opinión

El próximo 'emperador'... o 'emperadora'

El socio-director de AVD Consultora analiza los deberes a realizar por el nuevo presidente estadounidense para mantener la hegemonía del país en el planeta

27/10/2016 - 

VALENCIA. A estas alturas resulta incuestionable el poder hegemónico que ostenta los Estados Unidos en el mundo.  A pesar de que sus fundadores eran antiimperialistas por convicción moral, el poder, que aunque no buscado, se le ha otorgado a USA, se ha tornado casi imperial tras el fin de la Guerra Fría.

Estados unidos lleva más de 20 años detentando ese poder incuestionable por su liderazgo militar, económico y tecnológico. Los primeros 10 años de este periodo reinó el sueño feliz de que con el fin de la guerra fría, ya no habría más conflictos bélicos de magnitud, pero el segundo decenio, el pueblo americano volvió a darse cuenta de que el mundo seguía siendo un lugar peligroso y su presidente se lanzó en una desenfrenada cruzada de dar respuesta a todo conflicto que se levantara en cualquier región del mundo. Este tercer decenio, Estados Unidos comienza controlar sus impulsos inmediatos y deberá intentar controlar la hostilidad en el mundo con estrategias más sutiles.

Es evidente, que ningún país, ni tan siquiera China, disputa la hegemonía mundial a Estados Unidos, por lo que el nuevo presidente deberá concebir el mundo en un plano de división multiregional sabiendo encontrar equilibrios de poder, contando con socios de coalición y manteniendo planes de emergencia para posibles intervenciones. La estrategia básica será impedir que ningún poder regional pueda poner en peligro esa hegemonía casi imperial de los Estados Unidos.

Tanto Roosevelt con el imperio inglés como Reagan con la antigua Unión Soviética lo tuvieron mucho más sencillo, ya que el 'enemigo' giraba entorno el mismo satélite' y de alguna u otra manera su partida era mucho más unitaria. Pero en el siglo XXI, el próximo presidente, tendrá que jugar múltiples partidas en una mesa de juego peligrosamente fragmentada. La época donde todo giraba en torno a unos pocos peligros mundiales ha pasado a la historia. El equilibrio de poder en Europa no está íntimamente conectado con el de Asia, el cual a su vez poco tiene que ver con el que mantiene el status quo en Latinoamérica. Sin duda el mundo no es tan peligroso como lo era tras la segunda guerra mundial pero si es mucho más complejo.

El próximo presidente debe desarrollar una política exterior menos apasionada y más firme. En el futuro habrá muchos Al-Qaedas, ISIS y 'onces de septiembre' y si Estados Unidos vuelve a reaccionar de manera tan irreflexiva pondrá en peligro el sistema de equilibrios que debe mantener su Imperio. Para ello será básico refundar el sistema de alianzas e instituciones post Guerra Mundial (UN, OTAN, FMI…), reliquias sin flexibilidad para abordar la diversa complejidad del mundo actual y dar paso a instituciones y alianzas mucho más regionales que sirvan para balancear los desequilibrios locales que son la base de los conflictos actuales y futuros en el mundo post globalizado.

En este sentido, la política exterior estadounidense debería conseguir un sistema de alianzas en la que cada país soporte la mayor parte del peso de sus enfrentamientos regionales, apoyándoles de distintas maneras, pero interviniendo militarmente en casos muy concretos, donde el equilibrio de poderes corra riesgo de derrumbarse. Ese propio equilibrio de poder en el mundo y en sus regiones debe ser el que consuma las energías de los posibles enemigos.

Así pues, el próximo 'emperador' o 'emperadora' tendrá una tesitura similar a cuando la República de Roma se convirtió en el imperio romano, entendiendo que no existen ni enemigos ni aliados eternos y qué como dijo Palmerston “lo único eterno son nuestros intereses”. Este dominio mundial crea continuas amenazas y tentaciones, las mismas que hicieron caer a la República de Roma cuando se convirtió en Imperio.

Ignacio González es socio-director de AVD Consultores

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