VALÈNCIA. Solo hace falta un rápido vistazo al perfil de Instagram del fotógrafo Ricardo Cases (Orihuela, 1971) para darse cuenta de que mira las redes sociales con cierta distancia. Apenas ha nutrido su timeline con once fotografías, que han sido observadas por sus más de dos mil seguidores. “Conmigo no va eso de: hoy hace un día precioso y esta es mi vida. Tengo una cuenta, pero no soy el usuario estándar”. Así se expresa el reputado fotógrafo alicantino que, precisamente por tener un punto de vista único sobre la imagen y el relato –también por lo que respecta a las redes sociales- acaba de ser uno de los elegidos para ‘secuestrar’ la cuenta del departamento de fotografía de la revista The New Yorker. “Hello, this is Ricardo Cases, a photographer from Valencia, Spain”. De esta forma comienza la descripción de cada una de las imágenes compartidas desde hace una semana por la cuenta de la publicación.
El proyecto tiene como punto de partida Sol, el libro que publicará el próximo mes de diciembre de la mano de la editorial Dalpine, un volumen que reflexiona en torno a los clichés de la costa mediterránea española. “Planteo mi trabajo como una teatro infantil que consiste en representar el sol sumergiéndome en la cegadora luz del verano mediterráneo”, explica Cases. Continuando con la línea iniciada en El porqué de las naranjas (MACK, 2014), el autor se deja llevar por las sensaciones poniendo en cuestión la forma en la que el astro rey determina la identidad, la estética y la economía social. Calpe, Benidorm o Torrent son algunos de los municipios valencianos capturados por el autor, escenarios que han encontrado su hueco en las redes sociales de la mítica revista americana.
“Mi trabajo tiene mucho que ver con lo local, con el espacio donde yo vivo. Trato de apoyarme en la identidad del lugar para desarrollarlo [...] En este trabajo intento representar el sol con todas las posibilidades que hay, buscando herramientas en la realidad para representar este símbolo que condiciona todo lo que pasa, sea un cuadrado azul, una farola o un reflejo”. Ha sido precisamente en pleno proceso de producción del libro, que reúne imágenes tomadas en 2016 y 2017, que recibió la propuesta de The New Yorker de tomar posesión -con límite de tiempo- una cuenta que suma casi medio millón se seguidores, una oportunidad única de “visibilizar” su trabajo. Eso sí, con sus propias normas. “Es un trabajo arriesgado para una plataforma así, que tira de lo documental, con una lectura más fácil”.
Para llegar al resultado final, a la selección que hoy se puede ver en Instagram, por supuesto hubo una negociación entre revista y artista, un proyecto que va más allá de la gestión básica de redes sociales. Al final, el fotógrafo mantuvo el pulso. “Solo se negaron a publicar una por la limitación técnica, ya que era difícil de leer con el móvil”. Y es que la revista actúa de comisario de una red social en la que cada semana se ‘inaugura’ una exposición de la mano de un nuevo fotógrafo. “Estos no va de colocar la foto en su sitio”, expresa el alicantino. Diseñado por el valenciano Ángel Álvarez, Ricardo Cases presenta de esta forma, por todo lo grande, un libro en el que juega con la idea de representación sin llegar a la abstracción.
Experto en la imagen pero receloso de su uso en redes sociales, el fotógrafo alicantino aboga por dar más cabida a la experimentación, jugando así con las posibilidades narrativas que ofrecen los nuevos escaparates digitales. En una palabra: riesgo. Esta es una palabra que dice en varias ocasiones en su conversación con Cultur Plaza, un punto de partida con el que los timelines sorprendan a partir de la creatividad de los usuarios, dando un “golpe en la mesa”, aunque de surrealismo trate la cosa. Sí, también menciona a Manuel Bartual, quien “estiró los límite de Twitter”. Como curiosidad, solo una de las dieciocho imágenes que ha publicado en la cuenta de New Yorker no formará parte de su próximo libro.
Nacido en Orihuela, Alicante, en 1971 y licenciado en Ciencias de la Información en la Universidad del País Vasco, Cases es autor de los libros El blanco (Dalpine, 2016), El Porqué de las naranjas (Mack Books, 2014), Paloma al aire (Photovision-Schaden-Dewi Lewis, 2011), La caza del lobo congelado (Fiesta Ediciones-Cuadernos de la Kursala, Universidad de Cadiz, 2009) y Belleza de barrio (Universidad de Extremadura, 2008). De igual forma, forma parte de las galerías La Fresh Gallery (Madrid), Temple (París), Espace JB (Ginebra), Dillon+Lee Gallery (Nueva York) y Ángeles Baños (Badajoz). Precisamente esta última será la que acoja la presentación oficial de Sol en diciembre con una exposición vinculada a la publicación.
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