Nos han metido en el escandaloso y fraudulento timo del fútbol para desviar otro tipo de emociones. Estamos en un paraíso donde los millones se mueven con alegría mientras los valores universales apenas funcionan.
Uno no puede esconder su perplejidad sobre lo que algunos consideran información y otros manipulación estomacal e intelectual. Hay que vender como sea. Menos es más, consideran algunos de los grandes grupos de comunicación aplicando la teoría. Hace tiempo que dejaron de valorar la información en toda su extensión para convertirla en una nebulosa de confusión y morbo. Ya se sabe, el exceso de información conduce a la desinformación.
Últimamente, muchos medios sumidos en ese alocado intento por ajustarse a los nuevos modelos comunicativos han querido convertir sus plataformas en meros portales informativos. Son esos mismos de los que nos vamos alejando y mantiene el sistema público afín que con el inicio de las redes sociales y los nuevos modelos de comunicación, llámese internet, han ido modificándose a la carrera sin saber realmente cuál es su destino. Están manejados por supuestos chamanes de la información.
En este inicio de pura temporada estival he seguido atónito lo que debería de ser un auténtico debate social. Me refiero a la corrupción en el fútbol, uno de los escalones donde casi nadie se atrevía a entrar. Era y es un terreno protegido.
En él la comisión, la mordida o el puro negocio están a la orden del día. Y no pasa nada. El fútbol es la mejor forma de controlar cerebros a través de los sentimientos. Sin embargo, los clubes reclaman y reciben también subvenciones y ventajas mientras distribuyen sueldos, finiquitos y comisiones inexplicables. Es un mundo al margen de nuestro mundo más real.
Mientras amanecía atento a una pantalla de televisión resultaba cada vez más preocupante comprobar cómo las cinco primeras noticias que ofrecía un telediario ininterrumpido estaban relacionadas con el deporte rey. Y no para hablar de ilusionantes fichajes, resultados, objetivos, goles espectaculares. No, era para hablar de presuntas estafas al fisco, mordidas millonarias, y corruptelas que por otro lado siempre apuntan al corazón de los aficionados, aquellos a los que se les pregunta ¿usted qué opina? para que vomiten su amor a colores o líderes y de paso eclipsen la objetividad.
No niego que Cristiano Ronaldo, al que llaman tontamente CR7, sea un tipo muy legal y un gran futbolista. No es de los míos. Es un millonario capaz de vanagloriándose de su situación. Está en el punto de mira porque el fisco le reclama casi 15 millones. Él se ha enfadado. Como venganza, el chiquito casi ha puesto su destino fuera de España si le siguen dando por saco. Ha querido dividir a la afición, ha querido jugar con los sentimientos personales y valores sentimentales de aquellos que encuentran en el futbol un alivio a sus penurias. También lo intentó el entorno de Messi en su momento por las mismas razones y la cuadrilla alegremente lo alentó.
Tampoco dudo que el magnate de los fichajes, el tal Jorge Mendes, sea un lince para lo suyo. Pero nadie puede negar que su verdadero interés está en el bolsillo. Resulta que cuando a uno le sientan ante el juez por cualquier presunto delito ha de repetir las mismas consignas: no lo recuerdo, no me consta, no era mi cometido. Todos estos presuntos que van desde la realeza a la política, el deporte de élite o la sutil delincuencia de barrio se lo han aprendido de memoria y nos han dado las claves de nuestro futuro judicial.
No da tristeza sino indignación comprobar cómo todo un presidente de la todopoderosa Federación Española de Futbol en la que se mueven miles de miles de millones y es de todos los españoles pasaba sus primeros días de vacaciones en la cárcel, compartiendo paseos con otro ex presidente de club, Sandro Rosell.
Y luego está ser testigo de cómo nuestros medios de comunicación hablan con absoluta naturalidad y desparpajo de fichajes de 200 millones de euros, y elevadas comisiones, a millones de parados y olvidados por el sistema o maldecidos por la precariedad laboral.
¿Cómo es posible que la sociedad tolere que los medios de comunicación públicos dediquen minutos, minutos y más minutos a explicarnos las bondades sobre el fichaje de un jugador que puede costar doscientos millones de euros como si hablaran de la nada o de una abstracción cuando aún quedan tantos millones de parados, los hospitales no dan de sí, la bolsa de pensiones flaquea o los aeropuertos se colapsan?
Esta semana un nuevo grupo de subsaharianos ha intentado hacer lo imposible. Se han jugado la vida. Han estado dispuestos a perderla por encontrar una oportunidad. Se han roto los huesos, se han cortado el cuerpo con las guillotinas afiladas de las vallas fronterizas que nosotros mismos hemos financiado, han sufrido una de las mayores degradaciones que pueda padecer un ser humano como es la humillación.
He escuchado a nuestro ministro de Interior decir que eran provocadores del orden público, invasores, mala gente, peligrosos porque intentaban buscar un espacio de libertad en sus vidas. La noticia ha durado unos segundos mientras las imágenes los presentaba sangrantes, derrotados, medio muertos, humillados y felices en su desmayo por haber alcanzado el primer paso de su quimérico viaje al Edén.
Después, esos mismos medios han repetido con todo detalle que decenas de periodistas habían acudido a cubrir la inexistente comparecencia informativa de CR7 tras salir de declarar por su presunta estafa al fisco. Nadie se ha quejado del plantón del multimillonario. Para estos del balón que se los llevan crudos hay bula. Ningún ministro se ha quejado. En fin, en ello continuamos. Pagando a escote la fiesta. Y con alegría. No se impacienten, pronto comienza la liga.