VALÈNCIA. La pega con Mecano siempre tuvo que ver con que, a pesar del sonido y de look, no eran lo que decían ser cuando aparecieron. Las canciones eran buenas, y la fórmula que emplearon para darles forma, muy bien también. El problema consistía en que eran unos infiltrados –los primeros si cabe- en una escena, la nueva ola madrileña, fundada por artistas que en muchos casos se expresaban con los instrumentos musicales: Radio Futura, Zombies, Alaska y los Pegamoides, Aviador Dro, Derribos Arias, Parálisis Permanente, incluso metería antes a Nacha Pop que a Mecano en ese saco. La frontera entre unos y otros es muy sutil y me temo que actualmente ya sólo nos importa a unos cuantos cabezones, un clan que tiene en su cúspide a Alaska y Nacho Canut, como si fueren los reyes de una de las tierras de Juego de Tronos, los Lannister de Mecano o algo así. El factor diferencial es que todos los grupos antes mencionados y unos cuantos más, eligieron hacer la música que les había iluminado la vida. Mecano eligieron hacer música apuntándose a una moda que les hizo gracia y les vino bien. ¿Hay algo malo en ello? En absoluto. Lo único es que quedaban, como La Unión, como Olé Olé, como Hombres G, al margen del entonces codiciado título de grupo moderno. Pero como digo, eso sólo nos importa a unos cuantos. Lo que cuenta, me ponga yo como me ponga, es que España salió ganando. ¿Veis qué fácil es resumirse a uno mismo con una anécdota tan insignificante?
A mí el primer disco de Mecano me gustaba. Cuando salió lo ponía en el Harmony de Santa Catalina cuando me quedaba solo y, entre el Grandes éxitos de los Pegamoides y el A Kiss In The Dreamhouse de Siouxsie, cantaba aquellas canciones a voz en grito si no había clientes. Era eso que los ingleses denominan un placer culpable. La ironía de los Cano no era ni de lejos la ironía que usaban Carlos Berlanga y Nacho Canut, un humor entre Azcona, Warhol y Jardiel, una ironía perfectamente medida, suscitada por unas referencias que no había que ir a buscar en un catálogo de tendencias porque siempre estuvieron ahí. Cuando Mecano le cantaban a Super Ratón o hablaban del maquillaje, lo hacían desde un punto distinto al de algunos de esos coetáneos a los que citaba antes. Sí, a mí el primer disco de Mecano me gustó porque ya me habían gustado los dos primeros sencillos. El primero lo anduve buscando por Madrid en el verano de 1981, mientras Glamour grababan su primer álbum en Doublewtronics. Esteban Leivas, su productor, había escuchado en la radio Hoy no me puedo levantar y como la producción y el sonido le habían llamado la atención, tenía interés por oírlo detenidamente. Si aquel sencillo sonó en la radio fue en algún programa especializado –seguramente en el de Rafa Abitbol- porque por aquellos tiempos Mecano eran unos desconocidos recién llegados. Era algo que se estaba fraguando al margen de la alegre escena independiente del momento y que acabaría superando a nivel de impacto comercial a todos los grupos de lo que aún nadie llamaba movida.
Dar con el single no fue fácil pero como el único de toda la expedición que no tenía que estar encerrado en el estudio era yo, se me encomendó la tarea de buscarlo. Lo encontré en unos grandes almacenes y lo llevé al estudio para que, perdón por la redundancia, lo estudiaran allí. Detrás de aquel debut había medios, había presupuesto. Y sobre todo, había algo que desafiaba ya desde el principio a esa modernidad con diploma y certificado –con la que yo me identificaba entonces y me sigo identificando-, y que acabó definiendo, como no podía ocurrir de otro modo, al grupo musical más aceptado de aquella época. Para alguien como yo, autoeducado en las músicas anglosajonas, quizá ese sea el principal problema. Por supuesto que escucho con placer la música en castellano, pero los cimientos de mi cultura musical son más anglosajones que latinos. Es decir, no tengo el gusto que, con toda lógica, domina mayoritariamente en este país. Que Dover vendiera discos a porrillo haciendo grunge y cantando en inglés o que existan docenas de festivales donde van grupos como Tame Impala no pueden cambiar el hecho de que aquí es muy difícil que cale hondo música de raíz anglosajona enmarcada en el pop o el rock. No somos ingleses, ni alemanes, ni de Oregón. Por eso Mecano tenían todo para gustar tanto.
De la misma manera que me gusta mucho Nirvana pero me dan igual Stone Temple Pilots o Alice In Chains, me gustaban mucho Dinarama y Radio Futura, pero no me ocurría lo mismo con Mecano. Mecano me gustaba como me gustan muchas otras cosas que no necesariamente me llevaría a una isla desierta o rescataría en caso de incendio. Y cuanto más repito esto, más claro tengo que es una mera cuestión de gustos y nada más, en absoluto quiero quitarle méritos a nadie. Para que un grupo me fascine tiene que tener ciertos ingredientes, pero como no sé explicar cuáles son, mejor diré que me resulta mucho más sencillo detectar aquellos que no me interesan. Al César lo que es del César: Mecano tenían muy buenas canciones. Que a mí me interesen, o que me interesen al mismo nivel que mis músicas favoritas, ya es otro cantar. Por cierto que todo esto lo cuento porque se acaba de publicar un disco de homenaje al grupo, Descanso dominical reconstruido por diversos artistas de entre los cuales yo me quedo con Chico y Chica, que para mí siempre han sido una especie de Mecano pasados de rosca y muertos de risa de sí mismos. El disco ha sido concebido y coordinado por el fan más grande de Mecano, el promotor Javier Adrados, que también es el autor del libro Mecano. El grupo español más importante de la historia, publicado también en estos días.