El Petit de Cal Eril forma parte del cartel de la segunda edición del Pops Marítims, que se celebrará el 18 y 19 de mayo en Las Naves
VALÈNCIA. Cuenta Joan Pons, mente pensante de El Petit de Cal Eril, en una entrevista publicada no hace demasiado en Ruta 66 que la mayoría de los miembros de la banda tocan instrumentos a los que no están habituados. Un batería es, en realidad, guitarrista; tres cuartos de lo mismo sucede con el bajista… Vamos, que se ubican lejos, muy lejos, de su zona de confort. Esto, sin duda, provoca un enfoque completamente diferente a la hora de encarar el rol del músico dentro de una banda; un enfoque que encaja a la perfección con la estructura de unas canciones, las que han publicado en su último disco, que carecen de estribillos y encuentran el momento y el lugar adecuado para cada instrumento.
No es que hayan inventado la sopa de ajo, precisamente. A las reconversiones de Dave Grohl o incluso Chris Cornell (batería en sus inicios), se le pueden sumar casos más flagrantes, como el de Skip Spence; batería en el debut de Jefferson Airplane, cuando lo echaron por irse de vacaciones sin avisar y decidió fundar Moby Grape como guitarrista, nadie entendía lo que se supo más tarde: en realidad, Spencer ni siquiera era batería. Dentro de esa psicodelia de reaprendizaje vital y musical se enmarca, en cierto modo, el folk pop de raíces propias e inclinación psicodélica de El Petit de Cal Eril. Joan Pons y su banda participarán en la nueva edición del Pops Marítims, que se celebrará el 18 y el 19 de mayo en las instalaciones de Las Naves.
Es precisamente el tipo de confirmaciones que incluyen en su línea de programación a figuras como El Petit de Cal Eril lo que hace de Pops Marítims un evento igual-pero-diferente. La propuesta de Pro21 no deja de tener (y explotar) las bondades del formato festival, pero en todo momento desde un enfoque particular que, casualmente, difiere en gran medida de la práctica generalizada. Pos Marítims es festivaleo sin o. Del mismo modo que lo de El Petit de Cal Eril puede ser tildado de música indie sin la i, la ene, la de, la i y la e; sin la pátina uniformizante y aniquiladora de toda personalidad que se manufactura en vistas a completar el círculo de emisión en Radio 3 - réplica masiva en el aparato de comunicación indie - circuito de festivales estivales.
Pensándolo bien, es un triángulo, en realidad. La figura geométrica que ha marcado el lanzamiento del último disco de Joan Pons y compañía. Triangle (o △) es el sexto disco de la formación catalana poco más de una década después de que Pons abriera fuego -junto a una banda completamente diferente- con el orgánico Per què es grillen les patates?. El imparable ritmo creativo de El Petit de Cal Eril y su inevitable maduración durante los últimos diez años ha culminado con un disco en tres entregas que certifica el ascenso en la categoría de un proyecto que sigue el ritmo de una vida que ya no existe. Y ese es su combustible principal.
Salvo los tres años que fueron necesarios para que vieran la luz sus dos anteriores referencias discográficas, Joan Pons apenas ha necesitado uno o dos años para componer, grabar y publicar una colección de canciones. Esto hace que, en efecto, determinados procesos -como el de presentación en directo y el de composición- se acerquen tanto en el tiempo que, a veces, lleguen a coexistir en la misma realidad. Realidad de realidades. Esto hace que, en efecto, las canciones de Triangle surgieran mientras se desarrollaba la gira de su anterior disco, La Força; algo que, por cierto, es más habitual de lo que el resto de seres humanos podemos llegar a imaginar.
Y no es que precisamente la presentación de su predecesor fuera breve. Cerca de un centenar de conciertos observaron un disco que ha marcado el manoseado punto de inflexión periodístico que toda banda necesita -o finge- haber vivido en algún momento de su carrera. La Força supuso la cristalización de un proceso lento, casi artesanal -como sugiere su música-. Hasta entonces, El Petit de Cal Eril era un figura tenue, amable y puede que hasta inofensiva en el cartel de un festival -a ojos del espectador medio-. Sin embargo, su quinto disco, al igual que le sucedió a Pau Vallvé con Abisme Cavall Hivern Primavera i Tornar en 2017, ejerció de detonante y de excusa para poner en valor una discografía de coherente valor.
Triangle es el fruto de cómo la realidad moldea las cosas: pensado en un primer momento como un triple EP, las estrecheces de los caminos discográficos lo convirtieron en un disco publicado en tres entregas. Grabado en tres momentos y lugares diferentes -una casa de palla en el Mas Franch de la Garrotxa, el Teatre Ca l’Eril de Guissona y el Figure 8 de Brooklyn, por donde han pasado Sufjan Stevens u Okkervil River-, es una colección que reúne en su interior lo mejor del organicismo natural del proyecto de Joan Pons junto a las virtudes de una evolución que lo ha encaminado, a día de hoy, hacia una especie de psicodelia en la que los sintetizadores tienen una ascendencia particular. Una especie de americana à la catalana que, como en ‘Les Lletres No Fan Les Paraules’ o ‘Com Puc Saber El Que Penses’, se desarrollan a partir de esa intención agradable que tanto imprime Pons a su música.
Ambos, Triangle y La Força, son las dos puntas de lanza de una carrera cuya estabilidad viene marcada por la unión con el sello Bankrobber. La discográfica es, en sí misma, una escena; entre sus filas, joyas de un sonido de fuerte (re)interpretación regional con Mazoni, Inspira, Esperit! o Renaldo & Clara. La consolidación de El Petit de Cal Eril coincide de forma mágica con su ascenso en el sistema jerárquico de un sello humilde, pero que, como Pons, tiene muy claro cuál es el horizonte de sus ambiciones. Bankrobber es el invernadero con las condiciones idóneas para la evolución de un proyecto que ha crecido a partir de la suma en un escenario en el que el planteamiento austero y natural es innegociable.
La actuación de El Petit de Cal Eril en el Pops Marítims del 19 de mayo en Las Naves no se aparta ni un centímetro del camino principal del evento: “tratar de consolidar sonora y organizativamente el festival como referencia de otras músicas de autor en la ciudad de València”, señalan de forma oficial desde la organización. La segunda edición del festival, que este año dobla la jornada única del año pasado, refleja a la perfección su objetivo principal, en tanto en cuanto ofrecerá actuaciones de referentes que se encuentran cómodos en los márgenes de lo establecido.
El norteamericano de origen costarricense, Dorian Wood, supone la apertura internacional del Pops Marítims tras un primer año en el que, de hecho, todo origen era marítim y Mediterráneo. El artista angelino es, junto a Pony Bravo -con disco nuevo en el horizonte tras un lustro sin publicar nada nuevo-, la referencia de más peso mediático en un cartel en el que repiten Júlia -por méritos propios-. Completan el cartel Jordi Lanuza, la guipuzcoana Anari, North State, We Are Not Brothers y Bigott Dj. Todo sucederá el 18 y 19 de mayo en Las Naves.
El artista de Los Angeles de origen costarricense vuelve a València el 19 de mayo para actuar en la segunda edición de Pops Marítims