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SILLÓN OREJERO

'El Cuervo' y sus valores caducos

En una entrevista en Forbes el productor ejecutivo del remake de El Cuervo revela que la película tendrá clasificación R para adultos, por sexo y violencia. Será una revisión del trágico film de 1994 -murió el actor protagonista rodando una escena- sobre un cómic de culto de los 80 que, en realidad, está lleno de mensajes casposos y simplones

29/05/2017 - 

VALÈNCIA. El origen de la historia está en un desgraciado accidente y un desgraciado accidente tuvo lugar cuando se llevó el cómic a la gran pantalla. Se dice que El Cuervo, como franquicia, es víctima de una maldición. Tal y como relató Jesús Palacios en Hollywood Maldito (Valdemar, 2014) no solo murió en el rodaje el actor Brandon Lee, hijo de Bruce Lee, por un disparo durante una escena en la que, por error, alguien había metido en el revólver balas de verdad. También un miembro del equipo se electrocutó en el set de rodaje y tuvieron que ingresarle en el hospital con el 90% del cuerpo quemado. Hubo un carpintero que se atravesó la mano con un destornillador y un escultor de efectos especiales enloqueció y entró en el plató con el coche arrasando con todo. Si tenemos en cuenta que la inspiración del cómic le vino al autor porque un día llamó a una amiga para que fuera a recogerle a casa y fue atropellada por un borracho, suceso que cambió su vida, estamos en condiciones de decir que es verdad, que, como mínimo, El Cuervo es una marca problemática.

O eso se está volviendo a decir ahora. Para 2018 estaba previsto que se estrenara el remake de la película o una reinterpretación del tebeo, pero el proyecto aún se encuentra en preproducción y el año pasado Relativity Media, que iba a rodar la película, abandonó la empresa y los derechos fueron a parar a Davis Films, Highland Film Group y Electric Shadow. Por ahora, solo se sabe por una entrevista en Forbes al productor ejecutivo, el español Francisco Javier Gutiérrez, que está en punto muerto, pero de ser, será de "clasificación R". Esto es: violencia, sexo y tacos. Porque esa es la única forma de capturar el espíritu del cómic de James O´Barr, explicó.

El propio dibujante dijo recientemente en la Cómic Con argentina que en esta ocasión la película sería más fiel al tebeo original. En una entrevista en superheroinchq.com llegaba a revelar que incluso sería una adaptación página por página, con más profundidad y metáforas visuales. Sobre todo con más presupuesto, para poder, por ejemplo, rodar la escena de la novela gráfica más impactante, que precisa un caballo y un tren en marcha.

Alex Proyas, quien dirigió la famosa adaptación de 1994, no contó con tanto presupuesto. Tuvo, básicamente, la mitad de lo que se va a invertir ahora. Aunque por la trágica muerte de Brandon Lee las salas de todo el mundo se llenaron, muchos queriendo ver la escena en la que la bala acaba con su vida (metraje que se guardó la policía y luego fue destruido) La cinta, eso hay que reconocerlo, es un icono de la década cuyo revival está al caer, los 90.

En esta casa Alex Proyas cae bien porque, al contrario que la peli de El Cuervo, Dark City, rodada dos años después, sí que es muy buena y original. Durante años se discutió si Matrix era un plagio de numerosas escenas de Dark City. Hubo peleas enconadas a insulto limpio en cientos de foros de Internet, pero ahora se sabe que en realidad lo que pasó es que compartieron estudios y técnicas de efectos especiales. No era un plagio, sino el mismo molde. Pero aún habrá por ahí fans de Matrix negando la mayor. No obstante, al margen de estas disquisiciones cinéfilas, la cuestión es que El Cuervo, como cómic, no es una gran historia a reivindicar.

La influencia del Muro

Y es una pena que sea malo. Porque todo en el making of de la novela gráfica es estimulante. Para empezar, lo del aludido accidente de la amiga del autor. Este hombre, James O´Barr, había crecido en un orfanato. Esa trágica muerte le marcó, tanto que se las arregló para irse a hacer la mili a Alemania, como hacían tantos soldados americanos en la época del Muro.

Aterrizó en la capital de la RFA en 1981. Entonces, era el culo del mundo. Pero por todo lo que ha ocurrido después, ahora se percibe, Berlín Oeste, como el mismo centro del universo. De allí surgió la influyente trilogía de Bowie, los Einstürzende Neubauten, Nena y Nick Cave, entre otros muchos chalaos que ya tenían como legado setentero el kraut rock, una música que pretendía romper con la tradición anglosajona de música popular que había llegado en los 60 a su país. El género explotó en los 70 y era un estilo del que se reía mucha gente hasta hace poco, cuando por fin fue debidamente reconocido y ahora los más listos lo ven como bocatto di cardinale y todos los que les siguen, los que antes se mofaban de que un grupo se llamase Guru Guru y uno de sus elepés Kanguru, obedecen como ovejas y lo vuelven a poner de moda.

Pero hay que añadir El Cuervo a la larga listas de cosas cojonudas que han pasado en el mundo gracias a un Berlín Oeste cercado por el muro y lleno de artistas merced a los subsidios y a la exención del servicio militar. El único problema, reiteraremos, es que a día de hoy resulta una historia desigual y con un fondo muy pobre.

Esfuerzo antidepresivo

Lo cierto es que sí que estaba muy bien estructurado, el dibujo tenía personalidad y el uso de flashbacks era realmente atrayente, sobre todo en esas circunstancias. Se trataba de un tebeo absolutamente amateur dibujado por un tipo que no quería más que sacarse de encima la depresión. Sin embargo, todo lo demás hace aguas.

La historia se nutría de dos ideas fuerza. Una, la exaltación del amor romántico. Dos, que a la gentuza hay que matarla. No es algo original de este autor esa idea justiciera. En Estados Unidos, tras la crisis del petróleo, el aumento del crimen asociado y las epidemias de heroína, la imaginación colectiva se alimentó de un deseo latente de afrontar estas delicadas problemáticas directamente asesinando a todos los quinquis.

En el cine no faltan ejemplos, precisamente. Se establece una coartada y el bien absoluto actúa entonces con total impunidad tirando a gente por la ventana y vaciando cargadores en el pecho de los malos.

En este caso, la excusa era que los drogadictos malhechores habían asesinado de mala manera a la novia de un tipo, El Cuervo, al que no pueden matar porque le protegen los dioses, superpoderes y bla bla... El hombre, tenía un romance con esta mujer que ni Mocedades puestos todos de MDMA podrían describir de forma más edulcorada. De ese baboso amor ridículo vienen los flashbacks que van componiendo, muy bien eso sí, la historia de la venganza. El protagonista va matando uno a uno a los responsables de la muerte de su novia con la que, ojo al dato más dramático, se iba a casar y todo.

Sí que es oscuro este cómic porque todo lo que ofrece es pernicioso para la humanidad. Amor romántico como bien supremo en su vertiente anuncio de "Amo a Laura", y confundir venganza con justicia. Una simplificación binaria de los problemas sociales. Un tebeo cuyo argumento se reduce a unas gotas de fascismo, algo más de sentimentalismo, melancolía y versos sueltos de Rimbaud y Baudelaire para envolverlo en cofre de pureza. Yo, tras leer El Cuervo, fui peor persona.

No es extraño que todas las secuelas del cómic y la icónica peli del 94 no sean prodigios de calidad. De los cómics posteriores que siguieron con la leyenda es casi mejor ni hablar, al menos de los que yo he podido leer. Merece la pena alguno, como 'Carne y hueso', por el dibujo de Alex Maleev -aunque aquí se trata de La Cuerva, Iris Shaw.

Es una pena que un tío que tomó la portada de New Values de Iggy Pop para dibujar a su héroe en varias viñetas termine firmando algo que, por decirlo de algún modo, se postra de rodillas ante lo establecido.

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