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la nave de los locos  / OPINIÓN

Galdós y lo mejor de España

El pasado nos ofrece a veces argumentos para creer en este país. Gente como Galdós, del que se conmemora el centenario de su muerte, impide que tiremos la toalla. El novelista canario pertenece a una tradición cultural de la que debemos sentir orgullosos  

9/03/2020 - 

Hoy me he levantado muy poco español; sin que sirva de precedente, no voy a criticar a mi país. 

Hoy hablaré de la parte luminosa de España, tierra que no sólo ha dado conejos sino grandes escritores como Benito Pérez Galdós. 

Don Benito el Garbancero, como así lo apodó Valle-Inclán con desprecio carlista, murió el 4 de enero de 1920. Su entierro fue multitudinario. En estos días es inconcebible que ocurriese algo semejante, ni siquiera con Máximo Huerta. 

Galdós pertenece a esa tercera España, la de Jovellanos y Chaves Nogales, que nunca ha acabado de cuajar ni cuajará

La envidia nacional impidió que el novelista canario fuese galardonado con el Nobel de Literatura. Algunos compatriotas hicieron campaña para que no lo obtuviera. Tuvieron éxito. Al pajarraco de Echegaray, sin embargo, sí se lo dieron antes. 

Cien años después seguimos enterrando a don Benito. Ya lo dijo san Pérez Rubalcaba que estás en los cielos: “En España enterramos muy bien”. A diferencia de lo que sucedió con el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, que resultó algo deslucido y tristón, el de Galdós tiene más color. 

Las instituciones madrileñas y canarias han organizado actos en recuerdo de su figura y obra. A este homenaje se han sumado la Biblioteca Nacional y la Real Academia Española. De esto me congratulo como lector porque lo normal es que estas efemérides pasen sin pena ni gloria. Con este cambio casi nos parecemos a los franceses y los ingreses, que son los mejores en subirse la autoestima y en hacer caja con sus muertos ilustres. 

Polémica entre Muñoz Molina y Cercas 

Hasta ha habido una polémica entre dos escritores vivos, los señores Muñoz Molina y Cercas, a cuenta del novelista canario. El primero, un clérigo de Úbeda muy aburrido, escribió a su favor comparándolo con Dickens y Flaubert, lo que se antoja un tanto excesivo. El otro, perito en equidistancias, se atrevió a restarle importancia. Acostumbrados a los debates zafios del Congreso y de la telebasura (tan parecidos en el fondo), son de agradecer estas polémicas bizantinas, solo aptas para un público abonado al onanismo cultural. 

Algunos de los libros más representativos de Galdós.

¿Se lee a Galdós? Creo que muy poco. En realidad apenas se lee nada, salvo la última novela sobre el emperador Vespasiano y los relatos tórridos de amas de casa al borde de un ataque de nervios. 

Hace siglos que no leo a Galdós. De su obra me gustan sus Episodios nacionales, sobre todos las dos primeras series, y Fortunata y Jacinta, la tercera gran obra literaria española en castellano con el permiso de La Regenta. 

Galdós pertenece a las mejores páginas de la historia de España. Debería haber más personajes como él: liberales de espíritu, racionales, progresistas en el mejor sentido del término, compasivos con los débiles, hondamente patriotas. Galdós se sitúa en esa tercera España, la de Jovellanos y Chaves Nogales, que nunca ha acabado de cuajar ni cuajará. 

Esperanza viva en nuestro país

Si algunos nos sentimos aún españoles, si todavía amamos a nuestra querida y puta España, es gracias a hombres como Galdós. Volver a leer a Galdós significa mantener viva una llama de esperanza en nuestro país. El autor de Misericordia forjó su obra en contra de la sociedad que le tocó en suerte, bañada en intolerancia y ramplonería. Su caso no es único. Así ha ocurrido con la mayoría de los grandes escritores, pintores y músicos españoles, víctimas de la incomprensión y la ignorancia de sus coetáneos. 

Lo mejor de España es Galdós pero también las Meninas de Velázquez, El amor brujo de Falla, la boina y la colilla de Pla, la Alhambra y la catedral de Santiago, la morriña de Rosalía, el dandismo de Cernuda, aquella puta vieja llamada Celestina. Lo mejor de España son los botines de Valle-Inclán, la locura de Gaudí, el pasaje de Lodares de Albacete, el paraguas rojo de Azorín, la pata chula de Quevedo, el último tropezón de Sabina, las malas pulgas de Fernán Gómez, los frailes de Zurbarán 

Lo mejor de España son esos hombres y mujeres que, con una pluma, un pincel o una partitura, compusieron unas obras que resistieron el viento del olvido y surgieron al margen del dictado del poder, se llame Felipe IV o Perico Sánchez. 

Por gente como Galdós aún merece la pena ser español.  

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