Polonia es el país ex comunista donde más problemas está dando la reprivatización -devolver propiedades confiscadas por el estado comunista a los herederos de su santiguos propietarios- En Varsovia, grupos de empresas compran las solicitudes de restitución de inmuebles, expulsan a los inquilinos, que pagaban alquileres sociales, y aprovechan para remodelar los edificios y gentrificar barrios enteros
VALÈNCIA. El post-comunismo europeo es un fenómeno complejo y complicado. De las cenizas del socialismo real, surgieron líderes que lo basaban todo en la identidad a falta de la posibilidad de prometer nada más tangible. El viejo sistema, podrido, se convirtió al capitalismo en muchas ocasiones con renovadas redes de clientelismo y corrupción. Mientras, la población, ha tirado adelante con determinación e incluso heroísmo en muchos casos. No sin altas tasas de exclusión y pobreza.
Pocas veces desde el sudoeste de Europa atendemos a las consecuencias económicas de las transiciones de la dictadura a la democracia y del comunismo al capitalismo que tuvieron lugar en estas latitudes. Sin embargo, En Portada, de Televisión Española, es el único espacio de la televisión nacional, que no son pocos canales, que periódicamente envía un equipo a cubrir los problemas de estos países cuyos intereses en Europa son cada vez más cercanos a los de los nuestros, los del sur.
En verano, acudieron a Transnistria donde lograron entrevistas con los moldavos que quedaron dentro del enclave dominado por los eslavos ex soviéticos. Y ahora la visita ha sido a Varsovia, capital de Polonia, donde hay un conflicto silenciado típicamente postcomunista: la restitución de la propiedad colectiva.
En un reportaje de Yolanda Álvarez, titulado Tu casa es nuestra se explica el por qué de los 40.000 desahuciados que ha traído el tránsito del socialismo a la economía de mercado en este país. A partir del año 89, cuando Polonia cambió de régimen, se abrió la puerta a que los antiguos propietarios que fueron expropiados por las nuevas autoridades comunistas salidas de la victoria de los aliados en la II Guerra Mundial.
Este proceso se ha llevado a cabo en todos los países del telón de acero. No es extraño, por ejemplo, que si un antiguo terrateniente reclama una parcela que le pertenecía a su abuelo, y ahora en ella hay un colegio, se le compense con otra tierra en otro lugar o con una indemnización económica.
El caso que ha investigado Álvarez en Varsovia dista mucho de parecerse a un proceso limpio y racional de la devolución de bienes a los herederos de sus legítimos propietarios. Se han dado casos de edificios enteros, habitados desde decenas de años por familias, que han sido entregados a manos privadas de forma irregular.
Un abogado entrevistado por la periodista española revela el quid de la cuestión. Hay empresas que se las arreglan para comprar las reclamaciones de bienes que se pueden "reprivatizar", así se denomina a la transacción.
Por eso, muchos de estos ciudadanos que ven que su edificio completo pasa a manos de un propietario o de una empresa, lo que les ocurre a continuación es que les suben el alquiler cada seis meses muy por encima de sus pensiones, les inician obras que les dejan sin luz ni agua y a temperaturas en casa de siete grados... Un sinfín de acosos y pequeños tormentos para lograr que se vayan y poder reformar todo el inmueble.
La reprivatización, concretamente, en Polonia fue muy controvertida, según se explica, porque se calcula que 4000 propiedades fueron devueltas a individuos que no eran sus propietarios antes de la guerra. Cuando luego se abre la investigación para ver si el proceso se hizo correctamente, han pasado años y para los habitantes del edificio el daño ya está hecho. En otras ocasiones, el fraude consiste en crear de nuevo empresas que dejaron de existir y reclamar sus propiedades.
El documental constata casos de acoso a los vecinos que se negaban a marcharse de su casa. Hay casos de edificios a los que directamente se les prendió fuego. Cuando el gobierno ha mediado y a reubicado familias era en pisos que tenían 30 metros cuadrados.
Hubo una demanda por una pequeña parcela del centro de Varsovia que tenía un valor de 37 millones de euros donde se planificó la construcción de un rascacielos. El movimiento civil La ciudad es nuestra ha denunciado que en muchas de estas operaciones existen relaciones y conexiones entre abogados e inversores con los empleados públicos del ayuntamiento.
"Le han entregado las casas a la mafia", dice una víctima. Y no es una aseveración gratuita. Una de las mayores activistas contra este tipo de abusos apareció carbonizada. La prendieron fuego, aunque la fiscalía habló de suicidio. El problema es que cada año que un inquilino resiste en su piso sin que se pueda hacer una macroperación sobre su manzana, le está generando grandes pérdidas a los inversores.
Recientemente, en Madrid aparecieron noticias muy parecidas. En Vallecas, habían proliferado los narco-pisos y okupas de toda clase. Los propietarios de los pisos, que son grupos que poseen muchos en toda la ciudad, denunciaban el allanamiento según el barrio donde estuviera, allí no. Los vecinos denunciaron que lo que se pretende es degradar la zona y comprar a bajo precio un ala de la Avenida de la Albufera para gentrificarla.
Son las mismas noticias que hemos recibido hasta ahora del famoso Barrio de Praga de Varsovia. Un lugar bohemio para jóvenes y artistas, se anuncia por todas partes para recibir turismo. En un mundo globalizado, con empresas transnacionales, documentales como los de En Portada sobre cualquier rincón del mundo a veces son los que mejor explican qué ocurre en nuestros barrios.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas