En Estados Unidos se preguntan si es distópico o demasiado realista un cómic que describe un panorama en 2022 en el que el gobierno se desliza peligrosamente hasta el extremismo y hace la vista gorda ante los ataques de nazis a minorías étnicas, religiosas o sexuales. Estos grupos se defienden, pero son calificados de terroristas. En una viñeta un policía se lo explica a una detenida: "creían que los revolucionarios Twitter podrían salvarlos". El guionista es de origen checo y el dibujante es croata, la experiencia histórica de sus países les inspiró para imaginar el colapso americano
VALÈNCIA. Habrá que irse acostumbrado a sucesos como los de Chemnitz en Sajonia. La noticia de que un extranjero ha apuñalado a un alemán, de origen cubano contaba La Vanguardia, hizo que tres mil personas, entre nazis y antifascistas, terminasen a golpes en la calle. Por lo visto, seguía el diario catalán, Markus Frohnmaier, diputado de la ultraderechista AfD, había pedido por su cuenta de Twitter que la gente se tomase la justicia por su mano. Ese partido fue la primera fuerza en ese lander en las últimas elecciones.
Este ambientazo ya se lo olía Ales Kot, que en enero de este año publicó en Image Comics, junto al dibujante Danijel Zezelj, un cómic distópico, Days of hate, que sitúa el enfrentamiento total con la alt-right en 2022. A la vuelta de la esquina.
El resultado de las elecciones de 2016, la victoria de Trump, es el trauma que motiva esta historia. Los autores calculan que para la citada fecha, seis años después, el gobierno mirará con bastante indiferencia un auge de la extrema derecha. En las primeras páginas, unos detectives hablan con cinismo de lo que es un crimen de odio. Están investigando un asesinato en una fiesta queer clandestina que ha sido atacada salvajemente y las paredes aún están llenas de esvásticas pintadas.
El primer número de la serie se abre con una cita de Steve Bannon sobre la mujer estadounidenses, de la que dice que si quiere gobernar Estados Unidos tendrá que ser profamilia y no "un puñado de lesbianas". Son declaraciones reales, pero las utilizan para meter al lector en ambiente.
Una creación que aparece es la figura de una Unidad de la Policía Nacional para Asuntos de Terrorismo. A través de uno de sus agentes, vemos que en el escenario distópico hay campos de concentración y trasluce también la mentalidad de la época. Por ejemplo, a los asiáticos no les consideran estadounidenses. En el número 3 de la serie hay una charla que le echan precisamente al personaje asiático que contiene el veneno nacionalista más puro cuando explica un policía que los liberales no comprenden "lo que las raíces de este país realmente significan".
Existe quizá una excesiva caricaturización de una familia de supremacistas blancos, pero se sugiere que la situación ha cambiado tanto y los acontecimientos se han precipitado de tal manera que la población está "catatónica" y envuelta en el conflicto. Lo que denuncia Kot es la facilidad con la que una administración puede deslizarse por la pendiente del extremismo. El gobierno hace la vista gorda ante los ataques a minorías raciales, religiosas o sexuales. En su defensa, estos grupos han empezado a actuar en lo que solo puede ser calificado de estrategia terrorista. Una paradoja autocumplida en beneficio del fascismo triunfante, que siempre les ha calificado de eso mismo.
Lo que tendríamos que debatir aquí es si esto es realmente una distopía o solo una sutil exageración del presente en el que ya vivimos, donde tanta población se encastilla en su identidad para rechazar al extranjero sin argumentos, por otra parte, demasiado realistas. Los países que más se están cerrando en banda, como los centroeuropeos, son los que más inmigración necesitan.
La realidad, el presente, no anda muy lejos. Si uno coge el periódico, en el momento de escribir esta reseña por ejemplo, y se encuentra que ha habido cuatro muertos en un torneo de videojuegos y unos españoles tienen dificultades para volver de Ucrania con los bebés que han adquirido en granjas de mujeres. Dadas las circunstancias, mucho tiene que afilarse la distopía para exagerar este presente en el que ya vivimos. En un momento dado, un policía le dice a una detenida si acaso pensaba años atrás, se refieren a este mismo año, 2018, que los revolucionarios de Twitter iban a salvarla.
El dibujo del croata Zezelj es un verdadero espectáculo. Las viñetas en perspectiva, los neones de las calles, las carreteras por la noche, los dibujos a una sola página, los primeros planos de los protagonistas, son todos pequeñas obras de arte. Una exhibición.
En cuanto a Kot, de origen checo, también escribe guiones de televisión y de videojuegos. La inspiración para Days of hate le vino de su propia experiencia en el tránsito del sistema socialista a la democracia en su país y de un trabajo en una ONG contra la violencia del estado. Aparte, sus familiares vivieron la II Guerra Mundial. Todo eso, las consecuencias de los extremismos, dejó huella en él. Siente cierta fascinación por los abusos de poder, la violencia política y los totalitarismos y, en sentido contrario, por ese anhelo universal de que la verdad y la justicia prevalezcan sobre el odio.
El caso de Zezelj es similar. Él fue testigo de la desintegración de Yugoslavia, que aunque se fue incubando durante quince largos años, cuando se desencadenó la violencia nadie la estaba esperando realmente. Más bien al contrario, creían que con la caída del muro todo quedaría atrás y se integrarían sin más en Europa. Desde aquellos acontecimientos que marcaron su vida, el dibujante asegura que ya no ve los sistemas políticos de la misma manera. Tiene la sensación de que aunque haya confort, en realidad "la mierda siempre está hirviendo esperando para explotar".
Curiosamente, rechazó en su adolescencia su vocación de periodista debido al estado lamentable de la profesión -no se engañen, su estado siempre ha sido de crisis permanente- y decidió escribir ficción como un método mucho más efectivo para difundir sus ideas. Ahora está especializado en distopías y está contando con los mejores dibujantes para difundirlas.