         permanente amenaza del olvido."

La economía y el deseo de una vida que no poseía fueron dos de las grandes obsesiones de este autor. Por su diario se pasean, con mejor o peor suerte, autores como Miguel Delibes, Antonio Mingote, Ana María Matute o Sánchez Ferlosio. Todos se fueron muriendo. Él incluido.

            "Todos se mueren. ¿A quién le toca ahora? Un diario es un cementerio."

Algunas de las anotaciones de Ruano en su diario podrían trasladarse al actual ecosistema del columnismo periodístico en el que son necesarios escribir casi 30.000 artículos para poder llevar una vida decente.

Como los grandes diaristas, Ruano escribió casi hasta el día de su muerte, provocada por las ingentes cantidades de nicotina que fue ingiriendo a los largo de su vida. En sus últimos días, en el hospital, sobrevivía gracias a unas bombonas de oxígeno. Su última entrada es tan terrible como hermosa.

            "El terror es blanco. La soledad es blanca."

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