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las series y la vida

Fútbol vs. Series: no tomarás la palabra 'relato' en vano

3/10/2020 - 

VALÈNCIA. “Plataformas de series, reconocedlo: las mejores series del mundo están escritas con los pies”. ¡Zasca! Esta faltada es el texto de la campaña de La Liga de Fútbol, acompañado de un “Temporada 90: ¿vas a perdértela?” y el hashtag #HayQueVivirla. Que, más allá del ingenio de la campaña, tú piensas: ¿de verdad necesita el fútbol enfrentarse a las series para conseguir público? ¿a qué viene este ataque?

Un respeto, LaLiga, que algunas pensamos, tristemente, que lo único que movilizaría a este país y llevaría a una auténtica revolución sería la suspensión de la liga profesional de fútbol, no me digan que no. Ni crisis brutal, ni sueldos bajos y trabajos basura, ni ley mordaza, ni conculcación de derechos fundamentales, ni lucha de clases. Er furbo, oiga. En estos tiempos de pan (cada vez menos) y circo (demasiado), el circo lo proporciona el deporte rey en dosis abrumadoras. Y siendo así, ¿encima ahora quiere ser una serie? Además, ¿la serie definitiva?

En palabras de Eva López Ruiz, directora de Marca Corporativa y Activos de LaLiga: “Hemos creado una campaña rompedora y potente, que refleja el papel esencial que tenemos dentro de la industria del entretenimiento y que nos acerca al consumidor, a esos fans lovers que LaLiga tiene en todo el mundo”.

Ahí está la cuestión. Industria del entretenimiento. Consumidor. No voy a discutir yo que las series y las películas forman parte de esa industria, faltaría más. Pero sí voy a discutir que no son solo industria. Y, desde luego, aportan mucho más que entretenimiento. El propio anuncio demuestra que ocupan un lugar central en el ocio y gozan de una enorme relevancia social. El quid de la cuestión es una palabra que no se dice, pero que es el comodín posmoderno por antonomasia: relato, relato, relato. Ya saben, todo es relato y el fútbol también.

Entre remedos de Mad Men y recreaciones de producciones de Hollywood, dicen en el spot de televisión protagonizado por el actor Álex González que el fútbol lo tiene todo: “La saga más larga de la historia (…) Este espectáculo va más allá de fronteras y culturas (…) No siempre te gusta lo que pasa. Hay días que sientes una inmensa alegría y otros un profundo dolor. (…) No es ficción, no es suspense, no es un thriller ni nada de eso. Es algo mucho más grande”. Para rematar con un “No es fútbol. Es LaLiga” que recuerda poderosamente a aquel mítico “No es televisión, es HBO”. 

Pues venga, ya que se empeñan, juguemos al juego de la comparación, a ver qué pasa. 

La filosofía que alumbra el anuncio considera al fútbol como el espectáculo total para todos los públicos. El spot plantea cómo La Liga ofrece cualquier cosa que pueda ofrecer una serie. Permítanme que discrepe. El fútbol siempre ofrece lo mismo, en realidad variaciones sobre un mismo relato, gol arriba, gol abajo, penalti por aquí, falta por allá. Y, además, por mucho que el anuncio resalte que se utilizan más de veinte cámaras y las más modernas tecnologías, la realización no puede alejarse de determinadas pautas. Son habas contadas. Hay que mantener el raccord para que nadie se pierda y todo el mundo entienda que un equipo va hacia la izquierda y el otro hacia la derecha, porque si no el relato del enfrentamiento deja de tener sentido. Tan es así, que cuando se muestra otro encuadre hay que indicarlo: ángulo reverso. Es tan elemental, que la retransmisión de un partido de fútbol es el mejor ejemplo para explicar en una clase de cine qué es el raccord y la continuidad.

Obvio es decirlo, las series o las películas no ofrecen siempre lo mismo. En realidad, lo dan todo. Existen, como han existido desde hace miles de años las ficciones y el arte, para dar cuenta de la enorme diversidad humana, de nuestra compleja relación con la realidad, de nuestros sueños, pesadillas, temores y alegrías. En resumen, ofrecen múltiples relatos, con temas, contenidos y personajes muy distintos e infinitamente más diversos que los del fútbol. No apelan solo a la emoción. Y pueden poner la cámara donde les dé la gana.

Me dirán que a lo mejor estoy llevando demasiado lejos lo que no es más que una campaña publicitaria ingeniosa, una gracieta llamativa. Puede, pero déjenme jugar, que el fútbol no es inocente, ejerce una gran influencia social y ocupa un lugar a todas luces desproporcionado en la vida cotidiana y en la información. También en la política y en los ámbitos del poder, por supuesto. El término espectáculo, tan bello y tan aparentemente frívolo, no debería equiparar dos manifestaciones humanas de tan distinto calibre y dimensión como el fútbol y las series. Y si nos quedamos únicamente con la dimensión industrial, que sin duda tiene la producción audiovisual, estamos despreciando lo que suponen las ficciones en nuestras vidas. Hablamos de cultura. Que comparta ministerio con el deporte no debería despistarnos.

Así, a bote pronto y sin necesidad de rebuscar, me sale la primera diferencia. Las series están llenas de mujeres, personajes femeninos que, además, son cada son más diversos e interesantes. También hay mujeres escribiendo, detrás de las cámaras y produciendo. Menos que hombres, cierto, pero aumentando progresivamente en número. Que no digo yo que no haya mujeres hinchas, pero protagonistas, ni una. En el campo no las veo. Ni en los consejos de administración de esas grandes empresas que son los clubs de primera. Ni presidentas, ni entrenadoras. Tampoco entre los comentaristas, aunque alguna va apareciendo poco a poco. 

Recreación de Mad Men en el anuncio de LaLiga. Foto: LaLiga Santander

El fútbol, como el deporte profesional y de élite, es profundamente masculino. Todos los grandes ídolos lo son. El deporte en general, y el fútbol, sobre todo, es uno de los ambientes donde más despiadadamente se manifiesta la desigualdad. Por lo tanto, tenemos un espectáculo que deja fuera a la mitad de la población. Tan global no será. No niego que “este espectáculo va más allá de fronteras y culturas”, ya que en todas partes se juega al fútbol, pero a donde sí que no va es a una representación global del mundo. Ni por asomo.

Y de la representación LGTBIQ+ ya ni hablamos, porque de homofobia va bien servido el mundo del balompié. Mientras en series y películas se normaliza cada vez con más claridad la presencia de personajes LGTBIQ+, contribuyendo a la visibilización, en el deporte brillan por su ausencia. El día que existan las condiciones para que salgan del armario algunos futbolistas y deportistas de élite la humanidad habrá dado un gran paso adelante, aunque de momento, sorprendentemente, ese día parece muy lejano. 

Sin salir de la cuestión de género, en este punto es interesante recordar cómo las series de sobremesa o los culebrones, que se identifican habitualmente con un público femenino, algo así como tele para marujas, tienen una mala consideración cultural, como productos de consumo fácil que apelan a la dimensión emocional más básica y que siempre cuentan lo mismo. Pero ¿cómo te puede gustar eso si ya lo has visto mil veces? Son todas iguales. Pues mira, lo mismito que podríamos decir del fútbol. Consumo fácil, la misma historia, emociones básicas. Pero como se trata de una actividad masculina, nada de eso parece afectar negativamente a su valoración. Cada semana hay un partido del siglo, un resultado agónico, un tremendo drama que a la semana siguiente ya ha sido sustituido por el siguiente partido del siglo, el siguiente resultado agónico y el siguiente tremendo drama. Y todo ello ocupa la mitad de cualquier telediario. Eso sí que es un drama. 

Y, por último, qué quieren que les diga, puestos a contemplar cuitas de millonarios, es mucho más entretenida SuccessionTiene diálogos soberbios, personajes fascinantes y mucho mejor vestidos. Esto sí que es un relato en condiciones y no el del once contra once, el de “no hay rival pequeño”, o el de “el fútbol es así”. Será porque no está escrita con los pies. 

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