Puede que algunos –y algunas– lo conozcan antes por @xpgigirey que por Xacobe Pato. No es de extrañar. Este politólogo de formación y librero de Cronopios, una acogedora librería situada en Santiago de Compostela, comenzó a publicar sus diarios en Instagram en 2018. Hoy, cerca de dos años después, atesora la cifra de más de 16.000 seguidores en la red social. Su éxito es tal que este mismo septiembre la editorial Espasa decidió recopilar sus entrañables diarios en forma de libro tangible, físico, real: 'Seré feliz mañana'. De la pantalla al papel hay menos distancia de la que se puede pensar.
MURCIA. Xacobe Pato lleva escribiendo sus diarios desde los siete años. Todo comenzó, cuenta, con un cuaderno de Taschen que le regalaron sus padres, y en la primera página del cual se encontraba una tierna dedicatoria de sus progenitores y su hermana alentándole a desarrollar sus historias. "Aquel primer diario tenía su público, que es lo que a mí me interesó siempre", narra este librero gallego en las primeras páginas de su libro. Lo tenía, en efecto: su familia, a la que procuraba entretener con sus vivencias, reflexiones y peripecias. Y eso que, en algún caso, su sinceridad apabullante le ocasionó problemas, como cuando confesó en sus diarios que había suspendido seis asignaturas y su madre, lectora "veterana" de sus historias, acabó descubriéndole por un descuido.
En 2018, de forma totalmente "consciente", Pato decidió buscar nuevos públicos y empezó a publicar sus diarios de forma semanal a través de Instagram como ejercicio de escritura. De dos personas pasó a cuatro; de cuatro, a ocho. Hoy, cuenta con 16.000 seguidores que siguen con atención sus diarios. Parte de ellos los ha recogido Espasa en Seré feliz mañana, su primer libro, que vio la luz este pasado septiembre.
Con todo, Xacobe Pato lleva la friolera de dos décadas exponiendo en un papel todo lo que sucede en su vida. Ello no está exento de retos. Por un lado, se encuentra la dificultad de retratar a las personas de su entorno: "Lo que más me cuesta a la hora de afrontar lo que voy a escribir es cómo tratar las relaciones los demás", se sincera el escritor gallego, a través del teléfono.
"Al final, cuando escribes un diario escribes sobre ti mismo, pero, especialmente, escribes sobre los demás. Y a la hora de escribir sobre los demás uno tiene que ser consciente de que a lo mejor alguien no quiere salir retratado, de que hay gente que se puede enfadar. A diferencia de la novela, en el diario tus personajes se pueden revelar contra ti", añade Pato, reflexivo.
El segundo reto –que más que reto parece una imposición– es la obligación de mirar la vida de frente: de estar "siempre pendiente de lo que pasa a tu alrededor". Entrenar el ojo, detectar los momentos sustanciales, no es tarea baladí, pero sin duda necesaria a la hora de escribir un diario. "Mi vida es bastante normal, en una ciudad pequeña donde no pasan muchas cosas", reconoce el escritor gallego. Por ello, cuenta sus historias como si de "anécdotas" a un amigo se trataran. "Hay cosas que parece que no son muy atractivas, pero empiezas a escribir sobre ellas, les das algún giro… y se convierten en interesantes", admite.
Preguntado sobre si sus diarios encajan mejor en la autoficción o en la autobiografía, el librero gallego se posiciona: siempre hay una base de realidad, afirma, en sus historias. "Luego juego a exagerar y hacer más disparatadas algunas situaciones para que sean atractivas para el lector, que es algo que también me interesa mucho", reconoce Pato. Alega que no existe rastro de ficción en sus textos, pero sí una exageración que, a modo de "pacto", entienden –y legitiman–sus lectores.
Abrirse a pecho abierto frente a la multitud de ojos –digitales– que persiguen sus movimientos no resulta sencillo para un tipo tímido como Xacobe Pato. Al otro lado del teléfono, su tono de voz, su encantador acento gallego, encubren cierto titubeo. "Soy una persona muy pudorosa, me cuesta abrirme", confiesa el escritor. Por ello, a la hora de enfrentarse a sus cerca de más de 16.000 seguidores, el librero se escuda en la relación de "tú a tú" que mantiene con ellos. Eso es lo que le funciona.
"Yo, por un lado, escribo; y el lector lee en otra parte: en su sofá, en su cama, en la playa, en un banco del parque. En ese diálogo me encuentro cómodo para abrirme", apunta. Reunir a todos sus seguidores en una misma sala, sin embargo, le causaría un profundo pudor. Suspira levemente. "Prefiero no imaginarlo", comenta con una sonrisa vergonzosa.
Muchos autores han sucumbido a la idea de escribir sus vivencias. Piglia, Trapiello o Pavese son algunos de ellos, admirados y citados por el librero en sus diarios y, también, en su libro. "En El gato encerrado, Andrés Trapiello […] resuelve que un diario es como una taberna en la que siempre hay un tabernero comprensivo con nuestras debilidades, que nos escucha si le hablamos y sabe guardar silencio si queremos estar callados", reflexiona Pato en Seré feliz mañana.
Sin embargo, sobre si existe actualmente un boom de la no ficción, de este tipo de diarios, Pato se desmarca: "No lo creo", contesta al cabo de unos segundos de silencio. "Lo que sí creo es que hay mucha gente que escribe diarios sin ser muy consciente de ello. Me explico: hay ciertas cuentas de Twitter que sigo que me causan la sensación de leer un diario, con entradas pequeñas en las que se cuenta qué ven, qué piensan, a modo de diario".
A pesar de que como género cuentan con mucha tradición, "no creo que sea tendencia ni para las editoriales ni para los lectores", señala, finalmente, Xacobe Pato.
La portada de Seré feliz mañana muestra a Xacobe Pato en el centro de una colorida librería. El autor mira, fijamente, sin disimulo alguno, hacia la pantalla del móvil que sostiene en su mano derecha. Mientras, una serie de pinceladas de colores rodean su silueta y difuminan los volúmenes que se erigen, imponentes, a su espalda. La ilustración está firmada por David de las Heras y vincula de forma indisoluble la literatura de Pato con el mundo digital. Con las redes sociales hemos topado.
"Empecé a utilizar Instagram como una herramienta. Trabajo en una librería; sé lo difícil que es, ya no publicar un libro, sino que después alguien quiera ir a una librería y pagar por leerlo", cuenta Pato, un firme defensor de las denostadas, demonizadas, redes sociales. Al autor gallego le sobraban las ganas de escribir, pero le faltaban lectores. De la misma forma que otras personas suben sus covers a distintas plataformas para dar a conocer su música, él decidió usar Instagram para obligarse a adoptar una rutina de escritura.
Pero, ¿qué es lo qué funciona, al menos, en su caso? Lo mismo que sucede, paradójicamente, fuera de las redes sociales: el boca a boca. "Lo mismo que cuando un librero recomienda un libro a un lector y este, a su vez, lo recomienda en una cena" hace el paralelismo Pato, aunque en las redes sociales, matiza, "es algo más sencillo". A pesar de tener clara su estrategia, el librero gallego cuenta que el crecimiento fue "lento". "Tenía algún pico de audiencia cuando alguien con muchos seguidores compartía algo mío. Eso me daba un pequeño empujón", admite. Poco a poco y –sin duda– con buena letra.
Instagram, la red social de la imagen por antonomasia, se ha convertido en el refugio favorito no solo de Pato, sino de otros muchos escritores –imposible no pensar, por ejemplo, en la escritora Laura Ferrero, encargada de firmar el prólogo de Seré feliz mañana–. La reflexión prácticamente se hace por sí sola: ¿es el escritor de hoy en día también un fotógrafo, un director de marketing, incluso un analista de datos? "Esa parte secundaria te puede llegar a despistar mucho", reconoce Pato. "En Instagram prima la imagen, y si yo usé esa red fue porque pensaba que es donde había gente que pasaba más ratos muertos", menciona, "pero, si te despistas mucho, puede llegar a ser un peligro". El joven escritor gallego no tiene fórmulas mágicas, pero, en su caso, trata de que la imagen que acompaña a su texto vaya "a su favor" y funcione como "un titular", como "algo atractivo que anime a leer".
Las narraciones, al fin y al cabo, son lo importante. "Es cierto que es un poco extraño escribir para una red social como Instagram", medita Pato, "pero al final las historias se pueden abrir paso en cualquier formato: en un libro, en digital, en un podcast…". "A todo el mundo le gusta una buena historia", precisa.
Xacobe Pato vive entre libros. Literalmente. El escritor gallego trabaja en la librería Cronopios de Santiago de Compostela, siempre en contacto con las novedades editoriales y a disposición de los asiduos y asiduas a la librería para recomendar el mejor libro posible. Y, eso sí, de todo tipo. El librero no discrimina, tal y como confiesa en Seré feliz mañana cuando admite, sin problema alguno, haber leído las memorias de Chenoa y de Coto Matamoros.
"Yo soy una persona y un lector caótico", responde, pragmático. "Leo sin ningún tipo de criterio todo lo que cae en mis manos. A una librería te llegan las novedades y te despistas con un libro pese a que tengas un enorme listado de pendientes. Puedes acabar leyendo las memorias de Chenoa y Coto Matamoros, pero sin ningún pudor, en efecto", reconoce. Seré feliz mañana bebe, precisamente, de la amplitud de miras que cultiva Pato. "Creo, en general –y no sé si es generacional–, que hay una falta de prejuicios a la hora de hablar de cultura popular. Esa distinción entre alta y baja cultura está un poco pasada", asegura.
A punto de despedirnos del autor gallego–entra en unos minutos a trabajar a la librería–, le preguntamos por el papel que han tenido estos templos del saber literario tras la pandemia. "Después de casi dos meses cerrados, al volver sentimos muchas más ganas por parte de la gente de acercarse a las librerías, incluso aumentaron las ventas los primeros meses, aunque luego se normalizó un poco", indica.
"Hemos visto cómo son las ciudades sin librerías: le hemos visto las orejas al lobo", agrega Pato. Tampoco es exactamente lo mismo, puntualiza el librero, el papel que juegan las librerías y las plataformas digitales, las grandes triunfadoras de estos periodos confinados. El ritual de recomendar un libro tiene algo de atávico, de mágico, imposible de imitar por un algoritmo: "Con el tiempo, creo que los libreros acabamos generando una especie de intuición, unos trucos, para leer a la gente. Tienes que estar muy atento a la conversación, que suele ser muy cortita, para captar los gustos de esa persona, de qué pie cojea. A partir de ahí, con tus conocimientos y tu sensibilidad, intentas recomendar el mejor libro posible. Es lo más divertido y interesante de trabajar en una librería, pero también lo más complicado", cuenta, emocionado.
Y es que, de la misma forma que las videollamadas nunca sustituirán a las conversaciones en vivo y en directo con familia y amistades, tampoco estas plataformas, en opinión del librero, acabarán con las librerías. "El comercio online, más que sustitutivo, creo que es complementario. Las librerías sobrevivirán mientras la gente quiera que sea así", augura.
Puede que la felicidad, como reflexiona Pato a lo largo de su libro, solo dure un rato. Leyendo las memorias, los recuerdos, las vivencias, las reflexiones que el autor gallego comparte generosamente, una tiene la sensación de que lo bueno reside en las cosas pequeñas, diminutas, del día a día. A veces insustanciales; otras veces, extraordinarias. A veces vividas en silencio; a veces, promulgadas en voz alta. Porque, como apuntaba Jules Renard hace más de un siglo –y recoge Pato en su libro–: "Cuando uno habla de la felicidad debe ser discreto, y confesarla como si se confesase un robo". Quién sabe: quizá seamos felices mañana.
El libro de Aleida Gómez de Caso Villar y Paloma Pérez presenta la inclusión como mejor forma de educar a los niños
Vicente Perpiñá y Carlos Mercé se conocieron en un taller de cómic cuando estudiaban Bellas Artes. Atravesando el confinamiento, decidieron iniciar la producción de una revista de historietas sobre temas queer, que verá la luz próximamente gracias a un proyecto de crowfunding que acaban de completar con éxito. 'EL·LE(s)' es un recopilatorio de múltiples historias, ficciones compartidas sobre temas que afectan al colectivo, una mirada íntima de una lucha cada vez más visible, transferible a formatos tan poco amortizados como el tebeo