El ciclo ‘Del papel a la pantalla y viceversa’ reúne a profesionales del sector para abordar los entresijos de su oficio.
VALÈNCIA. Para empezar, una declaración de intenciones: “Los traductores no traducimos palabras, sino conceptos e ideas. Traducir palabras es lo que hace Google”, apunta Quico Rovira-Beleta, quien lleva 35 años tamizando diálogos cinematográficos archiconocidos por el gran público.
Esta alquimia verbal es el eje que vertebra el ciclo Del papel a la pantalla y viceversa en el que profesionales de la traducción audiovisual y literaria dialogan sobre las luces y sombras de su trabajo. La iniciativa, organizada por el Aula de Cinema de la UV, ACE Traductores y la Asociación de Traducción y Adaptación Audiovisual de España (ATRAE) comenzó el pasado 4 de febrero en la Nau y se prolongará hasta el mes de mayo. Entre sus ponentes, se encuentran los responsables de hacernos llegar las versiones en castellano de obras como El Cuento de la Criada, Star Wars, La amiga estupenda o Los Simpson.
En ese sentido, según María Enguix, integrante de la asociación ACE “es primordial que los ciudadanos conozcan el trabajo que hay detrás de cada obra y como es nuestro día a día. Creemos que esta profesión no está suficientemente valorada. Hay quien piensa que lo puede hacer cualquier persona que sepa un par de idiomas y eso repercute en nuestras condiciones laborales”.
Y si la traducción literaria todavía lucha por salir de las sombras, la situación es incluso más tenebrosa cuando nos centramos en el mundo audiovisual. Como explica Juan José Martínez Sierra, estos traductores especializados en navegar por las imágenes en movimiento sufren “un problema muy importante de invisibilidad. Los espectadores conocen las películas pero no saben nada de nosotros. Tenemos que intentar dignificar la profesión”. “De hecho, algunas voces académicas todavía aseguran que subtitular no es traducir, que es otra cosa. O que preparar el doblaje es más bien una adaptación”, apunta el autor del libro Humor y traducción. Los Simpson cruzan la frontera (Publicacions UJI). “El trabajo de los traductores audiovisuales es intentar pasar inadvertidos y que parezca que la película era en castellano originalmente. Pero, al mismo tiempo, creo que es necesario que reivindiquemos nuestra labor y luchar por ser más reconocidos en la industria”, explica Rovira-Beleta, que cuenta en su hoja de servicio con las traducciones de Star Trek, Star Wars, la galaxia Marvel, La princesa prometida, El nombre de la rosa, Dentro del laberinto y otros tantos títulos míticos en el imaginario popular.
“Gracias a la traducción las obras viajan más allá de las fronteras, por eso creo que es necesario reivindicar nuestro papel dentro del mundo cultural”, considera Eugenia Vázquez Nacarino, que ha trabajado con textos de Margaret Atwood, Sylvia Plath, Henry James, Joseph Conrad o Lucía Berlín.
Acostumbrada a vestirse con los ropajes de creadores tan diversos, Vázquez señala que el secreto está en “lograr oír la voz única que caracteriza a cada autor y autora. Es algo que va más allá de su estilo, un matiz muy complicado de captar, impalpable. No hay una fórmula. Yo tengo un enfoque un poco visceral, intuitivo para destilar esa esencia personal. En la prosa está el ADN de cada autor y tú debes desentrañarlo. A veces que no duermes pensando en cómo encontrar una frase que se parezca al original”.
Y ahora, hablemos de Los Simpson. Porque nunca es mal momento para darse un garbeo por Springfield y charlar con sus habitantes. “Me interesaba mucho esa forma de trasladar el humor de un idioma a otro. Además, consideraba especialmente estimulante analizar la perspectiva intercultural, porque estamos hablando de cómo conectar dos culturas y eso no es fácil de armonizar”, resalta Martínez Sierra.
En el caso de la familia amarilla y sus vecinos se cruzan dos coordenadas vitales a la hora de enfrentar una traducción: por una parte, el gran peso de los juegos de palabras que pierde su sentido en otro idioma y, por otra, el torrente de referencias culturales básicos para el telespectador estadounidense pero completamente misteriosos a este lado del Atlántico. Ahí hay dos posibilidades de actuación. La primera es sustituirlos por referentes más cercanos al público local (aquellos millennials que hace un par de décadas vieran Sabrina, Cosas de Brujas recordarán al gato Salem nombrando, por ejemplo, a Rocío Jurado) o bien “otra alternativa es mantener esos referentes desconocidos por el público receptor y que sean los espectadores quienes interpreten o busquen quiénes son esas figuras de las que se habla. Además, en ocasiones, esas menciones van unidas a una imagen, por lo que es imposible hacer alusión a otra cosa”, explica Martínez Sierra, quien subraya el gran drama de esta profesión “cuando está bien, nadie lo tiene en cuenta. Mientras que cuando sale mal, toda la culpa recae en el traductor, cuando quizás no ha tenido tiempo suficiente para resolver todos los problemas que le planteaba el guion y ofrecer la mejor solución. Y eso, en cierta manera, es un poco ingrato”.
Mucho tiene que decir en este campo María José Aguirre de Cárcer, responsable de traducir desde hace tres décadas las tropecientas temporadas de Los Simpson producidas hasta la fecha. “Acertar con los juegos de palabras es muy complicado, hay que dedicarle mucho tiempo y darle la vuelta a la frase, jugar con los términos… En inglés hay muchísimas palabras que suenan parecido, muchas solo tienen que dos sílabas, palabras muy cortitas con la que es muy fácil jugar…No ocurre lo mismo en castellano”, apunta la emperatriz lingüística de Springfield. Pero claro, donde hay un chiste, “tienes que meter un chiste, a lo mejor no exactamente el mismo porque no puedes respetar esa misma palabra, pero puedes buscar otro... Por ejemplo, puedes utilizar el mismo mecanismo que se ha empleado y en vez de jugar con el sujeto hacerlo con el verbo... Tienes que darle una vuelta para mantener el humor y para traérnoslo a nuestra cultura también”.
Una vez establecido ese criterio “está el trabajo del ajustador, que acorta y alarga las frases y las adecua al movimiento de los labios, y la labor del director del doblaje, él es el que tiene la última palabra. Claro, yo puedo proponer el nombre de un actor que puede quedar muy gracioso, pero es que no cabe...”, señala Aguirre de Cárcer.
Además, la traductora defiende que se trata de una serie con muchos niveles de lectura: “la puede ver tanto un niño como un adolescente o un adulto muy culto, porque hay un poco para todos... y hay que mantener ese tipo de lecturas, no traerlo todo demasiado mascado”. Por cierto, ¿algún ser humano en estas coordenadas sería incapaz de no reconocer la expresión “Hola, holita, vecinito”? “Me di cuenta de que Ned Flanders tenía una forma de hablar muy característica, era como muy cursilín. Entonces le consulté al director de doblaje y le propuse poner todo en diminutivos ‘hasta lueguito’, ‘adiosito’…”. Y así quedó grabado en nuestros corazones.
Y del bar de Moe, a una galaxia, muy, muy lejana. ¿Hasta qué punto acelera el corazón dedicarte a hilvanar frases sobre la Fuerza y el Halcón Milenario? “Al participar en varias sagas de fama mundial, sagas que son de culto, sé que hay muchos seguidores que está esperando a ver el resultado final de tu tarea y que lo va a estudiar con detalle. Y eso, como reto, me parece divertido, aunque es cierto que vas con mucho cuidado. Por otra parte, creo que es esencial respetar a ese público porque, al fin y al cabo, son los que mantienen vivas esas historias. Sin ellos, no habría nada”, señala Rovira-Beleta.
Metidos ya en harina, toca plantarse cuáles son las claves para considerar que una traducción ha resultado exitosa. Para el padrino verbal de Star Wars existe una norma básica: “Que sea muy fiel al original y que resulte muy natural y muy creíble para la audiencia. Un mismo término puede traducirse de diferentes maneras, así que nuestra misión es elegir la más adecuada en cada contexto. Cualquier traducción que suene a inglés traducido para mí no puede ser considerada una buena traducción”. “Para desempeñar bien tu labor como traductora debes tener cierta sensibilidad lingüística y una curiosidad por ver las diferentes capas del lenguaje, que al final, es el reflejo una época, de unas condiciones históricas y de una visión del mundo. Y tú, como profesional, debes ahondar en eso. Y, además, tienes que intentar reproducir el efecto que causa el original en su lengua: si alguien escribe con una sintaxis retorcida o poco fluida tú también debes hacerlo. Debes ser fiel al original hasta sus últimas consecuencias”, indica Vázquez Nacarino.
Más allá de elegir unos sinónimos frente a otros, Pérez Alarcón, responsable de traducir la versión audiovisual de El Cuento de la Criada, defiende el proceso de documentación previo como “un paso crucial, vital” para cualquier traductor que aspire a realizar un trabajo digno. “He traducido una serie ambientada en el s XIX en la marina británica…Yo no tengo ni idea de ese mundo, pero el original sí que estaba documentado. Si el espectador estadounidense o británico escucha unos términos navales correctos, el espectador español los tiene que tener también.”, explica.
“Yo intento escapar de los anacronismos léxicos al traducir, es como si en una película de romanos sale un reloj de muñeca… Intento investigar y reproducir los efectos lingüísticos, por ejemplo, que si estás leyendo un texto de los años 50 no suene al siglo XXI. ¿Necesitas traducir un texto del siglo XIX y tienes dudas sobre ciertas expresiones? Puedes recurrir a Galdós. A pesar de todo, siempre hay una actualización de los clásicos”, considera Eugenia Vázquez Nacarino.
Para Rovira-Beleta la cuestión fundamental es “saberte de memoria las películas anteriores y conocer la terminología definitiva. He ido notando cómo la forma de hablar de los personajes va adaptándose a los tiempos... El problema que tuvo Star Wars es que las tres primeras películas fueron traducidas por tres personas diferentes, así que había muchos términos que variaban de una a otra”. Así que, cuando tomó los mandos de la nave léxica intergaláctica para los siguientes episodios “decidimos crear un glosario unificador, porque claro hay muchas referencias de Star Wars inventadas en inglés por los guionistas y son los traductores quienes tienen que crear una versión equivalente en su idioma”. A partir de ese momento, ese glosario, que ya recoge más de 5.000 términos y se va ampliando con cada nuevo estreno, ha servido de base para todos los productos relacionados con Luke Skywalker y compañía.
Llegados a este punto, toca hablar de dineros, alquileres, facturas, neveras llenas y otros dramas de la adultez. A ver, ¿es posible vivir de la traducción? Como ha sucedido en tantos otros sectores, la crisis también ha dejado malherida a esta industria dedicada entretejer diálogos: “las tarifas se han estancado o incluso han bajado. Por eso es importante contar con asociaciones que luchen por unos precios dignos y también evitar que haya personas que acepten cualquier proyecto a cambio de retribuciones muy bajas, pues eso hace daño al resto del sector”, explica Enguix.
En la misma línea, para Vázquez Nacarino dedicarse únicamente a esta profesión “es cada vez más complicado. Está muy mal remunerada, especialmente si la comparamos con otros trabajos que requieran este nivel de conocimientos y que generen tanto valor añadido”. “En general, somos parte del precariado cultural, eso dice mucho del interés que este país pone en la cultura, lo que implica condenarnos a todos a la pobreza educativa y del espíritu”, denuncia.
Una confrontación a cara de perro enfrenta a los espectadores desde hace eones (bueno, desde hace unos cuantos años): de un lado, los partidarios del doblaje; del otro, los defensores de la versión original. La guerra está servida. En el caso de Rovira-Beleta, trabaja tantos las traducciones para doblaje como la creación de subtítulos, dos tareas que aborda “desde perspectivas distintas, porque el enfoque en sí en distinto. En el doblaje mantienes todo el contenido oral de la película, mientras que en los subtítulos solo puedes incluir el 70% o menos de lo que se dice porque no cabe más, tienes que reducir muchísimo”.
“Hay que dejar a un lado esas falsas dicotomías: ni los que ven series dobladas son unos paletos, ni los que las ven en versión original son los más listos del mundo… porque además si lo ves subtitulado, en realidad lo ves traducido”, sentencia tajante Pérez Alarcón, quien destaca que “por mucho que en Twitter la gente diga que ve las cosas en versión original, luego salen estadísticas y la mayoría de personas ven las cosas dobladas. Además, a pesar del tópico, por ver una película no vas a aprender un idioma: si tienes base del idioma original pues aguzar el oído, pero no aprenderás sintaxis ni gramática”. Que la fuerza de la palabra os acompañe.