VALÈNCIA. Aunque ha pasado la ola de calor, no puede ser únicamente la climatización la única razón que nos empuje a un museo en verano. Si la programación, la colección permanente o el simple impulso de conocer y descubrir algo nuevo no te es suficiente, el cómic valenciano aún saca fuerzas para darte un último empujón y llevarte por las galerías de las pinacotecas.
Museos como el IVAM, o el MuVIM (en el que uno de sus pilares es la ilustración), están incorporando el cómic como una de las narrativas contemporáneas a las que atender sin duda alguna. Es popular, es arriesgado, es diferente, es fresco, y tiene profundidad en sus historias y margen en su narrativa. A esto se le suma que los nombres valencianos siempre han resonado con mucha fuerza -y así sigue siendo así- en el panorama nacional y europeo.
El museo de la Diputación de Valencia llevó dos muestras durante el pasado 2018 bajo la marca MuVIM Comic On, que ha descontinuado y que, con las obras que se llevarán a cabo durante el curso que viene, no pueden asegurar cuál va a ser la apuesta del centro para esta narrativa.
Pero dos proyectos con sellos valencianos destacan sobre el resto. El primero ha sido una de las muestras más comentadas de esta temporada del IVAM, sin duda también una de las más populares y visitadas. Se trata de El dibuixat, una producción del Premio Nacional de Cómic Paco Roca, comisariada por Álvaro Pons. La exposición trascendía la narrativa del cómic, y cuando se esperaba, como habitualmente se hace, bocetos e ilustraciones enmarcados en una sala, Roca y Pons idearon una historia que empapelara literalmente la Galería 6. El cómic ya no se leía en libro, ni en una revista, ni en digital, ahora lo hacía en unas paredes que demostraban que el poder discursivo no se limita a las "artes mayores".
El cómic planteaba un debate sobre la relación entre el creador y la creación, en cómo sobreviven la una a la otra y cómo el arte tiene la capacidad de diferenciarse y tener una vida propia más a allá del artista, incluso evocando al "Dios ha muerto" que Nietzsche proclamó en La ciencia jovial. El personaje cobra vida y se pone a la misma altura que el propio dibujante. El dibujado ahora es el que coge los mandos de su propio relato, ante la imposibilidad del creador de seguirlo, aunque continúe incompleto. También ponía a la misma altura al espectador, que tenía que formar parte activa en el relato plasmado en la pared, y asumía el control del orden narrativo que planteaba Roca. Se trata de una verdadera revolución en el mundo del cómic.
Esta muestra fue completada en junio de este año, cuando el mismo IVAM, que no había editado catálogo de la exposición, presentaba un cómic de pequeño formato que Roca había ilustrado en homenaje a los 30 años del museo. En él, un joven estudiante, fascinado por su primera visita al IVAM en 1989, recibe inesperadamente a un fantasma del futuro, que le relata cómo él mismo expondrá en las paredes del centro cultural 30 años después. A través de esa revelación, Roca hace un alegato didáctico y emocional de los trabajadores y trabajadoras del centro y del proceso de creación y montaje de El dibuixat.
Sento y las historietas del Museo del Prado
La segunda pata de la ecuación este curso ha sido el encargo del Museo del Prado para el dibujante saguntino Sento. Desde hace cuatro años, la pinacoteca más importante del país le pide a un dibujante diferente que diseñe un tebeo a partir de la exposición más relevante de la temporada. Este año, el centro cumplía 200 y quiso celebrarlo haciendo un álbum que doblara el tamaño habitual y que fuera a partir de esta efeméride.
José Manuel Matilla, jefe de Conservación de Dibujos y Estampas y promotor del proyecto de los cómics, explica a este diario que la iniciativa no responde a buscar una manera didáctica de contar aquello que sucede en el Prado, sino que lo hace debido "a la apuesta del museo de integrar la creación contemporánea con la colección". Se ha hecho con la fotografía, con la música, con las artes escénicas, y ahora también con el cómic.
"Aunque el artista acaba creando libremente la obra, nosotros ponemos ciertas condiciones: la primera es que el cómic no ha de tener un objetivo pedagógico, sino una línea narrativa propia. La historia no puede resumir una biografía o explicar un cuadro, sino que ha de establecer un nuevo punto de partida que reflexione sobre la creación", explica Matilla.
Historietas del Museo del Prado responde a estas exigencias y construye ochos ficciones que responden, en realidad, a ocho momentos importantes del historia del museo o de España que vale la pena contar con el cómic. El resultado final es una carta de amor de las personas que habitan el museo, una historia no oficial que nunca abandona su tono amable.
El propio Sento habló hace unos meses sobre el proyecto en una extensa entrevista a la Revista Plaza.
— ¿Qué aportación se le puede hacer desde el cómic a una institución de la envergadura de El Prado?
— Creo que es muy interesante que el cómic tenga ese sentido humilde, asociado a un producto infantil, siendo históricamente más industria que arte... Todo esto está cambiando, y desde que van surgiendo otros géneros, como la novela gráfica, se le empieza a dar otra importancia. Eso nos permite a los dibujantes hacer las cosas con mayor profundidad. Al principio de mi carrera, como mucho te daban ocho páginas en una revista gráfica, que no estaba mal, pero te obligaba a contar solo cosas ligeras.
— Esa relación entre estas artes mayores y menores, ¿llega tarde?
— Es que hasta ahora no había sido muy posible. No quiero decir que los dibujantes y los profesionales no fueran muy interesantes, pero eran mundos diferentes. La industria del cómic estaba muy destinada al puro entretenimiento, no había más allá. Que ahora una de las principales pinacotecas del mundo, que está especializada en la pintura y la escultura anterior al siglo XX, apueste por el cómic es estupendo.