El banquero italiano preside hoy su última reunión al frente del BCE, cuyo mandato al frente de la institución financiera no ha dejado indiferente a nadie
MADRID. Cuando Mario Draghi asumió la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) en 2012, la institución y la propia Eurozona se enfrentaban a grandes retos. Tantos que se había cuestionado el propio concepto del euro. Nadie esperaba que aquel comentario de “haremos todo lo que sea necesario y, créanme será suficiente”, bastaría para convencer al mercado de que esta vez sería diferente. Aquel discurso del verano de 2012 fue algo realmente especial.
Cuando llegó al BCE, España era el eslabón más débil de la Eurozona después de que los mercados se hubieran empeñado en que el gobierno no fuese capaz de financiarse mediante la emisión de deuda. Aunque el foco estaba puesto en este país, toda la Eurozona mostraba debilidad y Mario Draghi encendió una chispa que derivó en una serie de grandes decisiones que siguieron para salvar el euro como moneda y para, en mi opinión, salvar el espacio económico europeo.
Porque -aunque aquellas palabras fueran indiscutiblemente importantes- solo fueron el comienzo de su gran obra, ya que que un sistema no se salva sólo con un discurso; en realidad, es necesario el esfuerzo coordinado de acciones para asegurar la estabilidad y asegurar su reconstrucción. Yo diría que Mario Draghi es el hombre que realmente entiende cómo funciona nuestro sistema económico y afortunadamente para Europa pudimos contar con él en los momentos más delicados.
La primera de las medidas que marca el mandato de Draghi fue el programa Outright Monetary Transactions (OMT), que permitía la compra de bonos soberanos para permitir que los gobiernos de los países que habían pedido ayuda a través del Fondo Europeo de Estabilidad pudieran financiarse. Eso sí, esta medida establecía una condición, que el país que recurre a él debe implementar políticas económicas concretas. Esto derivó en un estrechamiento de los diferenciales de los bonos soberanos, mejoró la capacidad de financiación, lo que ayudó a los bancos al permitir que las entidades financieras fueran capaces de financiarse a tipos asequibles y así poder conceder préstamos a tipos más bajos a los agentes económicos del país.
A las operaciones OMT les siguieron los programas LTRO, una de las decisiones más importantes de Draghi, ya que garantizó que los bancos pudieran refinanciarse a tipos realmente bajos, algo muy positivo para el sistema financiero y los bancos europeos. Esta semana es su última reunión del BCE y nos deja un sistema financiero mucho más saludable con tipos muy asequibles y programas que permiten seguir estimulando la actividad económica y el consumo de los consumidores.
Sin embargo, la función del BCE seguirá enfrentándose a retos a medida que avancemos en la cuarta etapa de la Revolución Industrial, que es la digitalización. Creo que el segundo paso de esta nueva era será conocido por una nueva generación de comunicación inalámbrica o 5G que permitirá la conectividad masiva entre máquinas y objetos, lo que a su vez permitirá el siguiente paso en la automatización y eficiencia industrial. Lamentablemente este próximo salto de automatización tendrá un gran impacto en los trabajos manuales y en el empleo, y corre el riesgo de debilitar aún más el consumo de los consumidores a medida que los trabajadores sean sustituidos por robots móviles, procesos de sensores y funciones de red.
Aquí es donde Christine Lagarde debería marcar una diferencia alentando el gasto fiscal que crearía puestos de trabajo de sustitución y facilitando esta transición. Por lo tanto, su permanencia en el cargo debería ser una continuación de la de Draghi en su intento de sostener el sistema a escala europea y solidificarlo aún más, dados también sus antecedentes y conexiones políticas. Recientemente se dirigió al FMI y declaró, por ejemplo, que la unión bancaria y la unión de los mercados de capitales también ocupan un lugar destacado en su agenda para las cuestiones que quedan por tratar.
También estará acompañada por otra persona competente, su nuevo economista jefe, Philip Lane, un hombre que sabe bastante sobre los beneficios de la acomodación del BCE después de haber rescatado el sistema bancario irlandés como jefe del banco central de aquel país tras de la crisis de 2008.
Por lo tanto, el mandato de Lagarde debería ser tan emocionante como el de Draghi y podría marcar el comienzo de la 'era baja para siempre' para garantizar que las oportunidades de empleo y consumo sigan siendo abundantes en los años venideros en la zona europea.
Mondher Bettaieb es director de crédito de Vontobel AM