VALÈNCIA. “Algunos piensan que nos mueve un sentimiento de venganza. Yo lo que busco es justicia”. Chato Galante fue detenido y torturado con 20 años. Por aquel entonces el Sindicato de Estudiantes, al que pertenecía, exigía una explicación al gobierno franquista por la muerte de Enrique Ruano, el joven que murió al caer desde un séptimo piso mientras estaba detenido.
Chato fue capturado durante aquellas manifestaciones. Antonio González Pacheco, conocido como Billy el Niño, fue su torturador. Cuando los golpes alcanzaron sus genitales, Chato pensó que ya no podría tener relaciones sexuales nunca más. Se acababa de estrenar hacía poco. “Soy un ser humano”, gritaba en su intento por resistir. Paradojas de la vida, en la actualidad Chato Galante y Billy el Niño viven en la misma calle, que, para más retintín, era la calle del General Yagüe (hasta 2017).
La anciana María Martín desea sacar a su madre de la fosa común en la que se encuentra. Sentada en una cuneta de la carretera, encima del terrorífico lugar, María recuerda lo que presenció con tan solo seis años. “La cogieron, la cortaron el pelo al cero y la pasearon por el pueblo para que todo el mundo la viera [sic]”. Esa noche la mataron y la tiraron desnuda al hoyo. Su ropa quedó expuesta en la cuneta. Durante muchos años María fue increpada a pedradas por los chavales del pueblo. Con la llegada de la democracia, en la localidad de Pedro Bernardo se mantuvo el mismo alcalde, así que las cosas no cambiaron para ella. “Lo que busco es justicia”, dice ante cámara mientras muestra las decenas de cartas enviadas a diferentes administraciones.
“Hola, señor juez del Tribunal Supremo de Madrid. Mi padre, que le mataron a su mujer, la única respuesta que recibía fue ‘tú la llevarás al cementerio cuando las ranas críen pelo, así que no andes molestando, no vayamos a hacer contigo lo que hicimos con ella’.
Les envío un saludo de esta mujer que sigue esperando que las ranas críen pelo.
María Martín”
El silencio de otros, el conmovedor documental escrito y dirigido por Almudena Carracero y Robert Bahar, narra la lucha, durante los seis últimos años, de un multitudinario grupo de víctimas del franquismo, unidos en la denominada “Querella Argentina”. Familiares que quieren recuperar los restos de sus seres queridos; torturados que asisten atónitos a cómo el Gobierno del Estado condecora y protege a sus torturadores; y, por último, mujeres que han sido objeto del tráfico de bebés robados durante la dictadura y el inicio de la democracia, y que quieren saber dónde están sus hijos, “vivos o muertos”.
Por qué Argentina
En 1977 España aprobó la llamada Ley de Amnistía que liberaba a todos los presos políticos. Pero además la controvertida ley impedía juzgar cualquier crimen perteneciente al franquismo.
Amparadas en la legislación internacional de la ONU sobre Justicia Universal, un reducido número de víctimas del franquismo presentaron en la República Argentina una querella “por genocidio y/o crímenes de lesa humanidad cometidos en España por la dictadura franquista”. Desde entonces se han presentado 350 querellas a través de la Coordinadora estatal de apoyo a la Querella Argentina contra crímenes del franquismo.
El colectivo, pese a los evidentes obstáculos del Gobierno central y de la Audiencia Nacional, ha logrando algunos avances en una evidente carrera de fondo. No obstante, durante El silencio de otros somos testigos de las piedras en el camino. En primer lugar, del bloqueo de unas videoconferencias, organizadas por la jueza argentina, con el objetivo tomar declaración a las víctimas. Según explica el abogado de la querella, Carlos Slepoy, la amenaza del Gobierno de España fue explícita: “si se efectúan las videoconferencias, España romperá relaciones con Argentina”.
También se repasa la imputación de Rodolfo Martín Villa, por “la posible comisión de hechos atroces”. En este caso, comprobamos cómo la Audiencia Nacional salva del escollo al político tras rechazar que la jueza argentina le pudiera tomar declaración con el argumento de que los delitos han prescrito. Según la legislación internacional, sin embargo, los crímenes de lesa humanidad no prescriben.
Por último, asistimos a los avances por enjuiciar al temido Billy el Niño. El antiguo policía franquista se libró de ser extraditado a Argentina con el mismo argumento que el anterior: según la Audiencia Nacional sus delitos también han prescrito.
Participación de València en la querella
Aunque no forman parte del documental, recordar que en la actualidad existen más de cien víctimas valencianas participando en esta querella. En 2016, con votos a favor de Compromís, Podemos, EUPV y PSPV, la Diputació de València aprobó una moción donde se comprometía a “apoyar a los municipios que se sumaran a la querella argentina”. Y en 2017 se firmó un acuerdo entre la Diputació de València, la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP) y la Plataforma de Suport a la Querella Argentina del País Valencià, que hacía extensivo el compromiso.
¿Olvido o negación?
“Es simplemente un olvido, una amnistía de todos para todos. Un olvido de todos para todos. Una ley puede establecer el olvido, pero ese olvido ha de bajar a toda la sociedad. Hemos de procurar que esta concepción del olvido se vaya generalizando porque es la única manera de que podamos darnos la mano sin rencor”.
Durante El silencio de otros escuchamos atónitos el discurso del líder del Grupo Vasco Xabier Arzalluz. Era 1977. Estaba a punto de aprobarse la Ley de Amnistía. Aquella norma que, supuestamente, serviría como mecanismo de reconciliación, contenía una trampa terrible: el hecho de impedir juzgar delitos pertenecientes al franquismo.
Con la Ley de Amnistía impusieron la amnesia colectiva. Para las víctimas del franquismo, para aquellos que no pueden olvidar, significó la negación de aquellos crímenes y desapariciones. En ese sentido, la “Querella Argentina” significa un rayo de esperanza, aunque todavía continúen esperando e incluso algunos se estén yendo irremediablemente.
María Martín falleció recientemente. Ahora es su hija, Mari Ángeles Martín, la que escribe cartas.
“Señor del Tribunal Supremo de Madrid, con todo mi dolor les envío un saludo de esta mujer que sigue esperando que las ranas críen pelo.
Mari Ángeles Martín, hija de María Martín, nieta de Faustina López”