El pasado martes dio inicio en el Trinquet Pelayo una nueva edición del festival de música contemporánea y experimental de València, que es además el más longevo de España en su género. Una exposición en La Nau repasará la historia del certamen a través de fotografías y carteles
VALÈNCIA. A lo largo de los últimos 40 años, el festival Ensems ha ido trenzando una leyenda casi invisible para el público general, pero digna de admiración dentro de los círculos de la música académica contemporánea y la experimentación sonora.
Si consensuamos una idea amplia de “éxito” que no depende necesariamente del número de butacas que se ocupan en cada concierto, tenemos que reconocer que Ensems atesora muchos méritos. Por él han desfilado músicos como Terry Riley, Gavin Bryars, Francesco Tristano, Stefano Scodanibbio y Alva Noto. O formaciones como el Cuarteto Arditti, Diotima, el Ensemble Modern de Frankfurt o el Musikfabrik de Colonia. Es decir, los Rolling Stones de la música contemporánea. El certamen ha acogido estrenos nacionales de piezas de Morton Feldman, John Cage, Luigi Nono o Xenakis, y se ha erigido en foco de creación, encargando piezas a compositores como Mauricio Sotelo, Jesús Rueda, David del Puerto o Voro García, quien el pasado mes de octubre se convirtió en el sexto director de Ensems.
Son muchos los baches que ha tenido que superar el festival para llegar al momento presente. El apoyo institucional y el del público no ha sido lineal ni constante. Su formato ha variado en diversas ocasiones, y todavía es un encuentro sin sede, acostumbrado ya al peregrinaje y la dispersión. Ensems ha sido capaz de sobrevivir a los recortes presupuestarios que sí acabaron con el Festival de Música Contemporánea de Alicante, al relevo en el Gobierno autonómico y a no pocas críticas internas y externas. Con todo, el martes pasado daba inicio en el Trinquet Pelayo una nueva edición marcada por diversas novedades y una ausencia llamativa. El Grup Instrumental de València, que durante más de 15 años fue la columna vertebral de Ensems, no forma parte de la programación de esta edición, bautizada como Camins de l’escolta y respaldada con 235.000 euros, un presupuesto ligeramente mayor al de años anteriores. Voro García habla de todo ello con Cultur Plaza.
Si Llorenç Barber destacó por la radicalidad y el desenfado de sus propuestas, Josep Ruvira por su inclinación teórica, Rafael Mira por su eclecticismo, Joan Cerveró por sus programas vinculados a las ideas centroeuropeas y César Cano por el alto grado de academicismo de su programación, a Voro García le gustaría ser recordado como el director que abrió definitivamente el festival a públicos no familiarizados con la música contemporánea.
Como primer acto simbólico, el festival se ha despojado de un plumazo de sus apellidos: contemporánea e internacional. “He intentado desarticular la idea de que este es solo un festival de música académica, en el que solo actúan personas formadas en conservatorios y se dirige a gente entendida. Prefiero que se hable de lo común a todas las músicas, que es el sonido. No podemos vivir de espaldas al publico. Creo que es más fácil atraer a nuevos público si “disfrazamos” las propuestas con nuevas tecnologías o hibridaciones con música electrónica, la danza o la música popular. En esta edición hemos incluido desde propuestas muy experimentales, hasta otras como la de Carles Santos, Tocatico-Tocatà, que es muy poco conocida y está compuesta para bebés. Quiero apelar a la curiosidad del público, no a sus conocimientos”, explica el compositor de Sueca, que también ha decidido borrar el término internacional del nombre “porque los festivales europeos no lo utilizan ya”. “Eso no significa que hayamos preparado un cartel local; vienen por primera vez grupos europeos como Ascolta Ensemble y el Emsemble Phace”.
El compositor castellonense Carles Santos, fallecido el 4 de diciembre de 2017, recibirá un homenaje el 20 de abril en el Centre del Carmen como reconocimiento a su labor pionera en la experimentación sonora. Pertenecía a una generación de artistas influidos por el movimiento Fluxus, la electrocústica, el serialismo y la improvisación. Músicos de mente abierta como Jose Luis Berenguer o Llorenç Barber, primer director de Ensems.
Barber (Aielo de Malferit, 1948) fundó en 1973 el grupo Actum con la idea de desarrollar propuestas musicales que huyeran de los formatos tradicionales de concierto de escucha unidireccional y se arrimara por el contrario a las hibridaciones con el jazz, el rock, el arte sonoro y la performance. Juan Hidalgo, Cruz de Castro, Nacho de Castro, Barbara Held, Toni Tordera y el citado Carlos Santos fueron algunos de los componentes de esta formación. Buscando apoyo institucional para sus actividades, el compositor descubrió que el Ministerio de Cultura destinaba una pequeña partida a Música en los museos que solía quedarse desierta. Así fue como surgió la idea de fundar Ensems y ubicarlo en el Museo de Bellas Artes de València. Esta fue la primera de las sedes emblemáticas del festival, que posteriormente encontraría cobijo en otros espacios como el Centre del Carmen, el Palau de la Música, la Nau, el teatro Talía y, por primera vez este año, también Bombas Gens. La primera edición de 1979, que solo contaba con 200.000 pesetas de ayuda pública, se tituló Actos de Música Alternativa. Después de Cage.
En 1984, la organización del festival pasó a manos de la Asociación Valenciana de la Música Contemporánea (AVCM) que englobaba a músicos, compositores, editores, musicólogos como Ramón Almazán y algún gestora pública como Inmaculada Tomás, quien asumió durante casi dos décadas la dirección del Instituto Valenciano de la Música y en los últimos tiempos la subdirección de Música de CulturArts. En 1995, tras la dimisión de Rafael Mira, Joan Cerveró toma las riendas de Ensems, que ya tenía ya como formación residente al Grup Contemporani –posteriormente llamado Grup Instrumental de València-, dirigido por él mismo. El músico de Manises, que continuó en el puesto hasta su dimisión en 2014, afianzó la conversión de Ensems en festival de titularidad pública e imprimió un giro hacia la modernidad europea tardo orquestal. Un sesgo que fue criticado por Llorenç Barber en alguna ocasión por desligarse del carácter “aventurero” y no tan académico de los inicios.
“Yo intenté mantenerlo como un festival abierto a Europa, que apoyase a creadores valencianos pero que no fuese muy local –comenta Cerveró-, y creo que entre 2000 y 2014 conseguimos ser el máximo referente de la música contemporánea en España. Pero también hubo muchos palos en las ruedas y dificultades económicas. Siempre protesté mucho por la falta de promoción e interés que recibía el festival desde la Generalitat. Hubo muchos momentos en los que a los dirigentes políticos no les interesaba Ensems porque lo veían demasiado minoritario. La apatía era tal que ni siquiera se quería poner dinero para una web propia [que ahora sí que existe] o para grabar muchos estrenos absolutos que se celebraron en el festival y de los que no hay registro audiovisual”. De sus años en la dirección, Cerveró reconoce que se han quedado varias espinas clavadas: no haber tenido suficiente dinero para traer a la Filarmónica Timisoara, al Ensemble InterContemporain de Boulez o a Ryuichi Sakamoto, “al que no pudimos programar porque exigía tocar con su piano, y transportarlo hasta València costaba 30.000 euros”.
“Gracias al Grup Instrumental de València, a Cerveró y a Inmaculada Tomás, el festival consiguió armar una estructura institucional, pero es cierto que el apoyo presupuestario a lo largo de la historia de Ensems ha fluctuado mucho”, indica Voro García. “En torno al año 2011 se produjo un recorte drástico y desde entonces ya es imposible realizar producciones propias como la de Sonetos del amor oscuro. Cripta sonora para Luigi Nono (2006), que podían llegar a costar 50.000 euros”. El panorama cambió mucho, y todos los testigos de la época coinciden en que si el festival sobrevivió fue gracias a que “músicos, compositores y directores nos apretamos el cinturón”. Acabaron las grandes producciones, pero entraron otras propuestas más jóvenes y sencillas, sobre todo relacionadas con música electrónica. En esta edición, por ejemplo, se ha incluido en el programa a Diamont Dancer, el nuevo proyecto musical de ambient del productor y dj Nacho Marco con Pau Roca, guitarrista de La Habitación Roja.
Con la idea en el horizonte de poder prorrogar su contrato con la Conselleria de Cultura más allá de los dos años que se estipularon en un principio, García quiere poner en marcha otras líneas de trabajo dentro de Ensems: petición de subvenciones europeas para el festival (que se financia casi en su totalidad de ayudas de la Generalitat, e INAEM y en menor medida del Ayuntamiento); nueva política de coproducciones con otros festivales de nuestro entorno e implementación de un sistema de “rueda” que impediría a una misma formación actuar en el festival dos ediciones seguidas. Esta es una de las razones que esgrime Voro García para explicar la ausencia del Grup Instrumental en la programación.
“Me parece muy mal que no estemos, y no puedo evitar pensar que somos víctimas de una depuración política. Se nos ha querido borrar de la historia de un festival que sobrevivió durante muchos años gracias al compromiso del GIV. Se ha vinculado injustamente al grupo con el PP por el hecho de que la Generalitat apoyara nuestra actividad durante tantos años”, critica Joan Cerveró. “Presentamos para este 40 aniversario un programa que reunía a músicos históricos del Grup. La dirección nos comunicó que el presupuesto que pedimos era demasiado elevado, cuando es una tarifa habitual para este tipo de producciones”.
“Yo quería que estuvieran –replica Voro por su parte-, pero la propuesta no cuajó y además he querido dar cabida en el festival a proyectos emergentes y a formaciones como Grupo Amores y Spanish Brass, que hacía mucho tiempo que no estaban en Ensems. Otros grupos veteranos como Quinteto Cuesta o Espai Sonor tampoco han tenido cabida este año, pero eso no significa en absoluto que no puedan estar en ediciones posteriores”.
“València es junto a Barcelona el mayor foco de música contemporánea en España, porque en Madrid ya no queda prácticamente nada –concluye García-. Aquí tenemos certámenes ya veteranos como Mostra Sonora de Sueca, el Rafel Festival de Rafelbunyol y les Nits d’Aielo i Art, y otros que surgen nuevos en Manises, Canals, Onda, Castellón… Es un buen momento para conseguir nuevos públicos para la experimentación sonora”.