La segunda parte del documental After Porn Ends vuelve a entrevistar a estrellas del porno retiradas que comparten diferentes puntos de vista sobre su profesión
VALÈNCIA. Hace diez años que salió en España El otro Hollywood, la historia oral del porno, de Legs McNeil, coautor del célebre Por favor mátame, un repaso semejante al legado del punk de los setenta. En ambos libros, aunque uno cultivase el porno y el otro la canción, había básicamente lo mismo: adicciones y problemas con la ley. Y esas profesiones, cantar vestido de mujer o actuar frente a la cámara practicando una felación, que lo ponían todo un poco más difícil.
Si bien, el mundo del porno era más particular que el de la música por muy extrema que esta fuese. Nunca nada ha atentado más contra la moral establecida que el sexo impúdico, más que cualquier estribillo que desafíe al sistema o a la escala de valores. Cuando se mostraba de repente todo lo que podía dar de sí el sexo a una sociedad que había crecido sin prácticamente ningún tipo de educación sexual, estallaban algunas cabezas. El valor de ese libro estaba en poder conocer desde dentro el tipo de vida que llevaron los miembros de esa industria, cómo les afectó a ellos la moda de la droga sin tampoco tener información sobre ello y el marcaje que les hicieron los representantes de la ley, además de la explotación a la que llegaron a estar sometidos algunos de ellos.
Pocos años después, tuvimos una versión del libro en un documental de Bryce Wagoner. Salió en 2010, se tituló After porn ends y se nutría de lo mismo, entrevistas a miembros de la industria del porno retirados que repasaban toda su carrera, vivencias y sinsabores. Ahora, ha aparecido la segunda parte, siete años después, que da vueltas sobre lo mismo de idéntica manera, pero con un grupo de actores distintos.
Destaca la aparición, por ejemplo, de Ashley Adams, que dice que solo se dedica al porno como experiencia previa antes de ir a la universidad, en la que piensa sacarse una carrera y conseguir otro tipo de trabajo. El resto de artistas veteranos que pasan por la cinta hablan de un mundo mucho más prosaico. Dicen que en la actualidad la industria del porno se ha devaluado tanto que las actrices ya no son tales, sino escorts que lo buscan es promocionarse en la industria para subir sus tarifas. El fenómeno antes era al revés, quien entraba en el porno no necesitaba prostituirse.
Ginger Lynn lo corrobora. En los 80 era maravilloso ser estrella del porno, todas las celebrities querían aparecer con ellas en fotos y fiestas, pero en la actualidad la percepción ya no es la misma. Incluso dentro de la propia industria, la actriz contrapone la amistad y compañerismo entre los antiguos actores con la de los actuales, que espera mirando el móvil a sus escenas en lugar de confraternizar con la persona con la que van a tener relaciones frete a la cámara para hacerlas un tanto más interesantes y llevaderas. Lynn no le recomienda el negocio a nadie, a día de hoy, aunque deja una sentencia válida para todo el mundo: "si hubiera trabajado en McDonalds y no me hubiese gustado, sí sería una puta, pero a mí me gustaba follar".
Llama la atención los negocios a los que se dedican después de jubiladas. Una gran mayoría de las entrevistadas, tanto en la parte uno como en la dos, se metían en el mercado inmobiliario. Algunas con éxito relativo. En la primera entrega, Raylene, presumía de haberse sacado el título y haber encontrado ese trabajo. Luego, eso sí, salía al final del vídeo que había tenido que volver a la pornografía. Shyla Ryder también optó por esa profesión tras retirarse.
Como viejas glorias, aparecen Georgina Spelvin, de El diablo en miss Jones, o Johnnie Keyes, de Detras de la puerta verde. Dos clásicos del género. Spelvin no tiene ningún tipo de historia desgarrada detrás, solo que para ella cada película iba a ser la última pero luego siempre volvía. El caso de Keyes es distinto. Hijo de un alcohólico que le maltrataba, tuvo que huir de su casa, se hizo boxeador y de ahí dio salto al cine porno abriendo, tal y como él considera, la puerta a todos los de su raza e iniciando el mito de la BBC, que no es la delantera del Madrid, precisamente, sino el acrónimo de "big, black cock" (gran pene negro).
Sin embargo, la historia más triste la pone Janine Lindemulder, sobre algo que ya se habló en la primera parte. Cuando eres actor porno, todo sobre lo que sabes es sexo, solo se te relaciona con el sexo y nunca dejas de estar asociado a él. Es un estigma para toda la vida. Alguien menciona en el docu: dan felicidad a la sociedad pero ella solo les devuelve rechazo. En el caso de Janine, que cuenta la típica historia de enriquecimiento y descenso a los infiernos, de no saber qué hacer con el dinero a vivir en una furgoneta con su gato, perdió la custodia de su hija porque se la arrebató Sandra Bullock, casada con su ex marido. En el juicio, según la versión de Janine, al verla la juez con sus tatuajes y valorar su pasado, no tuvo ni opción de defenderse. Ya estaba todo el pescado vendido. Sin su hija, cayó en una depresión y estuvo a punto de suicidarse.
Otro caso todavía más truculento que se trata es el de Darren James, que le pegó el sida a tres actrices en 2004. Él tampoco sabía que le habían infectado durante unos rodajes en Brasil. Comenta que le es imposible saber dónde y cómo lo pilló, que recordaba toda la etapa en la que pudo suceder como una "zona gris". Ahora es entrenador personal.
En realidad, la imagen de la industria y el haber participado en ella no queda muy bien parada. La mayoría de los entrevistados eran adolescentes que o se fugaron de casa, huyendo de malos tratos y abusos o expulsados, como Shelley Lubben, o se introdujeron en el mundo de las modelos, concursos de belleza de la mano de sus padres, como Houston, sin ser capaces de ganarse la vida de adultos con otra cosa que no fuera su cuerpo. Ocurre lo mismo con los hombres, Randy West, al que vemos viviendo solo retirado viendo una y otra vez las pelis porno que ha protagonizado, antes quiso ser jugador de beisbol y cantante de rock.
La más inteligente de la saga era Asia Carrera. Tanto que fue aceptada en Mensa, la asociación mundial de superdotados, aunque tuvo que luchar para que incluyeran su web a lado de su nombre y la pusieran en la lista de celebrities. Carrera aprendió todos los oficios que se pueden desempeñar en un rodaje por eso, por su inteligencia, y porque se aburría. Luego pasó a ejercerlos e hizo fortuna hasta que falleció su marido. Aunque la fue bien y era inteligente, vivía con su hijo en Utah, donde la pornografía ha tenido fuertes restricciones, para que nadie la reconociera y estaba superando su alcoholismo tras la pérdida de su pareja. Hay muy pocas, por no decir prácticamente ninguna, de eso que se llama ahora historias de éxito, en todos estos testimonios.