VALÈNCIA. Según cálculos realizados por la plataforma Politico a partir de encuestas a los votantes de EE.UU., en torno a 1 de cada 5 reconoce hallarse dispuesto a respaldar la violencia si el otro partido gana la presidencia.
A los autores del análisis les preocupa que su nación se encamine el 3 de noviembre hacia la peor crisis postelectoral en un siglo y medio: “Nuestro mayor desasosiego es que una disputada elección presidencial, especialmente si hay contiendas reñidas en algunos estados indecisos o si un candidato denuncia la legitimidad del proceso, pueda generar violencia y derramamiento de sangre”.
Esta fractura aparentemente insalvable en el país más poderoso e influyente del mundo forma parte de una tensión intestina recurrente en la historia. Lo grave en nuestros días, es que el hombre no sólo no parece aprender de sus errores pasados, sino que en las últimas décadas tropieza en ellos con más ahínco.
El historiador Eduardo González Calleja recoge en su libro Guerras civiles. Una clave para entender la Europa de los siglos XIX y XX, cómo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, más del 80% de los conflictos armados han sido internos. Y del total de 96 acontecidos tras la Guerra Fría, en concreto, desde 1989 hasta 1996, sólo cinco fueron de tipo interestatal.
Desde la guerra del Peloponeso en la Antigua Grecia hasta nuestra Guerra Civil, o las recientes sufridas en Chechenia, Ruanda, Congo, Ucrania, Afganistán, Irlanda, Corea, Guatemala… son conflictos que derivan de una dinámica cainita entre vecinos, pero también de la gasolina que los líderes políticos arrojan al fuego de esas diferencias.
Hoy es Trump, en EE.UU., y Mansur Al-Hadi y los Al-Huthi, en Yemen. Ayer, Ratko Mladic, Radovan Karadzic y Slobodan Milosevic en los Balcanes
Las guerras yugoslavas de la última década del pasado siglo son, precisamente, las que inspiraron al dramaturgo francés Enzo Cormann su obra Diktat, que este fin de semana, del 22 al 25 de octubre, sube al escenario de la Sala Russafa la compañía alicantina Col·lectiu Intermitent.
Desde un Madrid crispado
Su director, Juan Pastor, está estos días en la sierra de Madrid, alejado del confinamiento perimetral de la capital. Desde su retiro temporal comparte la sensación desagradable que le ha abordado estos días pasados en la ciudad: “En Madrid estamos padeciendo una escisión que recuerda a la crispación de la Guerra Civil. Hay un enfrentamiento muy solapado y veo ciertas miradas de terror. Es terrible. Pueden saltar chispas de lo que aparentemente no es nada”.
La polarización que vive nuestro país resuena en el drama teatral. Su autor, de hecho, facilita que la trama pueda circunscribirse a cualquier tiempo y lugar, porque la ambienta en una realidad imaginada. Los protagonistas son dos hermanos que se reencuentran después de una cruenta guerra civil. El mayor es tracio, facción ultranacionalista que gobierna ahora el país, el menor, triballo, el grupo que fue expulsado.
La palabra diktat procede de una expresión empleada por los alemanes para definir la injusticia del Tratado de Versalles, por el que se establecía la paz en Alemania a partir de "la imposición por la fuerza de una serie de medidas draconianas donde no se tuvo en cuenta la opinión ni la capacidad para cumplirlas".
Sin entrar en spoilers, esa referencia histórica es la lectura que se puede extraer por el acuerdo al que uno de los hermanos obliga al otro.
“Es una obra que trata muchos temas, pero el fundamental es el enfrentamiento de dos realidades muy cercanas por un nacionalismo excluyente. Empiezas con diferencias políticas y terminas echándote los trastos a la cabeza y pegándote tiros. Hay antecedentes muy lejanos, pero también muy cercanos: sólo tienes que ver las sesiones del Congreso”, lamenta el director de escena alicantino.
En 1996, tras recibir el Premio Nacional de las Letras, el dramaturgo Antonio Buero Vallejo declaró que no descartaba una nueva guerra civil en nuestro país. Pastor cree que su premonición no se hará realidad, pero considera que sobrevuela un peligro. “Cuando uno defiende actitudes, que no ideas, es imposible dialogar. No se puede discutir con alguien que responde a emociones, porque con esa persona no valen los argumentos. Es el gran problema”.
Tour de force
Pastor suma más de cuatro décadas como profesor de interpretación. Ha sido maestro en la RESAD y también en el estudio de actores de la sala alternativa que fundó en Madrid, La Guindalera. Este montaje es un regalo para un profesional que se declara enemigo de los efectos teatrales, pues considera que el actor es siempre el centro del montaje.
Los dos artistas a los que comanda son Toni Misó y Morgan Blasco, que realizan un alarde interpretativo.
“Para mí es muy importante que la forma tenga que ver con el fondo, porque lo fundamental es el trabajo del actor, y en esta obra asistimos a un verdadero tour de force en un espacio desnudo”, adelanta el director.
Al respecto, Pastor destaca la musicalidad de la dramaturgia. De hecho, Cormann considera sus propuestas oratorios profanos. “Hoy en día, donde los textos con profundidad se cuentan con los dedos de una mano, esta obra es un lujo por su estructura rítmica”, valora Pastor
La programación de Diktat en la Sala Russafa le entusiasma por el cariz íntimo que van a tener las representaciones: “Antes hablábamos con Dios y ahora nos relacionamos con el actor. Con el fin de las iglesias, se necesita un sitio donde compartir una reflexión sana y verdadera. Y programar teatro en espacios reducidos, salitas, facilita una comunicación auténtica, imprescindible para satisfacer una necesidad espiritual del ser humano”.