VALÈNCIA. Aunque a estas alturas sea poco original, me uno a las felicitaciones por la designación de nuestra ciudad como capital mundial del diseño 2022, en particular a quienes están detrás de ese éxito y a todos los profesionales que de una forma u otra desarrollan su labor en este importante sector. Aunque nos congratulemos todos por ello, los protagonistas principales son quienes participan en el campo, o mejor, en los numerosos campos de la economía en los que el diseño está presente (arquitectura, mobiliario, gráfica, objetos…). La designación también debe servir para reconocer, y aquí voy a arrimar el ascua a mi sardina, lo que ha significado el diseño, en un relato de más de cinco siglos, porque el diseño de otras épocas lo es tanto como el más vanguardista.
Cuando hablamos de una ciudad creativa, habría que plantearse cuando comienza a manifestarse esa creatividad en el campo del diseño. No sería justo que durante estos años que tenemos por delante hasta el 2022 no aprovechemos para echar una mirada retrospectiva, reivindicando el carácter histórico del diseño en València. Su historia no debe ceñirse a la modernidad (habría que definir, por otro lado, modernidad), sino que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que la del diseño es una historia que se inicia hace, al menos, cinco siglos. Dicho esto, emplearé esta publicación para, con toda la humildad, proponer a quienes se pongan al frente de ese reto que supone llevar a buen puerto ese objetivo 2022, que de alguna forma también se reivindique no sólo el presente y futuro, sino también nuestro esplendoroso pasado relacionado con el diseño. Como imagino que se sucederán las muestras y exposiciones, sería imprescindible cuando menos una que tenga como objetivo la reivindicación del diseño de otros tiempos para reivindicar nuestros orígenes. Lo que, a su vez, sería una gran oportunidad para mostrar al mundo nuestro patrimonio y la estrecha vinculación de este con el diseño. El diseño en València no viene de ahora, no surge por generación espontánea, sino que tiene un relato que hay que contar para que se conozca.
Es València una ciudad en la que la importancia a lo decorativo, la impronta a través del diseño de quien se halla detrás del edificio, se aprecia en su misma arquitectura. Hay centenares de ejemplos. La arquitectura valenciana ha estado a la vanguardia en cada momento histórico (arquitectos-diseñadores como Francesc de Baldomar o Pere Compte en el gótico más audaz, la arquitectura oblicua y teatral del barroco o el rococó de Hipólito Rovira, el modernismo de Demetrio Ribes y su estación del norte, Enrique Viedma y la finca roja, Francisco Mora y su mercado de Colón como ejemplos así como el racionalismo y sus maestros). En otro ámbito, más propio de las artes aplicadas, habría que decir que el campo de trabajo del diseño en la València de entre el siglo XV y comienzos del XX es el de la cerámica. El Museo Nacional de Cerámica González Martí no deja de ser un museo del diseño. Un diseño que “industrialmente”, (si podemos utilizar esta terminología) se inicia con la cerámica de Paterna, Manises y València de origen hispano-morisco y su abstracta decoración de motivos vegetales y geométricos en el siglo XIV. Ello dio lugar a la cerámica medieval tanto en sus piezas en verde y manganeso, reflejo metálico, y la azulejería en blanco y azul. Es en esta donde se aprecian los diseños más característicos, en muchos casos abstractos, de cierto corte islamizante, y que han dado lugar a una nomenclatura o jerga propia en el caso de la azulejería más popular: el escarabajo, el volaoret, el pensamiento o los azulejos de “tibias” por asemejarse los motivos esta clase de huesos.
Ya en el Barroco posteriormente a lo largo de todo el siglo XIX, la cerámica es también uno de los momentos en que el diseño cobra un especial protagonismo en nuestra ciudad, tanto en las formas como en el uso cromático de unos motivos de extraordinaria variedad, formando grandes conjuntos en paneles de azulejos que decoran espacios palaciegos, iglesias y alquerías de nuestra ciudad. Se trata de diseños geométricos, vegetales, pero también aparece el motivo animal tratado formalmente de una forma sintética. Hay que indicar que el diseño de la cerámica se ha movido a lo largo de cinco siglos entre los motivos abstractos de, como decíamos, de tipo vegetal y geométrico y la simplificación formal de motivos figurativos, de ahí que hablemos de puro diseño, y no de una figuración que plasma con la mayor fidelidad la realidad. Sin pemitir que la tradición cerámica se rompa, en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX el diseño vuelve a cobrar especial protagismo con azulejería modernista y las fábricas de Nolla o La Ceramo en Benicalap con especialidad, de nuevo, en el reflejo metálico y la cerámica modernista destinada a la decoración de espacios emblemáticos de la ciudad (mercados, estaciones y edificios públicos…).
No puedo acabar sin citar el importantísimo campo del llamado diseño gráfico que desde finales del siglo XIX hasta hoy mismo ha vivido una permanente época de esplendor. La historia de las estéticas que han transitado la pasada centuria hasta nuestros días se puede leer perfectamente a través del diseño gráfico. Nuestros magníficos diseñadores se defienden ellos mismos todos los días por su trabajo y sus numerosos éxitos profesionales. A mí me toca en este caso reivindicar y recordar a los diseñadores del pasado reciente que pusieron su talento en el diseño de toda clase de carteles, etiquetas, libros vinculados a la publicidad, a celebraciones (ferias regionales, fallas, ferias muestrario etc) y otros muchos eventos. Nombres que ya son historia van desde Josep Renau a los hermanos Vicente y Arturo Ballester, Dubon, Usabal, José Segrelles, Mongrell, Barreira. Son fundamentales dos publicaciones para entender este contexto histórico y del diseño valenciano: Arte Valenciano Años 30 editado por la Generalitat en 1998 y Carteles y Cartelistas valencianos, obra de Rafael Contreras y editado por el Ajuntament de Valencia y del que he podido ver recientemente algún ejemplar en nuestra más conocida librería de lance de la ciudad (en internet los precios son bastante altos). Dicho esto, larga vida para el diseño hecho en València.
La World Desing reconoce el proyecto 'citrus spray', con el que el estudio castellonense cosechó uno de sus mayores éxitos