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'el número de la multa'

En defensa de la risa: así se enfrentaron los "puercos" de La Traca a la censura

16/11/2017 - 

VALÈNCIA. “La risa es saludable y necesaria para la vida. Esos que padesen una andiquestión de seriedat, son muy nosivos para la humana familia. Su malhumor contagia a los demás, y de no existir la Musa festiva, la vida sería un siminterio con panteones, sipreses y calaveras (sic)”. A pesar de que pueda parecer sorprendente que algunas de las cuestiones ‘de la risa’ estén siendo tratadas por las más altas instancias jurídicas y hacer una viñeta pueda meter en más de un problema a autores y publicaciones, este es un cuento que no es nuevo. Acostumbrados a lidiar con los sinsabores de un poder que le dio un trágico final, la revista satírica valenciana La Traca, editada desde finales del siglo XIX y hasta el final de la II República, decidió dedicar un número específico a una de tantas multas que le fueron impuestas a la redacción de la ahora histórica publicación, un especial al que corresponde la frase citada al inicio de este artículo.

Bajo el inequívoco título de ‘El número de la multa’, en él los redactores del semanario se autodenominaban “puercos”, un número publicado el 30 de abril de 1921 y cuya página principal estaba bordeada de dibujos de cerdos pintando viñetas, sosteniendo ejemplares de la revista y, también, recibiendo una denuncia que dejó a los cochinos bien preocupados. En el centro, otra viñeta, la de un cerdo ahorcado con el siguiente texto: “¡Pobre director de La Traca!¡Tan chove y tan desgrasiat!”. Custodiado por la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu, el ejemplar formó parte hace un año de la exposición Revista La Traca. La transgresión como norma que acogió el Centre Cultural La Nau, un proyecto que no solo quiso mostrar sino también reconstruir la historia de la gran cabecera satírica, que llegó a despachar medio millón de ejemplares en su época dorada, convirtiéndose en un referente de la prensa valenciana y nacional.

Cuestión de echarle humor a la cosa, la exitosa revista, que se atrevió a sacarle los colores –y más que eso- a la Iglesia y a presentar a un Franco travestido, tuvo que lidiar con constantes denuncias por sus dibujos “pecaminosos”, una vida llena de baches que tuvo como pico –uno de tantos- ese número 509 dedicado a la multa. En él afirmaban no haber tenido nunca la intención de ofender a la “siñora moral”, para la que guardan “toda clase de consideración y respeto”. La socarronería por delante. “Mosotros entendemos que la Moral de un prediólico ampiesa pagando al impresor y no resibiendo subvensiones ni sobornos de naide. Y si en eso consiste la verdadera Moral, dende agora aseguramos que La Traca es el prediólico más honrao del universo”, declaraban en un texto dirigido al gobernador Ripoll Cabrera.

Una carta de defensa, de choteo y, también, de homenaje a su labor. Todo a la vez, sí. “En estos tiempos de acaparadores, conflictos susiales y carestía de sosistensias, los que como nosotros distraemos la vida siudadana con coatro inosientes bromas, hasiéndole olvidar tan terribles problemas, realisamos una labor sosial que debía ser premiada”. Con este curioso texto pedían a la administración que se les perdonara la multa de 500 pesetas, la máxima que se les podía aplicar… aunque de poco iba a funcionar esta prosa que de seguro iba a resultar poco aduladora para aquellos que, de nuevo, habían condenado a la revista. “Si ser un animal es un delito, desde agora le desimos que debían castigar a muchos de los que hoy figuran en las altas esferas de la política […] Conosemos personaje político que es un burro, consejero que es un ganso y orador que es una cotorra”. Esa debió doler, aunque también había para ellos mismos. “Nosotros debemos ser unos grandes porcos por la multa que nos han clavao”.

Contra Franco y la Iglesia

Los problemas con el gobierno no fueron un caso aislado, sino una constante desde que el conocido como Semanari pa la chent de tro publicara su primer número en 1884. “Hay en Valencia un periódico saladísimo escrito en chés que se titula La Traca […] Pues bien, al señor [José] Botella le escuece La Traca y, ¿cómo dirán ustedes que se ha rascado el picor? Pues imponiendo al colega una multa de 2.000 reales, sin decir por qué ni para qué”. De esta forma se hacía eco en 1885 el diario madrileño El Globo de las polémicas que siempre estuvieron asociadas a la publicación satírica. Recoge el catálogo editado por la Universitat de València con motivo de la exposición realizada el pasado año que llegó a ser denunciada una vez al mes entre abril y agosto de 1917. Suma y sigue.

Años antes, en febrero de 1914, ya publicaron una breve nota en la que decían: “No passa semana qu’el Chusgat no visite nostre pórche, y pratique rechistres, indagasions i altres menudensies per l’estil”. Y es que la revista, entre otros necesarios atrevimientos, fue una de las poquísimas publicaciones en caricaturizar la figura de Franco, al que presentaba habitualmente como un homosexual –“el general invertido”- prendado de bellos marroquíes o mirando de forma un tanto curiosa a un plátano. También se atrevió con la Iglesia, haciendo caricaturas de carácter erótico de frailes y monjas y representando en sus viñetas casos de pederastia. Aunque el final del editor de la revista -Vicent Miguel Carceller, fusilado por el régimen franquista-, fue una de tantas vergüenzas que hoy tenemos que asumir, los “puercos” de La Traca siguen siendo recordados, como lo serán las viñetas de hoy. Quien ríe el último ríe mejor.

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