La próxima semana se estrena ‘Wilson’, adaptación de la novela gráfica homónima protagonizada por Woody Harrelson
VALÈNCIA. Aunque siempre se ha movido en el terreno del cómic alternativo, no puede decirse que Daniel Clowes sea un desconocido o un artista de culto. Ya en 1998, por ejemplo, tuvo el honor de ser el primer dibujante de la historia en participar en el número dedicado a la literatura de ficción que cada año publica la prestigiosa revista estadounidense Esquire. Su historieta compartió entonces protagonismo con textos de John Updike o Rick Moody, entre otros. De hecho, no resulta descabellado afirmar que es uno de los autores más importantes surgidos de la escudería Fantagraphics, editorial independiente fundada en 1976 cuyo catálogo incluye a otros pesos pesados de la historieta moderna como Peter Bagge, los hermanos Beto y Jaime Hernández o el maestro Chris Ware. Junto a ellos, Clowes ha contribuido a redefinir el cómic americano de las últimas décadas. Su primera historia larga, Como un guante de seda forjado en hierro, es hoy un clásico, y después llegarían obras como David Boring, ¡Pussey!, Ice Haven, El rayo mortal o la reciente Paciencia, que le han convertido en uno de los grandes del cómic de todos los tiempos.
Pese a la relevancia de su obra, las conexiones de Daniel Clowes con el cine, un medio más proclive al universo superheróico, no han sido muy abundantes. La primera se remonta a 1998, es puramente anecdótica y se debe a la intuición del director Todd Solondz, que decidió encargarle el poster promocional de la vitriólica Happiness, consciente de que los personajes que retrataba en su película no andaban lejos de los protagonistas disfuncionales de los cómics de Clowes, quien tres años después entraría por la puerta grande del cine indie americano gracias a la adaptación de Ghost World (2001), primer film de ficción de Terry Zwigoff. Hasta el momento solo había realizado dos documentales: Louie Bluie (1985), dedicada a un oscuro músico de blues, country y ragtime, y Crumb (1994), sobre el famoso dibujante de cómics underground Robert Crumb, por lo que parecía el cineasta adecuado. Crumb se alzó con el Gran Premio del Jurado en Sundance y puso a Zwigoff en el punto de mira de Hollywood, pero rechazó todas las ofertas recibidas para poder rodar Ghost World como deseaba.
Ghost World fue el segundo serial largo de Clowes aparecido en la revista Bola Ocho (Eightball), y desde su publicación marcó el listón que el autor tendría que superar a partir de entonces. La historia de Enid y Rebecca, dos amigas que afrontan el no siempre agradable camino a la madurez y el incierto futuro de su intrincada relación, hizo de Clowes un autor de referencia, aclamado de manera unánime por la crítica. El Hartford Advocate dijo que plasmaba “la angustia adolescente con tanta precisión y maestría como J.D. Salinger hizo con la generación anterior en El guardián entre el centeno”. Y Spin la calificó de obra maestra, afirmando que “se convertirá en referencia obligada para la próxima generación de autores de cómic”. Pero fue The Onion la que dio en el clavo al asegurar que “si hay un cómic que debiera ser leído por gente que no lee cómics, sin duda es Ghost World. Un clásico en cualquier medio de expresión”. Llevarlo al cine, por tanto, no era ninguna idea descabellada.
Zwigoff contó con Clowes como coguionista, John Malkovich se enroló en la producción y las por entonces prometedoras Scarlett Johansson y Thora Birch (en sustitución de Christina Ricci, la primera opción) fueron las elegidas para encarnar a las protagonistas. Para sorpresa de propios y extraños, la película reflejaba con fidelidad el contenido del cómic book, era totalmente consecuente con su espíritu y además otorgaba una nueva dimensión a los personajes. Zwigoff y Clowes fueron nominados al Oscar en la categoría de guión adaptado (la primera vez que sucedía siendo una novela gráfica el material previo) y el film se convirtió en un pequeño fenómeno de culto, como lo había sido anteriormente la historieta. Eso sí, fue celebrada por el fandom, pero no convirtió en estrella a ninguno de los implicados. La Johansson despegaría un par de años más tarde, gracias a Lost in Translation (Sofia Coppola, 2003) y La joven de la perla (Girl with a Pearl Earring, Peter Webber, 2003), y Zwigoff firmaría un contrato con Miramax para rodar Bad Santa, que acabó siendo una pesadilla para él a causa de sus constantes desavenencias con los productores, los todopoderosos hermanos Weinstein.
Clowes, por su parte, siguió a lo suyo, escribiendo y dibujando tebeos. Y cuando Zwigoff quiso quitarse la espina que le había clavado el sistema, volvió a llamar a su puerta. Esta vez, para adaptar una historieta titulada Art School Confidential, en una película que en España llegaría directamente al mercado doméstico con el título de El arte de estrangular (2006), obviando la relación entre el original y High School Confidential, un clásico de serie B dirigido por Jack Arnold en 1958, con Mamie Van Doren como protagonista y aparición especial de Jerry Lee Lewis (que para eso la canción homónima era suya). Como en el film de los cincuenta, Clowes también sitúa la historia en un centro estudiantil, en concreto una escuela de arte, lo que le permite reírse del ambiente que reina entre estudiantes y profesores. Él mismo había cursado Bellas Artes en la Academia Pratt de Nueva York, así que no es difícil intuir que muchos de los personajes se inspiran en mayor o menor medida en gente con la que se cruzó en sus años de aprendizaje: maestros que no son otra cosa que artistas frustrados, arribistas sin talento ni criterio, alumnos pelotas…
Sin embargo, la película no funciona como lo hacía Ghost World. Y tanto la crítica como la taquilla le dieron la espalda sin misericordia alguna. “Todo el mundo la odió”, recordaría su director en 2012. “Yo creo que no eran tan mala. Al menos, comparada con la cantidad de mierda que se estrena. Era tan buena como cualquier otro producto del mercado. Y no digo que sea una gran película, solo que era mejor que la mayoría de la basura habitual”. El caso es que el universo creado por Clowes no estaba traducido a la imagen real con la misma eficacia que en su colaboración previa, la subtrama criminal resultaba bastante pobre y la ingenuidad del protagonista (el joven Max Minghella) impedía empatizar con su personaje. Quizá Zwigoff tiene razón y tampoco era para tanto, pero el precedente había creado unas expectativas que no se cumplieron. Y las consecuencias fueron terribles. El propio Zwigoff no ha vuelto a ponerse tras la cámara hasta este año, y para rodar un telefilm: Budding Prospects. Clowes, como de costumbre, volvió a los lápices, un refugio seguro y el terreno artístico donde mejor se desenvuelve.
En los años transcurridos desde entonces, sus historias únicamente volvieron al celuloide en formato de cortometraje. Pietre Valbuena dirigió The Origin of Atherton (2007) inspirándose en El rayo mortal. Ione Skye contó con el propio Clowes como guionista en David Goldberg (2011), basado en Ice Haven. Y el año pasado el dibujante colaboró con Gabriel Lyons en una de las escenas incluidas en Boxgod. Poca cosa, en realidad. Hasta que Craig Johnson le llamó y le propuso escribir el guión de la adaptación de su novela gráfica Wilson. Como Zwigoff, Johnson procede del cine independiente. Su opera prima, True Adolescents (2009), no llegó a estrenarse en España, mientras que su siguiente film, The Skeleton Twins (2014), pasó totalmente desapercibido: Según datos del Ministerio de Cultura, aquí lo vieron 1.722 espectadores. Wilson, que se proyectó por primera vez en el pasado festival de Sundance, podría sacarle del anonimato, o eso al menos sugiere la presencia de Woody Harrelson como cabeza del reparto, tras su rehabilitación popular a partir de la serie True Detective.
Cuando se editó en nuestro país, el especialista Álvaro Pons hablaba así de la novela gráfica, en su imprescindible blog La cárcel de papel: “Wilson es un personaje patético. No es la primera vez que Daniel Clowes se asoma a lo más mísero de la existencia humana, desde luego. Mostrar hasta qué punto la existencia del ser humano es una tragedia sin posible final redentor es uno de los lugares comunes de la obra de este autor, un tema reiterado desde diferentes aproximaciones pero que, hasta ahora, tenían una lectura irónica que permitía al lector encontrar un clavo ardiendo con el que escapar de la desoladora imagen que componía el americano de la rutina cotidiana. Y aunque en esta nueva obra no pierde ese humor negro que ha sido marca de fábrica, lo deja en un segundo plano, apenas expresado a través de unos diálogos magistrales y, sobre todo, de unas elecciones formales y narrativas que reciben el peso de establecer distancias entre el lector y la realidad que define el autor”. Una apuesta formal cuya traducción cinematográfica es uno de los grandes alicientes de la película.
La historia está centrada en el Wilson del título, un tipo anodino, de mediana edad, que tras la muerte de su padre, y sintiéndose más solo que nunca, se propone encontrar a su exmujer y tratar de recuperar su relación. De este modo descubrirá que tiene una hija adolescente, nacida tras la ruptura de su matrimonio y entregada en adopción. Wilson fuerza finalmente el reencuentro con su exmujer y su desconocida hija, pero cuando se produce resulta ser muy diferente de lo que imaginaba. Aunque Álvaro Pons sitúa la novela gráfica por debajo de Ghost World, Ice Haven o El rayo mortal, contiene todas y cada una de las constantes del trabajo de Clowes, comenzando por el carácter emocionalmente inestable de sus personajes, aunque esta vez el dibujante ha comentado que a la hora de escribir el guion tuvo muy presente Extraños en un tren, la novela de Patricia Highsmith llevada al cine por Alfred Hitchcock en 1951. “Sobre todo, en las escenas en que Wilson, efectivamente, se dirige a gente que no conoce cuando viaja”, confesaba en una entrevista reciente. “De algún modo, es como una versión diferente del personaje de Robert Walker en la película de Hitchcock, un tipo molesto que invade el espacio de los demás para inculcarles su extraña visión de la vida”. Wilson, por supuesto, no termina matando a nadie, pero podría acabar enterrado, teniendo en cuenta la fría acogida que ha recibido la película por parte de la crítica internacional. Medios de prestigio como Variety, The Guardian, The New York Times o The Hollywood Reporter han mostrado su decepción con el resultado final, como si nuevamente hubiera sido imposible trasladar de manera satisfactoria al celuloide las viñetas de Clowes. Al menos, siempre nos quedarán sus cómics.
Está producida por Fernando Bovaira y se ha hecho con la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal en el Festival de Cine de San Sebastián gracias a Patricia López Arnaiz