Aunque pase el tiempo, sus retratos continuarán recordando "hazañas". Es la España del esperpento político, la de aquellos que una vez depuestos aún mantenemos.
Hasta treinta y cinco expresidentes autonómicos viven aún de la política o de todos nosotros. Reciben pensiones, asignaciones territoriales y personal de apoyo. Retiro dorado de mandatarios convertidos en floreros. Entre ellos figuran algunos de los nuestros, aquellos que no han podido utilizar la puerta giratoria o han visto su carrera truncada por un escándalo judicial habitual en sus trayectorias.
Según admitía la Conselleria de Hacienda ante una pregunta de Podem, los de aquí nos salen por un pico. Nos han costado más de un millón de euros desde que en 2003 nuestras Corts decidieron crear el Estatuto de los expresidentes. De esa cantidad, 700.000 euros habrían sido destinados al mantenimiento de la oficina de Francisco Camps en concepto de retribuciones anuales, además del pago salarial de secretaria y asesor. Barato no es. Tampoco sabemos de sus ocupaciones y/o aportaciones personales al bienestar de nuestra sociedad ¿Alguien conoce alguno de sus estudios o informes?
La cuenta de Alberto Fabra desde 2015 ascendería a 244.000 euros, según la documentación. No hay detalles de economato. La cuenta de José Luis Olivas, denominado El breve, generó un gasto de 51.000 euros entre 2003 y 2004. En estos costes no están incluidas sus oficinas. Tampoco otros gastos mundanos o emolumentos que pudiera percibir por labores privadas.
Tal y como está el patio, conocer estos datos produce sonrojo ante la situación económica del país y las carencias de grandes capas de la sociedad. Más aún después de ser conscientes de que tres de estos ex presidentes, excluido Fabra, se encuentran sumidos en procedimientos judiciales. En su misma situación han estado o están otros presidentes de diputaciones o alcaldes y alcaldesas en camino de verse las caras con tribunales o presos comunes. Vivimos un final de ciclo que no hay que perderse, aunque el horizonte sea de un nivel que alcance sólo el "Debe Progresar".
Sin ir más lejos, Les Corts acordaban la retirada del cuadro de Milagrosa Martínez, La Perla, expresidenta de la cámara y exconsellera de Turismo quien desde hace unos días duerme en la cárcel de Villena a causa de la sentencia del Caso Fitur. Que su imagen y luces pasaran a formar parte de nuestra memoria colectiva nos costó 5.500 euros, mucho menos de lo que nos va a suponer la creación del retrato de nuestra ex alcaldesa Rita Barberá: 15.000 euros.
A poco que nos descuidemos, y visto el trasiego entre sedes judiciales y establecimientos carcelarios, nuestras piscinas públicas, dependencias institucionales, bibliotecas y tanto y tantos espacios construidos o rehabilitados por esa corte de políticos que esquilmaron las arcas públicas se van a quedar con la mancha polvorienta del paso del tiempo que dejará la retirada de tanta placa conmemorativa. La situación resulta de chiste, pero de humor negro. Juan Cotino, también expresident de Les Corts, ya puede poner sus barbas a remojo.
Si Xàtiva mantiene el retrato del Borbón Felipe V boca abajo, algo que no deja de ser una anécdota pero tiene toda la intencionalidad, nuestras estancias institucionales van a tener que pedir muchos cuadros a nuestros museos para tapar huecos.
Eso de los retratos de nuestras autoridades es un detalle decimonónico y anacrónico a tener en cuenta. Debería ser motivo de análisis de psicólogos, sociólogos y antropólogos como el fin de Rajoy. Responde a un simple ejercicio de vanidad trasnochada. Más aún después de lo que estamos viviendo desde hace ya muchos años. Recuerda a muchos países bananeros donde las fotografías de reyezuelos cuelgan como ejemplo de autoridad, algo así como las imágenes franquistas que inundaban las aulas estudiantiles de la generación de los cincuenta y sesenta.
Apenas nos hemos modernizado. Lo llaman honores. También podríamos calificarlo de horrores. Estar en un cargo de forma temporal hoy les convierte en pesadilla mundana. Algo que deberíamos suprimir de nuestro catálogo de asuntos inservibles en plena era digital.
Todos estos gestos nos devuelven a una realidad nada moderna. Sí, al capricho de quienes creen que pasar por la política los convierte en héroes eternos a los que hemos de garantizar jornal, secretaria, chófer, coche oficial y hasta retrato a pesar de la que nos la han jugado. Yo creía que habían llegado al cargo para trabajar por la sociedad pero no para que la sociedad les pague después “agradecidamente” por su perpetua presencia.
No existe ningún problema si nuestros exgobernantes, de todos los colores, desean continuar percibiendo un sueldo vitalicio, pero no de nuestros bolsillos porque resulta un insulto a la inteligencia emocional de los ciudadanos. En todo caso, deberían de ser sus respectivos partidos políticos quienes corrieran a cargo de sus "gastos", esto es, que salieran de las cuotas de sus afiliados y militantes. Es lo que toca.
Así que, ya pueden ir eliminando fotografías, placas conmemorativas, galardones, doctorados y distinciones de todo sumiso escenario público con cualquier referencia a los miembros de la generación corrupta.
Animo a las Corts a tomar una iniciativa que trascienda del Palau dels Borja. Lo merecemos. Quien quiera un retrato que se lo pague y lo cuelgue en el pasillo de su casa, pero lejos de nuestra memoria. Pero en su defecto, podríamos crear el Museo Estatal de los Horrores -incluyendo el retrato excelso y triunfal que el Gobierno acaba de encargar por 8.690 euros del ex ministro Soria, el de los paraísos fiscales- para jamás olvidar nuestra memoria colectiva. Serviría como proyecto didáctico para explicar con sus retratos esa historia repleta de forajidos que forjaron nuestra leyenda de falsa y corrupta grandeza. Algo al estilo de la National Portrait Gallery, aunque a la española y en versión trash metal.