VALÈNCIA. La nueva propuesta del tándem creativo formado por Jaume Pérez y Juli Disla es, de principio a fin, “un encuentro con el público”. Cabe aclarar que en La sort, programada del 4 al 7 de marzo en el Teatre Rialto, no hay coloquio ni se abre turno de preguntas para los espectadores. Cuando la pareja define así su pieza está desvelando que es un texto escrito y representado desde la primera persona del singular y la segunda del plural. En la hora y poco que dura el montaje, Pérez&Disla refiere desde la honestidad su propia experiencia como familia homoparental e interracial.
“Hemos intentado ser muy sobrios, no vestir demasiado el escenario, sino mostrar la desnudez del ejercicio. En lugar de saturar de imágenes al espectador, tratamos de ser claros, vulnerables y sinceros”, avanza Pérez, quien asume la dirección a seis manos, junto a dos colaboradores habituales de la compañía, Toni Agustí y Santiago Ribelles.
De esta manera, han podido superar lo privado y disponer de una mirada externa. “No queríamos salir a contar nuestra película, sino relatar la propia historia con un componente artístico”, matiza el director, actor y dramaturgo.
La cesión del protagonismo a otros actores nunca se les pasó por la cabeza. “De cara a la galería, puede parecer que pecamos de un exhibicionismo narcisista, ligado a la sobreexposición actual en las redes sociales, pero lo personal es político, y tenemos un compromiso con esta historia”, subraya.
Disla, que firma el texto, lo secunda: “Hay un componente de exposición personal importante, pero pesó más el interés en contar nuestra peripecia íntima a personas ajenas para así visibilizar los aspectos desconocidos de los proyectos de adopción, con sus mitos asociados y sus cuestiones administrativas y técnicas”.
La palabra suerte fue recurrente en todo el proceso de adopción de su hijo. Amigos, conocidos, familiares y ellos mismos han reiterado la expresión como un componente indisociable del hecho de haberse encontrado, el crío a ellos, ellos al crío. De ahí que la obra se llame La sort, aunque bien podría haberse titulado El azar, pues como destaca Pérez, el proyecto expone los diferentes caminos a los que te lleva la existencia: “Más que pararnos a valorar si esta coincidencia es buena o mala, lo relevante es que la vida nos ha puesto juntos”.
La dupla artística siempre revisa los planteamientos éticos de sus montajes. Sin excepción, en todos ellos han surgido dilemas sobre si lo que exploran es oportuno u oportunista. Pérez&Disla consideran que cada uno de sus espectáculos son una oportunidad para intervenir el presente. Tanto en La gente (2012) como en El hombre menguante (2015), Carinyo (2016) y La sort.
“El tema que abordamos en esta última pieza puede tener cierto gancho de oportunidad y de actualidad, pero también hay una reivindicación y una responsabilidad en lo que contamos”, establece Disla.
Entre sus intenciones no está la de fomentar la opción por la que se decantaron ellos frente a la alternativa de la gestación subrogada.
“Nuestro objetivo no es animar a algo ni servir de modelo ejemplarizante. El teatro nos sirve de pretexto para propiciar encuentros y compartir momentos, pero nunca para aleccionar”, distingue Pérez, quien completa la argumentación señalando cómo a los integrantes de una minoría, ya sea racial, de identidad, de orientación sexual o de género, se les otorga demasiado a menudo el papel de representantes del colectivo. “Y eso nos priva de tener nuestra propia voz. Evidentemente, cuando hablas desde lo personal, existe la posibilidad de que haya gente representada, pero no es nuestra aspiración. De hecho, nos revelamos contra ella”.
Disla remata: “No nos representamos más que a nosotros mismos y nuestra experiencia”.
El principal obstáculo que les salió al paso durante el proceso de adopción fue el tiempo. La sort, de hecho, se remonta a 2005, con el discurso del presidente Zapatero tras aprobar la ley de matrimonio gay, y termina en 2021. “Eso implica espera, desesperación, cambios de planes... La vida da mil vueltas, así que imagínate las cosas que pueden pasar”, comenta Juli Disla.
A pesar de que los márgenes hubieran sido más cortos, la adopción internacional estuvo descartada desde el principio. Las parejas homosexuales no pueden adoptar en el extranjero si van con la verdad por delante, ya que ninguno de los países con los que tiene convenio España permite la adopción homoparental.
A Pérez este extremo le parece injusto para los menores, porque se les priva del derecho a ser adoptados por una familia como la que ellos forman.
En los años de trámites, ambos desmontaron diversos mitos. Como la frase hecha de que hay muchos niños que necesitan ser adoptados. “No lo creemos, porque la adopción es el último recurso para un menor, y apartar a uno de su familia biológica es un proceso muy delicado y muy duro”, recalca Disla.
Pero si hay una enseñanza grabada a fuego durante este largo proceso, esa es el mantra que arroja Pérez como punto final: “Las historias de adopción no son historias de éxito o fracaso, sino de superación y crecimiento”.