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Entrevista con el verdadero Frank Serpico

A finales de los 60 y principios de los 70, Nueva York experimentó un aumento exponencial del tráfico de drogas y la prostitución. Determinadas unidades del Departamento de Policía de la ciudad y comisarios fueron colaboradores necesarios del funcionamiento de las mafias y criminales. Frank Serpico fue un agente encubierto que destapó la corrupción policial. La fama le llegó por la película de Sidney Lumet y Al Pacino sobre su caso. Pero su figura, incluso hoy, resulta controvertida. Un documental le entrevista durante hora y media

28/04/2018 - 

VALÈNCIA. El escritor de novela negra Don Winslow destaca por la documentación cuidada con la que contextualiza sus historias. En su última novela ha abandonado los carteles mexicanos y se ha centrado en el departamento de policía de Nueva York en plena epidemia de opiáceos. Si por algo destaca la obra, es por la información que se extrae y deduce de las conversaciones que tienen los policías. Winslow presume de que para elaborarla estuvo durante un tiempo empotrado en unidades de policía de la ciudad. Y uno de los temas que salían en las conversaciones de los cops era el de Frank Serpico. 

Si de algo nos suena ese apellido es de la película homónima de Sidney Lumet que catapultó a su protagonista, Al Pacino. Es un clásico policiaco con una Nueva York en crisis, la del paso de los 60 a los 70, donde aumentaba la delincuencia y el tráfico de drogas de forma exponencial. Nada menos que ese ambiente que ha mostrado apasionadamente The Deuce, la última serie del maestro David Simon

A raíz de esa película, en el imaginario colectivo, es como un héroe. El último valiente. Alguien que desafió a la mafia más poderosa por su hondo sentido de la justicia. Para los personajes de Winslow, en su último libro, Corrupción policial, era un cantamañanas. Por su culpa, la policía se dedicó a investigar a la policía durante una década olvidándose por completo del crimen, decían. 

El propio autor de la novela, en su entrevista concedida a Jot Down, considera que Serpico hizo algo bueno, obviamente, pero que no pudo asustarse mucho por la corrupción de sus compañeros de unidad porque absolutamente toda Nueva York conocía la reputación de esos policías y él pidió el ingreso voluntario. Desconfiaba de que ahí viese la luz e hiciese su denuncia.

En este documental del año pasado, Frank Serpico, de Antonino D'Ambrosio, en una extensa entrevista es Serpico quien explica al verdadero Serpico. Algo que por fin se producía, porque al menos en España solo teníamos la película y la novela de Peter Maas que adaptaba el caso real. Un clásico de las tiendas de segunda mano. Ahora habla el hombre de carne y hueso que dio lugar al mito. 

Llegado del sur a un norte rico

Destaca en un inicio su origen familiar. Su abuelo, minero, fue apuñalado para robarle la nómina. Dice Serpico que ahí pudo empezar su vocación. En un deseo del subconsciente de detener al criminal que le hizo eso a su antepasado. Por otra parte, el narrador destaca el peso de ser italiano en Estados Unidos. Llegaron del sur. Se les calificaba como africanos. Se decía que nunca aprenderían inglés, que su religión era otra. Ellos pensaban que llegaban al paraíso, pero se encontraron que no había ni calles y, no solo eso, sino que se suponía que ellos iban a ser los obreros que tenían que pavimentarlas. Sufrieron las clásicas imposiciones y desprecio del norte rico contra un "sur", general, menos desarrollado. Un shock para todos los que llegaron. 

Gentrificando

Luego creció en Brooklyn, estudió ciencias políticas y acabó en la policía. Un detalle que se muestra como determinante de su trayectoria fue que se instaló en un barrio en lo que hoy llamamos plena gentrificación. No salía ni en los mapas de Nueva York. Estaba lleno de intelectuales, artistas y homosexuales. Serpico era policía. Desentonaba su profesión, pero no su personalidad. Por lo que cuenta una bailarina, en ese ambiente, era uno más. 

Con su mentalidad, también daba el cante, recíprocamente, en el departamento de policía. Aquí un oficial explica que al cuerpo le gustan "las esposas sumisas", esto es, que todo el mundo piense igual, opine lo mismo y reme en la misma dirección. Serpico iba más por su cuenta, era independiente. 

Oleada de corrupción

En este contexto, el Departamento de policía de Nueva York alcanzó en esa época las mayores cotas de corrupción, al tiempo que aumentaba exponencialmente el tráfico de drogas y la prostitución. La policía, o determinadas unidades o comisarios, eran colaboradores necesarios. Algo que no era la primera vez que ocurría, ni la última: no ha dejado de pasar, como lo demuestran las noticias que siguen llegando. Siempre habrá algún policía que se corrompe. 

En aquel país y en aquella época, en plena efervescencia ideológica, por un lado, y dura lucha por los derechos civiles en la otra, la situación fue crítica. Hasta aparece el gran Luc Sante comentado la gravedad que adquirió la corrupción policial en ese periodo. 

La fama de Serpico en el departamento era infame, por lo que cuentan los testigos, porque delató a policías que aceptaban sobornos. Algo que debía estar extendido como en un país ex comunista. Si te fichaban extraoficialmente, ibas dado. Aunque, tal y como explica otro policía metido en las denuncias al departamento, el problema no eran las amenazas de muerte que te hacían, sino las que no te hacían. 

Peliculero

Serpico a día de hoy sigue teniendo palabras peliculeras. Bajo presión, cuando estuvo a punto de dejarlo todo, dice que recuerda que hizo "un juramento". Estuvo a punto de morir, le dispararon en una trampa, y recuerda que sobrevivió porque logró enfadarse lo suficiente como para seguir viviendo. Los que le rescataron no sabían quién era, después dijeron: "Si llego a saber que era Serpico le hubiera dejado desangrarse". No pidieron ayuda cuando le dispararon. A partir de ahí, llegaron los reportajes en la prensa y el mito que conocemos. 

De Laurentis dice en una entrevista de la época que solo necesitó diez páginas del libro de Maas para decidirse a rodar la película. Tuvo hasta un arranque de Che Guevara, con las fotos de su rostro, que, por ejemplo, adornaban la habitación de Tony Manero junto a la de Rocky en Fiebre del Sábado Noche.

A lo Salvados

Uno de los logros del documental es juntar a Serpico con uno de los policías que estaba presente en aquella trampa, dice que no se acuerda de nada y suelta un repertorio de evasivas elocuente. Pero aún le guarda cierto rencor, porque dice que sus actos, al fin y al cabo, solo sirvieron para dañar al departamento de policía. Es el espíritu de la época, también aparecen entrevistas a policías de entonces sobre la Comisión Knapp que investigó el cobro de sobornos y mordidas de los agentes y decían sentirse deprimidos. 

Todo lo demás que sabemos es que Frank, el verdadero Serpico, odiaba su trabajo. Estar entre prostitutas, fingiendo personajes como periodista disfrazado, actuar dependiendo su vida de ello, le resultaba detestable. Ahora, sale de casa con su coche para repetir una de sus aficiones, alimentar cuervos. 

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