VALÈNCIA. Un recién nacido dormita envuelto en una manta, la paz absoluta le invade. Impasible ante el trasiego a su alrededor, es la envidia de cualquier adulto hastiado de contar rebaños para conciliar el sueño. También de esos padres primerizos que ya no recuerdan lo que era tumbarse más de tres horas seguidas. Sin embargo, este apacible rorro tiene truco: aunque su aspecto, peso y dimensiones indiquen lo contrario, no se trata de un pequeño individuo que dentro de unos años pagará nuestras pensiones, sino de un muñeco reborn, una réplica hiperrealista de un bebé cuyo mantenimiento no requiere hipotecarse para comprarle pañales.
Consideradas objetos de colección, las fieles reproducciones de humanos diminutos viven un auge sin precedentes. Detrás del fenómeno, se encuentra una comunidad artesana de presencia eminentemente femenina, como también lo es la mayoría de su clientela. Y a pesar de que el sector ha florecido en Internet -donde las profesionales difunden sus figuras y las compradoras detallan sus adquisiciones- muchos prefieren ver en directo a esos posibles nuevos habitantes de su hogar. Por ello, del 15 al 16 de diciembre, València acoge una feria reborn en la que once artistas locales expondrán sus creaciones. Las responsables de la cita, que se celebrará en el hotel Vincci Lys, aspiran además a romper los prejuicios existentes en torno a este ámbito y revindicar que su trabajo “es arte”. Y es que, aunque este universo cuenta con una legión de fieles adeptas, también genera extrañeza o incluso rechazo en parte de la sociedad, que no acaba de comprender que un público adulto sienta tanta pasión por estos seres artificiales. De hecho, para los no iniciados, acercarse a esas copias inertes de nuestros congéneres puede suponer transitar a toda velocidad por una autopista hacia el desasosiego.
El proceso para confeccionar uno de estos bebés que parecen estar a punto de cobrar vida no es rápido ni sencillo. En primer lugar, una escultora crea una figura en arcilla que es reproducida en copias de vinilo y vendida en kits con las distintas partes del cuerpo. Así, las extremidades y la cabeza se acoplarán a un torso de tela relleno de algodón sintético. Otra opción son las muñecas de una sola pieza y elaboradas en silicona. Las artesanas que adquieren los ejemplares son las encargadas de dotar de personalidad a cada muñeco, de convertirlo en un objeto único según las tonalidades empleadas para pintarlo, los detalles que se le añaden (rojeces, pecas, venas, color de ojos y cabello…) y la ropa con la que lo visten. De un mismo molde pueden surgir cientos de versiones. Con dedicación exclusiva, desde que se recibe el kit hasta que la réplica se da por finalizada pueden pasar unos 20 días.
El precio de una reborn confeccionada de forma manual parte de los 400 euros y puede superar holgadamente los mil. Todo depende de las características y exclusividad del ejemplar en cuestión, así como de la fama de sus creadoras. En las subastas que se organizan a través de plataformas como eBay, algunas figuras han llegado a alcanzar los 15.000 euros. La diversidad también abarca las dimensiones y gestos de cada figura, las hay que representan a niños prematuros y las que por su tamaño y rasgos podrían haber soplado su primera vela de cumpleaños. Algunos incluyen componentes electrónicos que, por ejemplo, simulan los latidos del corazón. Respecto al cabello puede ser injertado pelo a pelo o pintado.
Una de las profesionales dedicadas a esta labor en territorio valenciano es Julia Torregrosa, licenciada en Bellas Arte y comisaria de la exposición en la feria. Para ella, que lleva casi cinco años comercializando estas figuras que pinta de forma minuciosa, se trata de una forma más de desarrollar su creatividad pictórica: “siempre me ha gustado el hiperrealismo. Me compré un muñeco por hacer algo diferente… y me atrapó”.
Gran parte de estas muñecas acaban en manos de coleccionistas que las adquieren “porque les gusta el arte y prefieren los reborn a las figuritas de cristal o porcelana. A veces saco una muñeca y ya sé a qué coleccionista le va a gustar, otras veces me peguntan y tengo que aconsejarles que tal ejemplar no es adecuado para ellas. Cada individuo siente predilección por un reborn u otro, hay algo inconsciente ahí que le guía en esa dirección. Es decir, no estás comprando simplemente una muñeca, sino algo más. También hay compradores que se encaprichan de una pieza y la quieren porque les llaman la atención, ese sería un público más casual”, explica Torregrosa.
Uno de los caballos de batalla de las artesanas es apuntalar en el imaginario colectivo que sus creaciones no son juguetes, sin embargo, estas muñecas arrasan entre la audiencia infantil. “Avisamos a los padres de que no son adecuadas para menores de diez años, intentamos explicar que deben ser tratadas con mucho cuidado porque son muy delicadas. Y les recomendamos siempre modelos de pelo pintado para evitar el riesgo de estropearlas con el cepillado”, apunta Torregrosa. “No está especialmente dirigido a niños, pero es innegable que se ha convertido en un regalo estrella”, apunta Juany Duarte, otra organizadora de la feria.
“El objetivo es conseguir un efecto transparente como si fuera la piel. También prestamos especial cuidado en marcar las uñas o diferenciar las zonas más frías del cuerpo. Yo le pongo el precio al acabar según cómo me haya quedado”, apunta Torregrosa, que actualmente vende sus muñecas en España, Estados Unidos, México, Chile, Alemania o Francia. Una de esas clientas es Raquel Ortega, que se inició en estos lares hace un par de años y ya suma ocho de estas réplicas hiperrealistas. “Me fascina que de un vinilo se pueda conseguir un muñeco que parezca un bebé de verdad. Es una afición que te va enganchando”, explica. En cambio, la actividad de Gema Ballester va más allá del simple coleccionismo: emplea su centenar de figuras en cortometrajes de ficción para Muñecas de Terror y de Amor, su canal de Youtube. En su caso, mezcla las simulaciones de bebés reales con réplicas de personajes de fantasía como bebés de Avatar, vampiros, o zombis, “mi objetivo es conseguir distintos personajes para poder contar historias”.
Para Duarte lo más satisfactorio de su trabajo es conocer “la felicidad que provoca en quienes reciben el muñeco: cuando lo cogen se crea un sentimiento de ternura inexplicable”. Además, apunta a que cada artista tiene un estilo propio. En su caso, tiende a “colores tierra. Soy latina y los tonos de piel que tengo asimilados son muy distintos, por ejemplo, a los nórdicos”. Además, destaca como etapa esencial de su trabajo la observación de fotografías de bebés o de hijos de amigos “para tomar referencias”. Lucía Romero, también responsable del evento, siempre ha sido aficionada a las manualidades y aprendió a pintar estas muñecas de forma autodidacta. Ahora exporta sus reborn a Portugal, Italia y Francia. “Me encanta ver cómo van cambiando, añadir efectos de luces, colores pronunciados… Es un trabajo que exige mucha imaginación y es imposible hacer dos iguales”, señala.
¿Por qué tanta gente queda deslumbrada por estas concienzudas reproducciones? Torregrosa lanza una hipótesis: “Te acerca a la infancia de tus hijos o nietos. El tiempo en que un niño es así de pequeño pasa volando y a menudo estamos tan ocupados criándolo y trabajando que no nos enteramos bien de ese momento. Los reborn te dan la oportunidad de tener ese instante para siempre”. De hecho, en ocasiones, son los propios clientes quienes solicitan la réplica de un bebé concreto de su familia, “pero para eso hay que encontrar un modelo de muñeco que se parezca. A mí me encantaría hacer uno de mi hijo, pero todavía no ha salido ningún kit cuyos rasgos faciales sean similares”, apunta Torregrosa.
Otra de las responsables de la feria es Lucía Mora, que llegó al universo de los reborn por pura casualidad: “no sabía que existían hasta que vi a una concursante de Gran Hermano con uno. A partir de ahí empecé a indagar”. Actualmente, compagina su labor como artesana con su profesión de peluquera. “Me relaja pintarlos, además, es maravilloso ver la ilusión que sienten los clientes al cogerlo en brazos. Creo que lo que más atrae a los coleccionistas es lo tiernas y dulces que son estas figuras”, apunta. Como muchas otras artistas, entrega cada muñeco con un certificado de nacimiento en el que la compradora puede anotar el nombre elegido para el pequeño y la fecha de su llegada al mundo.
Frente a su primorosa labor, Torregrosa denuncia el ingente “intrusismo” en el sector, que inunda el mercado con muñecos de baja calidad y precios irrisorios. “Siempre recomiendo a las clientas que antes de comprar se informen para que no acaben recibiendo algo diferente a lo prometido”, apunta. El boom actual deriva también en la proliferación de copias falsificadas que hacen la competencia a los kits originales de las escultoras. La candorosa réplica de un recién nacido se convierte de este modo en el detonante de una guerra comercial. De igual modo, Duarte subraya el fenómeno de la creación de muñecas en serie por parte de marcas comerciales “que se anuncia como reborn, pero no lo son realmente porque se realizan en fábricas y su proceso de producción no tiene ese componente artesanal y artístico”, señala. Según todos los indicios, para conocer el origen de esta práctica, resulta necesario transportarse a la Alemania de la Segunda Guerra Mundial: ante la carestía impuesta por el conflicto bélico, muchas madres comenzaron a confeccionar muñecas para su prole a partir de piezas sueltas que iban encontrando. Un recurso para hacer más soportable la supervivencia en medio del horror se ha transformado en un oficio en el que impera la delicadeza.
Programas televisivos como 21 días, de Cuatro, difundieron la imagen de estos muñecos como un recurso terapéutico con el que algunas personas podían suplir carencias emocionales. Ante este escenario, la mayoría de artesanas consultadas se muestran cautelosas y tratan de relativizar el rol que puedan tomar sus creaciones en ciertas enfermedades o trastornos psicológicos. Para ellas, ante todo, prima la vertiente artística del reborn. Así, Duarte sostiene que estos muñecos “puede que ayuden a mujeres que no han podido tener hijos, pero nunca van a reemplazarlos”. “Algunos clientes las han comprado para sus abuelas y han recuperado muchas habilidades. Otra me contaba que, a raíz de tener a la muñeca, su madre ha empezado a estar más activa, a hacer punto… Y sé que hay centros de mayores que las utilizan en personas con alzhéimer. Pero creo que no es necesario invertir en ellas cuando hay muñecas muy bonitas y mucho más económicas que no son tan delicadas. De todas formas, si le hacen bien a cualquiera, yo encantada”, admite Torregrosa. Por su parte, Romero señala que cuidar de estas figuras puede “aumentar la autoestima” de algunos enfermos. “Es posible que haya gente que la sutilice para suplir alguna carencia, mujeres que no han podido tener hijos o que los han perdido, pero no creo que sea el caso mayoritario. Yo no interactúo con ellos, ni tampoco la mayoría de compradoras que conozco”, apunta Ortega.
Las artesanas que dedican sus días a estas tareas son plenamente conscientes de que se enfrentan al recelo y la incomprensión de amplias porciones de la ciudadanía. Y es que, el mundo del reborn todavía se percibe como una actividad excéntrica, un costoso sinsentido. “A mí también me parecía extraño este mundo antes de meterme en él. Sobre todo, les choca el precio, que te gastes tanto dinero en un muñeco, pero ¿cuánto se paga por un cuadro? De todas formas, yo no hablo del tema con mis amigas, sino con otras coleccionistas. Eso sí, muchos conocidos me piden que se los enseñe porque les intriga”, incide Raquel Ortega. “La gente tiene que entender que esto es un arte”, apunta Duarte, quien de todas formas comprende que haya quien lo mire con cierto reparo “creo que les asombra y asusta lo realistas que son”. “Si algunos coleccionan miniaturas de coches de carreras de los años veinte, ¿por qué está mal visto coleccionar muñecas? Es exactamente lo mismo”, resume.