CONCIERTO DE AÑO NUEVO

El Gran Concierto de Año Nuevo: del nazismo a la celebración colectiva

La Strauss Festival Orchestra recrea el domingo en el Palau de les Arts el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena con composiciones de los Strauss

5/01/2017 - 

VALENCIA. Nat Shapiro recoge en su enciclopedia de 1981 aquella cita en la que el francés Claude Debussy habla de las tradiciones que encorsetan a la ópera y a la música clásica para convertirla en esa clase de arte que asusta y no quiere divertir. “Porque amo la música trato de liberarla de las tradiciones estériles que la reprimen”, decía el compositor, uno de los referentes de la música de la Europa de finales del siglo XIX. En 2016, las tradiciones son como los capítulos de Los Simpson: hay tantos que puedes elegir los que más te gusten y desechar los que no encajen. Esto sucede hasta el paroxismo con el Gran Concierto de Año Nuevo que se celebrará, siete días después de su fecha original, en el Palau de les Arts Reina Sofía.

El domingo 8 se trasladan a Valencia, gracias a la gira de la Strauss Festival Orchestra (que quiere rivalizar con el Never Ending Tour de Bob Dylan), los fastos musicales y no musicales del habitual concierto de año nuevo que la Filarmónica de Viena ofrece en la Wiener Musikverein; músicos de alto nivel dirigidos por directores como Eduard Serov o Fuat Mansurov, y acompañados de un cuerpo de ballet para recrear las canciones de la familia Strauss en el concierto vienés. Han pasado ya, entre otros lugares, por la Berliner Philharmonie de Berlín, el Musikhalle de Hamburgo, el Auditorio Parco della Musica de Roma o el Palau de la Música de Barcelona.

Sin duda, es el momento idóneo para tratar de entender qué clase de tradiciones se abrazan con más o menos conciencia; al margen de las propias del género, el de las marchas o los valses, es interesante conocer qué se perpetúa cuando, en apariencia, se intenta celebrar el cambio de año recreando inocentemente el ambiente de las celebraciones de Francisco José I y su esposa, Isabel de Baviera (Sissi), en la corte de Viena. Originado durante “el capítulo más oscuro de la historia de Austria”, tal y como manifiestan en la misma web de la Filarmónica de Viena, el evento que une a diferentes estratos sociales (lo que los une es la televisión, porque los precios de las entradas son prohibitivos) fue, en su origen, un acontecimiento muy alejado de toda su actual manifestación.

Un instrumento de propaganda nazi

Lo primero que es necesario precisar en cuanto al origen del Concierto de Año Nuevo que tendrá su réplica este domingo en Valencia es que su nacimiento es mucho más reciente de lo que aparenta; a pesar de que juega a recrear los bailes de la corte de Viena en tiempos de la emperatriz Sissi (tampoco estaría de más recordar que el absolutismo está muy feo), no llega todavía a sus ocho décadas de existencia. El Concierto de Año Nuevo arrancó en Viena el 31 de diciembre de 1939. Por 50 reichsmarks, ¿cosas que podían estar pasando en Viena y en Europa en 1939? Efectivamente, cosas nazis

No cuesta demasiado imaginar a Joseph Goebbels incluyendo la cita en el Musikverein de Viena como parte importante del programa de la división dedicada al arte, el teatro y la música de su Ministerio para la Ilustración Pública y Propaganda. Nacido en plena Anschluss, todo lo que rodea al concierto de año nuevo se enmarca fácilmente en la anexión de Austria a la Alemania nazi como parte del III Reich; ni siquiera hace falta rebuscar y recordar aquella postal de Karlsplatz con el Musikverein señalado que, con 17 años y en su primera visita a Viena, Adolf Hitler envió a su amigo August Kubizek. Goebbels parió el evento y utilizó la popularidad y el prestigio de la Filarmónica de Viena como instrumento de propaganda para el Reich.

La Wiener Philharmoniker y su colaboracionismo

Todo esto se sabe hoy gracias a un ejercicio ejemplar de Transicionismo: no fue hasta hace 4 años cuando la Filarmónica de Viena permitió que varios historiadores accedieran a los archivos de la organización. El Concierto de Año Nuevo, ese que nació por el impulso nazi, se pudo llevar a cabo gracias, en gran parte, a la extraordinaria connivencia de los propios músicos de la Filarmónica de Viena. Pocas organizaciones civiles ostentaron tal índice de colaboración con el nacionalsocialismo: las investigaciones recientes destacan que, en 1942, casi un 50% de los músicos de la filarmónica (60 de 123) eran nazis de pleno derecho (dos de ellos, incluso, formaban parte de las SS). 

Con todo esto, no cuesta imaginar que hasta trece músicos judíos fueran expulsados de la Filarmónica de Viena en una época de pogromos rutinarios; cinco de ellos murieron en campos de concentración, dos en el proceso de persecución. No fue hasta 2015 cuando la Filarmónica que hoy llega por televisión a más de 90 países no empezó a retirar los reconocimientos oficiales que había otorgado a altos cargos nazis en su pasado. El caso más sangrante fue el de Baldur von Schirach, gobernador de Viena y líder de las Juventudes Hitlerianas, que fue juzgado y condenado por crímenes contra la humanidad en los juicios de Nuremberg; von Schirach perdió su anillo de honor tras su paso por la prisión de Spandau pero, a su salida, la Filarmónica de Viena se lo restituyó. Era 1966.

Es curioso entonces que en la propia web oficial de la filarmónica vienesa se hable del Concierto de Año Nuevo en los términos en los que se manifiestan. “Es el deseo de la Filarmónica, no sólo de proporcionar interpretaciones musicales definitivas de las obras maestras del género, sino también, al mismo tiempo, como embajadores musicales de Austria, mandar a la gente de todo el mundo una felicitación de año nuevo con aires de esperanza, amistad y paz”. Sería interesante saber en qué momento el concierto de año nuevo impulsado por el Ministerio de Propaganda Nazi se convirtió en eso.

La era de los Strauss: referente (inter)nacional

En todo ese contexto se enmarca la elección del repertorio del Concierto de Año Nuevo que, en gran medida, calcará la Strauss Festival Orchestra en el recital que se celebrará este domingo en el Palau de les Arts Reina Sofía. La investigación en los archivos de la Filarmónica de Viena arroja una realidad: hasta la llegada de los nazis y su evento de fin de año, la música de los Strauss no había sido precisamente habitual en los programas de la filarmónica vienesa, que se caracterizaba por la vertiente más rigurosa de la música clásica. Sin embargo, en el concierto de fin de año empezó a abrazar el catálogo de la familia Strauss hasta que este se ha convertido en la columna vertebral de la cita.

En pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, los nazis entendieron que la alta cultura y la concepción de arte superior que manejaban en la Wiener Philharmoniker podría elevar el espíritu, pero no la moral de las tropas ni la resistencia de los austríacos. Probablemente por eso se eligió la obra de los Strauss, referentes de la Austria popular gracias al cultivo de géneros más accesibles como la polca, el vals o directamente las marchas. Todo ello a pesar de que no hacía falta ser muy nazi para encontrar la vinculación sefardí de aquel apellido: Johann Strauss (hijo), cuyos abuelos ya lo eran, se casó por tercera y última vez con Adele Deutsch, judía de ascendencia austríaca.

La ‘Marcha Radetzky’ de Johann Strauss padre, esa que siempre cierra el Concierto de Año Nuevo con la participación del hirsuto público del Musikverein, o ‘El Bello Danubio Azul’ de Johann Strauss hijo (esa música que suena en los hoteles cuando hay que evacuarlos, según Chuck Palahniuk en ‘Asfixia’), forman parte del imaginario austríaco. Son himnos no oficiales que hoy se utilizan en otras situaciones (todas ellas de corte nacionalista). Junto a marcha y vals, música de opereta y polca de los Strauss completarán el repertorio del Gran Concierto de Año Nuevo de la Strauss Orchestra Festival.

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