VALÈNCIA. Por fin llegó el debate en TVE. Era la noche del lunes 22 de abril. Las 22 h. Nada más aparecer en imagen los cuatro candidatos, lo primero que llamaba la atención era su indumentaria… Bueno, no sé si a estas alturas llama ya la atención.
Pablo Casado (Partido Popular), Pedro Sánchez (PSOE) y Albert Rivera (Ciudadanos) aparecen los tres vestidos con traje gris oscuro o azul marino, con corbata, claro; por cierto, Casado y Rivera con corbata azul, Sánchez con corbata roja. Y, como era de esperar, Pablo Iglesias (Unidas Podemos), fiel a su estilo, aparece con una camisa azul celeste, color muy adecuado para televisión, por cierto, donde siempre se recomiendan los tonos suaves y pastel, con las mangas remangadas hasta arriba de los codos, mostrando los pelos de sus antebrazos.
Nos parecerá inadecuado según los convencionalismos sociales al uso, por supuesto, pero esa indumentaria es coherente con el estilo de Pablo Iglesias y con el mensaje que quiere enviar a sus votantes: en mangas de camisa al Congreso, pero de esmoquin, con pajarita, a la ceremonia de los Premios Goya. Que cada cual diga si le parece bien o mal, pero el mensaje es clarísimo.
Cuanto más se nos ve, más comunicamos
Los candidatos se sitúan cada uno tras un atril casi transparente y no muy alto, que a Pedro Sánchez le viene un poco bajito por ser el más alto de los cuatro. La elección por los expertos de TVE es muy acertada ya que hay un principio básico que dice que un orador consigue comunicar más cuanto más se muestra a los ojos de su público, en este caso de los televidentes.
Por eso, habría sido mejor incluso que no tuvieran delante de cada uno su atril, sino que lo mejor habría sido que se les pudiera ver de cuerpo entero, sin atril y sin nada entre su cuerpo y las cámaras, como se hizo en el debate organizado por la Academia de Televisión en junio de 2015, cuando comparecieron Rivera, Sánchez, Iglesias y Soraya Sáenz de Santamaría. En aquella ocasión, los atriles estaban a la derecha de los candidatos, con lo que se les veía por completo, de la cabeza a los pies.
Pero esa es la posición más arriesgada para el orador, ya que le obliga a controlar su posición y sus movimientos corporales. En aquel debate de 2015 recuerdo que Sánchez y Rivera no paraban de balancearse lateralmente, transmitiendo nerviosismo, mientras Iglesias y Sáenz de Santamaría permanecían tranquilos y quietos.
El cruce de piernas de Iglesias
La posición corporal de cada uno de los candidatos era la correcta: los dos pies en el suelo, separados aproximadamente por un palmo, con el cuerpo centrado, bien apoyado en los dos pies a la vez. Bueno, una vez más, eso era así en los tres que iban de traje; el que iba en magas de camisa también se distinguía en esto porque se apoyaba sobre su pie derecho, apoyando el izquierdo sobre la base del atril. Más tarde, Iglesias incluso se apoyaba sólo sobre su pie izquierdo, cruzando el derecho y apoyándolo sobre su punta, en un gesto típicamente femenino. Esta posición, en efecto, se da mucho en las mujeres.
El experto norteamericano en lenguaje corporal Allan Pease explica en su libro que las piernas abiertas exhiben masculinidad, mientras que las piernas cerradas, estando de pie protegen la masculinidad. Dice que los hombres hacen este gesto "para estar seguros de que no le den donde más duele". Y concluye diciendo que los estudios demuestran que "la gente a quien le falta confianza adopta también las posiciones de piernas cruzadas".
Mirar a la cámara es mirar a los ojos de los televidentes
La mirada la han controlado bastante bien los cuatro candidatos. La mirada es un elemento fundamental en la comunicación humana. Con la mirada transmitimos muchas emociones y la dirección de la mirada es clave para hacer llegar nuestro mensaje con eficacia a los destinatarios de nuestra comunicación.
El primero en intervenir, Albert Rivera, por cierto, muy agresivo hacia Sánchez desde los primeros segundos con el tema del posible indulto a los independentistas catalanes, transmite contundencia en su mensaje porque, tras dirigir su mirada al candidatos socialista, fija su mirada en el objetivo de la cámara para desgranar sus ideas en su primer mensaje a los electores.
Pablo Iglesias mira al moderador en esta primera intervención, no a la cámara (al público). Haciendo eso, pierde fuerza su mensaje. Pedro Sánchez sí que mira a la cámara, dirigiéndonos bien su mensaje, lo mismo que Pablo Casado.
El resto del debate sí que se van mirando unos a otros cuando se interpelan y miran a la cámara cuando quieren enviarnos sus mensajes, aunque Iglesias vuelve a mirar a veces al moderador cuando le hace alguna observación.
Hay un momento, en el primer bloque, el de Política económica, fiscal y empleo, en el que Pedro Sánchez muestra su nerviosismo e inseguridad dirigiendo rápida y alternativamente la mirada al moderador y a la cámara, sin saber con quién quedarse. Es una clara falta de serenidad.
Iglesias, olvídate del bolígrafo
El manejo de las manos es adecuado, una vez más, en los tres 'candidatos de traje', no así en Pablo Iglesias. Lo normal es mover las manos con naturalidad al son de las palabras que cada uno va diciendo, con gestos naturales y, desde luego, enseñando siempre que se puede las palmas de las manos, lo que transmite un mensaje de honestidad, sinceridad y franqueza.
Pedro Sánchez, de todas formas, siempre abusa un poco de este gesto, que a veces no le queda natural. Pero Iglesias tiene una maldita costumbre, ya la tenía en 2015, que es mantener en su mano derecha un bolígrafo, lo que también contribuye a transmitir un mensaje de cierta inseguridad.
Por cierto, Sánchez e Iglesias, en algunos momentos se agarran con las manos a los bordes del atril, lo que está muy desaconsejado porque muestra inseguridad, sobre todo cuando se está hablando, no tanto cuando se escucha a los demás. Lo adecuado es depositar ambas manos con naturalidad sobre el atril, lo que hacían con frecuencia los cuatro.
Pero, una vez más, Iglesias se distinguía negativamente porque dejaba su mano izquierda en el bolsillo del pantalón mientras gesticulaba sólo con la derecha, siempre, claro, sujetando el dichoso boli con ella.
La sonrisa de Casado y el ceño de Iglesias
En cuanto a los gestos de la cara, además de la mirada, Casado, como es habitual en él, es el que más sonreía, incluso cuando recriminaba a Sánchez por mentir, mientras éste repitió varias veces lo del "detector de verdades" al referirse a Rivera y Casado.
Sánchez se esforzaba por poner cara "encantadora", Rivera acompañaba de gestos adecuados con la cara determinadas frases, e Iglesias, aunque lo ha moderado respecto de hace un tiempo, sigue frunciendo demasiado el entrecejo mostrando una imagen de 'cabreo'.
Y, por último, en este análisis rápido de sus formas de comunicar, basta añadir que los cuatro manejaron bien sus voces. Por supuesto, ninguno levantó excesivamente la voz, para no dar imagen de crispación, hablaron con calma aunque, si cabe, Sánchez, como es habitual en él, un poco demasiado rápido, Iglesias intentando transmitir un tono suave y más 'institucional'.
Lo mismo que Casado, que se mostró suave y tranquilo en el uso de su tono de voz, mientras Rivera tal vez fue el más agresivo en ese sentido, con una voz más contundente, firme y en algunos momentos agresiva.
Como vemos, a la hora de convencer de las ideas todo cuenta: los gestos, la mirada, el cuerpo, las manos, la voz y todos los elementos de comunicación no verbal. Por supuesto, también las ideas. Pero, en cuanto a las ideas, que no son el motivo de este análisis, nosotros, los ciudadanos españoles, tenemos la palabra… Perdón: el voto.
Paco Grau es periodista y Profesor de Oratoria