Tras lamentar la insoportable dimensión de la burbuja de festivales es posible detenerse y observar algún rayo de luz entre el manto de oscuridad
VALÈNCIA. El lado bueno de las cosas es uno de esos lugares comunes a los que abrazarse cada vez que el escenario no es el ideal -lo cual suele suceder a menudo-. Una especie de mal menor vital al que sujetarse para tratar de evitar perder el equilibrio; en el caso de la burbuja de festivales, se traduce en la versión indie del “hay que tener amigos hasta en el infierno”. ¿Existe el lado bueno en la abrumadora oferta y reproducción idéntica de festivales de música? No mucho, la verdad, pero al final es cierto de alguna manera: no es tanto aprovechar el lado bueno de las cosas, como identificar las excepciones que pueden ayudar a sobrevivir a la condición actual de una realidad que tiende a la repetición más tediosa.
En este sentido, encontrar el lado bueno de la insoportable burbuja de festivales clonados parece fundamental para sobrevivir(la). Al menos, a corto plazo: sobrevivir al verano. Ser capaces de vislumbrar la luz entre tanta honda oscuridad es una virtud necesaria para la supervivencia como civilización. Entonces, ¿hay luz en la sobredimensión de la industria de los festivales de música veraniegos? Corrijamos: aparentemente sí. Los carteles del Low Festival, Iboga Summer Festival, Arrankapins Festival y Cinturó Jove Fest, que se desarrollan entre el 25 de julio y el 5 de agosto, ofrecen falsos llanos de hastío vital entre la homogénea necesidad de no ofrecer sorpresas que alteren demasiado los planes del público.
Cierto es que el Low Festival (del 27 al 29 de julio) no es precisamente el epítome de la originalidad o el representante más afinado de la cultura outsider. En su cartel hay mucha tarifa plana indie sin discusión: Izal, Carlos Sadness, Niños Mutantes, Los Planetas (sí)… Sin embargo, si uno se asoma al precipicio y escora los párpados para obligar a los ojos a ver más de lo que les permite la distancia, quizá pueda vislumbrar algunos salvavidas, solitarios y a merced de la corriente y las rocas, flotando en el agua. El optimismo es una cuestión de nadar contracorriente.
El más visible, por jerarquía de dimensión tipográfica, es sin duda el de The Chemical Brothers. Los cabezas de cartel del 28 de julio son, por mucho que lleguen sin disco nuevo desde que publicaran Born In The Echoes en 2015, el haz de luz de mayor consistencia entre tanta oscuridad replicada. Junto a los ingleses, muy alejados de la insólita habilidad de Kakkmaddafakka para seguir ocupando primeros puestos en los carteles nacionales, la presencia internacional digna de hacer olvidar todo lo demás la completan Vintage Trouble, Woods (un ataque frontal a la razón no ir a su concierto si se está en Benidorm) y Javiera Mena. Bala, La Plata y Belako completan la versión optimista del Low Festival.
Es cierto que no todo el monte es orégano y que muchas veces pagan justos por pecadores; y que unos cardan la lana y otros crían la fama. Estos serían, a grandes rasgos, los cabezas de cartel de los refranes de este artículo. Es cierto: no todos los festivales que se celebran en verano y en la costa del Mediterráneo pecan de meter la mano a ciegas en el saco comunal de grupos indies. Es el caso del Iboga Summer Festival, que prepara cinco días (del 25 al 29 de julio) de su propia versión del Rototom Sunsplash; un esfuerzo digno de destacar, en tanto en cuanto se salen de la norma general.
Sería también digno de resaltar el esfuerzo en los propios festivales indies, pero eso ya es harina de otro costal. En el caso del Iboga, las apuestas que concentran mayor confianza en el ser humano y menor agotamiento de fórmula son referencias que, como Julian Marley (Trademark Bob Marley y Lucy Pounder), The Skatalites o Kitty, Daisy & Lewis representan uno de los extremos de la industria musical; generalmente el que más alejada está de los filtros Instagram que aplican Pitchfork o Radio 3.
En su tercera edición, el Arrankapins del Grao de Castelló ha revolucionado su concepto y ha diseñado un cartel que juega a cosas más grandes sobre el papel. Lo mejor de todo eso es que lo ha hecho sin optar por la tarifa plana. Esto ha hecho que, en un mismo evento de dos días y ni siquiera una decena de bandas, convivan varias propuestas que favorecen la creencia en algún tipo de redención o salvación. No tanto por los nombres en sí, como por la línea que ha decidido adoptar. Pudiendo aprovechar la remodelación vital del festival -otra cuestión es si era necesaria- para lanzarse en plancha a por algún gurú independiente, el Arrankapins ha preferido un cartel con algo más de personalidad.
Si bien es cierto que la revolución no implicaba necesariamente una cuota femenina tan baja -más bien todo lo contrario-, hay cierta luz en la confección del cartel del festival que se celebra el 27 y el 28 de julio. Especialmente en la segunda jornada. Kiko Veneno y La Banda del Retumbe, Aurora & The Betrayers y Senior i El Cor Brutal se unen a las buenas razones del Arrankapins, que un día antes también ha programado el concierto del ex Enemigos Josele Santiago. Esa alineación y el carácter gratuito del festival no debe hacer olvidar que detrás, como patrocinador, tiene a BP, una petrolífera que en 2017 compartió con todos nosotros el 12.9% de las emisiones de C02 en la Comunitat Valenciana y que ha recibido multitud de quejas por parte de los propios vecinos del Grao.
Al Cinturó Jove Fest de Aldaia -además de haber elegido uno de los nombres con menos flow de la historia- le pasa lo que al Low Fest, pero al revés: es el cabeza de cartel el que menos luz arroja al plan; es decir, si tenemos en cuenta que hace 12 años ya que no estamos en 2006. Macaco y Huecco, y en menor medida Rayden, desconciertan un cartel que, en realidad, cuenta con atractivos que no necesitan del complemento de dos figuras estancadas en aquella extraña propuesta que entonces -no está tan lejos- se alimentó del inofensivo concepto de la fusión y el mestizaje sin reparar en el contenido.
El Cinturó Jove Fest se celebra del 28 de julio al 5 de agosto y contiene en su programa de conciertos gratuitos una representación de lo que en algún momento se llamó “música combativa” y que hoy todavía hay quien no ha encontrado un sinónimo más apropiado. Tal vez no lo haya; o quizá sea que estamos tan acostumbrados a la equidistancia de ciertas radiofórmulas pop que, cuando alguien levanta la mirada de su propio ombligo, le ponemos la marca. Entre lo más interesante de un cartel con pocas fisuras en cuanto a filosofía, los valencianos Frida (que presentarán su último disco) e Iseo & Dodosound With The Mousehunters.