VALÈNCIA. En 1990 se emitió el polémico último episodio de la primera temporada de Twin Peaks. La mítica serie que ahora ha renacido de las manos de David Lynch dejó un regusto amargo en los espectadores de la época que, hartos de los trapicheos y juegos de magia de su creador, dejaron comentarios indignados en la centralita de la recién nacida Telecinco, el equivalente de los noventa a lo que ahora serían avalanchas de tweets rabiosos, con el nacimiento de algún que otro troll.
Pero el tiempo pasa. Ya no llamamos a cadenas de televisión para quejarnos por el último capítulo de Puente viejo. La rutina de ver series y realities ha cambiado como si fuera un episodio blandito de Black Mirror. Ya no es sofá y mantita, es sofá, mantita y móvil preparado en la mano para ser el primero en escribir un tweet con lo que acaba de decir el de la cita de turno de First Dates. Los nuevos duelos del oeste. El que antes le da a “enviar tweet” es el nuevo sheriff del pueblo. Es una costumbre adictiva que va cogiendo forma cuanta más gente participa, cuantos más seguidores del programa dan su opinión o cuantos más tuiteros publican algo tan gracioso como para atragantarse con el chocolate de medianoche. Porque ver la televisión sin comentar al momento lo que sucede, es de señores.