El economista apunta que los activos de riesgo (acciones) han corregido y la demanda de activos refugio (oro y bonos soberanos) ha aumentado
MADRID. La preocupación por la propagación del coronavirus va en aumento, ya que el número de muertes ha aumentado a 81 con 2.744 casos confirmados en todo el mundo. Se han restringido los viajes a unos 40 millones de personas alrededor de Wuhan, en la provincia china de Hubei, en un esfuerzo por contener el brote. Sin embargo, se han confirmado casos del virus en otros 13 países tan lejanos como Francia y Estados Unidos.
El brote ha golpeado el sentimiento de los inversores, ya que los activos de riesgo como las acciones han corregido y la demanda de activos refugio -como el oro y los bonos soberanos- ha aumentado. Mientras tanto, el precio del crudo Brent ha caído por debajo de los 60 dólares por barril por primera vez desde la escalada de las tensiones en Oriente Medio.
La interrupción de la demanda causada por el brote de coronavirus es significativa para China, pero también para la economía mundial debido a la interrupción de las cadenas de suministro. El momento en que se produjo el brote es desafortunado, ya que coincide con las celebraciones del Año Nuevo chino. Se trata del mayor acontecimiento migratorio anual, con millones de personas que viajan, lo que hace que la contención del virus sea problemática.
Sin embargo, desde el punto de vista de la producción, las fábricas habrían cerrado de todos modos durante las celebraciones. Las autoridades han anunciado una extensión de tres días del periodo vacacional, pero el riesgo es que los cierres puedan extenderse. Incluso cuando se reanude la producción, las fábricas podrían no ser capaces de mantener los niveles de producción.
China vivió un acontecimiento similar durante el brote del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) en 2002-2003. El SARS duró alrededor de nueve meses y mató a 800 personas. Los estudios académicos estiman que el SARS hizo que el crecimiento del PIB de China disminuyera entre uno y dos puntos porcentuales.
En esta ocasión, las autoridades chinas han actuado con mayor rapidez para restringir los viajes. Pero, a pesar de sus mejores esfuerzos, el coronavirus se está propagando más rápidamente debido a que es infeccioso durante el período de incubación más largo (antes de la aparición de los primeros síntomas), aunque la tasa de mortalidad es menor en esta etapa: menos de un tercio del SARS.
A corto plazo, las restricciones a los viajes y las preocupaciones de la población en general probablemente reduzcan el turismo, así como el consumo doméstico en China. Junto con el posible retraso en la vuelta de las empresas a la producción normal, aumenta el riesgo de que el crecimiento de China caiga por debajo del 6% interanual en el primer trimestre.
Para el resto del mundo, dados los moderados niveles de crecimiento, las posibles disrupciones que se produzcan en los próximos meses podrían tener un efecto generalizado. China es ahora más importante que nunca para la economía mundial. Cuando se produjo el brote de SARS en 2002, China representaba el 4,2% de la economía mundial, y contribuía con el 18% al crecimiento del PIB global. Para 2018 su participación en el PIB mundial había aumentado al 15,8%, y el 35% del crecimiento mundial provenía de China.
Si el brote continúa durante un período de tiempo significativo, tendrá consecuencias negativas también en los socios comerciales de China, especialmente en el resto de Asia, Australia y potencialmente en Europa. La recuperación de la industria manufacturera mundial, que acaba de comenzar, corre ahora el riesgo de frenarse.
Para los responsables políticos, el objetivo principal es contener el brote lo antes posible. Los gobiernos pueden intervenir para apoyar la demanda en China y las empresas en otros países. Mientras tanto, en los casos en que los bancos centrales todavía tienen margen de maniobra, es posible que se les pida que flexibilicen aún más sus políticas.
Azad Zangana es economista y estratega senior de Schroders