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la nave de los locos / OPINIÓN

El levantamiento del 4 de mayo

Foto: EFE/David Fernández/Archivo

Los españoles nos la jugamos el 4 de mayo. Si Madrid cae en manos del  Gobierno atroz, el que nos tiene secuestradas las libertades desde hace más de un año, el país lo pagará caro. De democracia sólo tendrá el nombre. Pero Madrid volverá a levantarse contra un poder despótico. La esperanza de España está puesta en los madrileños

22/03/2021 - 

Cuando lo daba todo por perdido, después de haber llamado a cientos de puertas y de que ninguna se hubiera abierto, apareció Madrid —siempre Madrid—y me salvó la vida. ¡Cómo no le voy a estar agradecido a la capital!

En Madrid viví los días más felices de mi vida, años universitarios, y a Madrid regresé, más de veinte años después de licenciarme, a aprovechar una segunda oportunidad.

Gobernaba, como siempre, una Administración conservadora que había convocado unas oposiciones sin pactarlas con los dos sindicatos verticales del régimen. Eso me benefició porque, de haberse procedido según la costumbre, es decir, con la firma de otro cambalache, mi plaza se la hubiera llevado uno de esos interinos que peinan canas.

“Madrid puede ser el principio del fin del poder despótico que padecemos desde hace más de un año”

Dos años viví en Madrid, primero en El Molar, el pueblo de mi admirado ‘El Dioni’, y después en la capital, en el barrio de Carabanchel, en un estudio de la calle de la Oca. Recuerdo aquel periodo con nostalgia. Aquella sensación de libertad y anonimato no la he vivido en ninguna otra ciudad. En Madrid nadie te pregunta por tu grupo sanguíneo ni especula sobre tu identidad. Me haré viejo y seguiré extrañando mis paseos por la avenida General Ricardos, mis desayunos en Serrano los sábados, las visitas a la librería La Central, el caos chatarrero y maravilloso del Rastro, las charlas con Tomás, el quiosquero de la plaza de Oporto, las cañas en el barrio de Las Letras los viernes por la tarde, y otras muchas cosas deliciosas.

Toda mi memoria está fermentada de aquellos hermosos recuerdos.

Guerra civil en la capital de las Españas 

Desgraciadamente, los entendidos vaticinan ahora una guerra civil en la capital de las Españas, siempre frágiles por divididas. Por un lado está el ejército que dice combatir por la libertad, acaudillado por doña Ayuso; y por otro, los milicianos de agosto del 36, comandados por el burgués disfrazado de comunista, perito en odios y maestro en holgazanerías.

Doña Ayuso, mujer de armas tomar, serrana de ojos saltones y anchas caderas, osadía como no se veía en tiempos, se enfrentará también al taimado maniquí, infinitamente más peligroso que el burgués disfrazado de comunista.

Pablo Iglesias saluda con el puño a Gabriel Rufián. Foto: E. Parra. POOL / Europa Press

Una vez más preferiríamos no hacerlo, pero nos vemos obligados a tomar partido. No queda otra. Las querellas políticas nos repelen a quienes pasaríamos leyendo todo el día a Ramón Gómez de la Serna, escritor puro y madrileñísimo, pero la vida nos empuja, con su lógica cruel, a ensuciarnos las manos o, dicho de otra manera, a rescatar la faca albaceteña del abuelo y a empuñarla en la Puerta del Sol contra el invasor, como los patriotas madrileños un 2 de mayo.

Madrid corre el riesgo de caer. Hay que salir a defenderla. Doña Ayuso es humana y tiene defectos (quizá demasiados) pero, antes de criticarla como un contertulio del gordito Ferreras, habría que preguntarse: ¿qué tenemos enfrente? Lo que tenemos enfrente es una coalición gubernamental que ha vampirizado nuestra libertad, nuestra prosperidad y nuestra esperanza. ¿Os parece poco?

No podrán pasar, no van a pasar.

Mentiras de destrucción masiva

Como muchos madrileños de bien, si pudiera combatiría a los socialistas y a los comunistas en la calle Ferraz, en Princesa, en Moncloa, hasta llegar a la Ciudad Universitaria, donde Pedro y Pablo, con la ayuda de sus periodistas amaestrados, lanzarán mentiras de destrucción masiva contra el pueblo de Madrid.

Madrid puede ser, y deseamos que sea, el principio del fin de este poder despótico que padecemos desde hace más de un año. Necesitamos liberarnos del collarín que nos colocaron el 14 de marzo de 2020. Ahora quieren que pasemos también un segundo verano con él. Razón de más para rebelarnos.

Pedro Sánchez y Ángel Gabilondo. Foto: RICARDO RUBIO/EP

Porque se trata de libertad pero no de la libertad de Stuart Mill y de los liberales castrados, perdidos en sus bellas y estériles palabras. Se trata de una libertad más prosaica, de libertades, de la libertad de pisar mi calle a partir de las diez de la noche, de comer como es debido, de viajar a Cuenca si se tercia, de libertades sin las cuales no merecemos llamarnos hombres ni mujeres. Todo esto nos lo han robado y, a cambio de tanto esfuerzo y tantas lágrimas, ¿qué hemos logrado? Ser un país en la ruina, retratado por un fotógrafo de la posguerra.

La tumba de este Gobierno atroz

Madrid será, debe ser, la tumba de este Gobierno atroz. El 4 de mayo hasta los caídos en la batalla del Jarama se removerán de sus tumbas para votar —si pudieran— contra los culpables de esta pesadilla.

La suerte de España vuelve a depender de Madrid. Si Madrid resiste, nos agarraremos a la esperanza de un tiempo mejor, pero si Madrid cae, nuestro país será, a no muy tardar, como la Rumanía de Ceaucescu o, quizá algo peor, la Albania de Hoxha. De los madrileños depende que esto no suceda.

Recemos a la Virgen de la Paloma por el triunfo de doña Ayuso y de paso por que Cuatro reconsidere su decisión de cancelar Mujeres y hombres y viceversa  después de trece años de emisiones. Muchos chicos y chicas le debemos nuestra educación sentimental a este programa.

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