Carelia es un territorio transfronterizo divido entre Rusia y Finlandia que sirvió de fuente de inspiración a Tolkien. Actualmente, apenas queda nada de la cultura carelia, solo medio millón de habitantes que representan el legado de una república que nunca fue. Su tierra fue azotada por la II Guerra Mundial y soportó los años más duros de la URSS. Lo prueba la gran cantidad de restos humanos, de miles de muertos que aún están enterrados en sus bosques. En 2017, de hecho, apareció un español, un refugiado de la Guerra Civil, que murió allí luchando contra los nazis
VALÈNCIA. Es uno de esos territorios disputados que acaba sucumbiendo ante los más fuertes. Carelia se encuentra entre Finlandia y Rusia. Durante la II Guerra Mundial, los combates entre fineses y soviéticos tuvieron lugar en sus dominios. Cientos de miles de refugiados huyeron cuando finalmente la mayor parte del territorio quedó en manos de la URSS. En 1992, Finlandia renunció oficialmente a su reivindicación sobre estas provincias y reconoció las fronteras de la actual Federación Rusa. Su presidenta entonces, Helena Valta, señaló que no quería reabrir "una página dolorosa y sangrienta" de su historia.
De ese pasado al que se refería la jefa de estado finlandesa dan buena cuenta los restos humanos que siguen apareciendo bajo tierra en esta zona. Hace dos años se encontró a un español. Martín Peña, un niño de la guerra que combatió como voluntario con los soviéticos cuando empezó la invasión nazi de la URSS. Dio con él Alekséi Kolodéznikov, responsable de la búsqueda de desaparecidos en combate rusos. Es curioso que en la rueda de prensa en la que se comunicó el hallazgo, estaba presente la abadesa del monasterio local, el de Siandeba, que propuso construir un memorial para los niños de la guerra españoles que murieron en ese frente. Su historia, dijo, había conmovido a las monjas locales. Aquí no tanto.
Este año, en el Festival Internacional de cine Play-Doc, celebrado en Tui, el cineasta Andrés Duque ha presentado Carelia, Internacional con monumento, un documental que presenta el encanto y la tragedia de esta tierra transfronteriza. El cineasta buscó una familia que aún viviese en zonas remotas y dio con los Pankrat’ev, que ocupan toda la primera parte de su película y sobre ellos articuló su enfoque.
La segunda parte está dedicada a Yuri Dmitriev, un historiador que se ha pasado veinte años identificando a los cadáveres de la fosa común de Sanmardoh, donde se produjeron ejecuciones en masa. Ahora, los propios árboles del bosque sirven de lápidas donde colgar los recuerdos de los muertos. Hay una gran placa que preside todo, dice así: "Gente, recordad ¡no os matéis los unos a los otros!"
En este aspecto, Duque ha querido denunciar en su documental la situación de los que investigan estas fosas. Según explica el director: "Parece que esto se ha convertido en un problema de estado. Los historiadores están yendo a prisión. Le están devolviendo a las familias a sus antepasados, que fueron muertos allí y no sabían ni quiénes eran. Hablan del genocidio que hubo durante la Gran Purga de Stalin y esto es un problema hoy día. Se están desmantelando los memoriales como este en Rusia para tapar la imagen negativa que pueda dar el país hacia fuera. A Sanmardoh llega gente de muchos países a recordar a sus muertos, es un lugar de encuentro, y lo que está ocurriendo ahora es que se quiere cambiar la imagen de Stalin, dar una más positiva, y se ha llegado a conseguir que un 46% de rusos considere ya que es un héroe". Estas declaraciones tienen más de un año, en la actualidad la valoración positiva está por el 51%.
En las primeras imágenes del film, el padre de la familia del bosque lee sus libros con una lupa. Cuenta cómo Iván el Terrible conquistó la ciudad y castigó a todos los habitantes. Destruyó todo, quemó todos los libros y se cree que llegó a asesinar a entre 700.000 y 1,5 millones de personas. La imposición de la fe que conllevaba este tipo de invasiones, cuenta el hombre, hizo que mucha gente se suicidase antes de apostatar. Hubo suicidios masivos. Se cubrían de heno y se prendían fuego familias enteras. A los supervivientes que no cambiaban su fe, se les torturaba. Cita un caso, el de un tal Guttuev, al que le arrancaron los intestinos y luego le quemaron.
El simbolismo de los bosques que filma Duque, donde dedica largos minutos a registrar cómo juegan los niños de esta familia, reside en que los muertos de alguna manera siempre salen a flore. Puede ser con los recuerdos colocados en el tronco de los árboles o por las investigaciones. Aparte de soldados que murieron en combate, muchas de las fosas contienen a represaliados del estalinismo. Ese es el motivo por el cual el gobierno de Putin está estableciendo organizaciones gubernamentales dedicadas a la memoria para que a la hora de investigar este tipo de fosas solo quede registrada la información que conviene a su país. Un blanqueo del estalinismo. Estas organizaciones, como la Sociedad Histórico-Militar, tienen como fin expreso "consolidar las fuerzas del estado y de la sociedad en el estudio del pasado ruso y contrarrestar cualquier esfuerzo de distorsión".
El documental tiene un marcado carácter experimental y personal. No ofrece una narrativa ortodoxa o periodística, sino que más bien incide sobre el tema de una manera subjetiva y emocional. Exalta la belleza de la naturaleza por estas latitudes y al mismo tiempo evoca los fantasmas del pasado que, por desgracia, son eternos, habida cuenta de que lo que debía ser olvidado gracias al reconocimiento, se mantiene vivo por un gobierno que, como tantos otros, se dedica a promover el "aquí no ha pasado nada".
Pese a todo lo expuesto, solo un 30% de finlandeses quiere recuperara Carelia, según una encuesta de 2005. Entre los argumentos en contra, se dice que Carelia tiene un nivel de vida muy por debajo del finlandés y habría que financiar el territorio. Por otro lado, también se tiene en cuenta que los habitantes de las provincias ya no son carelianos, sino mayoritariamente de origen ruso y ucraniano, que no se "integrarían" con facilidad en el estado finlandés. Causas muy prosaicas, aunque es más relevante otro dato. Los deseos de anexión eran más populares entre los mayores de 65 y los menores de 25, los que aún recordaban la Carelia finlandesa y los que lo han leído por internet, en contraposición a las generaciones que crecieron durante la Guerra Fría y son menos amigos de, como dirían en el norte, montar un pochocho para devolver la gloria a la nación.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas