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El año en que La Veneno vino a salvarnos

27/10/2020 - 

VALÈNCIA. Si usted no vive debajo de una roca, seguramente haya oído hablar de Veneno. Emitida por primera vez durante el confinamiento, la serie se ha convertido en este año de encierro, desencierro y toque de queda en un éxito de nicho, avivando una conversación inusual en tiempos de ver, usar y tirar. Removiendo conciencias, vaya. Lo de nicho lo digo porque, aunque la conversación existía -se lo digo yo que la he visto con mis propios ojos-, el alcance real era un misterio con una difusión que seguía siendo limitada, solo disponible a través de la plataforma de pago de Atresmedia. Y aunque ya os he dicho alguna vez eso de que Twitter no es la vida real, en esta ocasión casi deseaba que lo fuera. El caso es que, visto el revuelo online -y con los datos en la mano, imagino-, Antena 3 decidió aprovechar el tirón y emitir este domingo los primeros dos capítulos en abierto. En prime time, casi nada. 

¿El resultado? Fue lo más visto del día. Y eso que competía con los tentadores tróspidos de Telecinco. Sin Rosito ni hoguera de por medio, Veneno se ha convertido en uno de los grandes éxitos de la temporada por méritos propios. Y quién nos iba a decir hace unos años que una serie que narra la historia de un grupo de mujeres trans iba a conseguir esos datos. El domingo dejó de ser una serie de nicho, si alguna vez lo fue. También dejó de ser una conversación de nicho, si alguna vez lo fue. La serie muestra al gran público las mil y una capas de una Cristina Ortíz que va más allá del meme y, a través de ella, se abre un universo infinito de mujeres que nos ayudan a componer la fotografía de un colectivo que sigue sufriendo una profunda discriminación y que sigue estando infrarrepresentado en la vida pública. 

Pero este domingo al menos 2,5 millones de personas pasearon por ese Parque del Oeste que quizá habían visto durante unos segundos en el Mississippi, entraron en el piso de Marxalenes de Paca La Piraña, caminaron de la mano de Valeria Vegas y sufrieron con los recuerdos de Adra. Porque, más allá de la frase graciosa de turno que muchos podían esperar, la serie pone sobre la mesa los efectos brutales que tiene la marginación social, el acoso y el maltrato. Para no perdernos en el camino, una de datos. Según un reciente estudio realizado por la Agencia Europea de los Derechos Fundamentales, una de cada cinco personas trans e intersex fueron físicamente o sexualmente atacadas en los cinco años previos al estudio, el doble que otros grupos del colectivo LGTBIQ+. También por parte de aquellos que debieran protegerlas. Hablamos de un colectivo que, según distintos informes, alcanza el 80% de paro. Uno más: la OMS no eliminó la transexualidad de la lista de enfermedades mentales hasta 2018.

A esos datos, Veneno les pone cara y corazón. 

La de Veneno -y su universo, que es tan importante en la serie como ella- no es la historia de un ejemplo a seguir, ni tampoco sé si es una historia universal. Al menos en lo concreto. Pero sí en su humanidad. Las historias que cuenta la serie -basada en el libro de Valeria Vegas- son políticas, sociales e, insisto, humanas. No se puede despojar de una de estas cualidades según nos convenga. La serie llega, precisamente, en un momento en el que algunos sectores están borrando el factor humano al colectivo, utilizándolo como moneda de cambio para una batalla que es minoritaria pero, como muchas cosas hoy en día, muy ruidosa. Un falso debate que pretende decirle al de enfrente quién es y cómo se siente sin tener ni idea de quién es y cómo se siente. 

Es especialmente significativo el final de la serie en este sentido. Acaba (spoiler y todo eso) con un funeral imaginado en el que las cenizas de Cristina se convierten en confeti, una celebración soñada que reúne a todas las personas queridas que han formado parte de su vida, una fiesta con la que la ficción pretende hacer justicia con su protagonista. Un rendición de cuentas que, también, supone una reconciliación con aquel espectador que pudiera sentir que aquel mundo no tenía nada que ver con su vida y que hoy le abre sus puertas. A pesar de todo.

Hoy Cristina vuelve para salvarnos. 

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