El poeta y 'performer' rompe con la poesía tradicional con irreverencia, humor y reivindicación
VALÈNCIA. Daniel Orviz tiene una concepción de la poesía muy distinta a la que se suele impartir en los colegios. Además de poeta, es performer, video-artista y comunicador. Suele hacer espectáculos que huyen de la manera tradicional de entender la poesía. Él quiere divertir, a la par que hacer reflexionar a su público. Su manera de escribir y recitar raya entre la estructura poética clásica y la irreverencia del postmodernismo.
El pasado año se proclamó como Campeón Mundial del Slam Poetry, y a sus espaldas acumula un puñado de premios que le han llevado a viajar por todo el mundo con su métrica. A la rapidez y agilidad con que recita sus versos se suma un contenido cargado reivindicaciones como la denuncia a la desigualdad global, la esclavitud a un sistema laboral precario o los extremismos ideológicos. Tiene publicados varios libros como Mecánica Planetaria o Viejo caos Universal, y define su trabajo como "50% palabra y 50% interpretación".
-Sobre el escenario unes poesía y humor al más puro estilo stand-up. ¿De qué manera concibes la poesía?
-Como algo vivo. No puedo evitar relacionarla con el humor. No porque considere que es obligatorio o necesario, sino porque va con mi personalidad. El humor y la ironía siempre están presentes. En cuanto al stand-up, es cierto que es una propuesta que siempre me ha gustado mucho. Está entre mis influencias.
-El otro día la poeta Àngels Gregori comentaba a Plaza que entre la sociedad hay cierta reticencia a consumir poesía porque desde el sistema educativo se enseñan autores densos desde el principio, inaccesibles para un principiante. Decía que la poesía en los colegios se debería revisitar. Tu estilo rompe totalmente con la manera tradicional de entender la poesía.
-Estoy muy de acuerdo con ella. No se trata de quitarles valor a los poetas clásicos. A mí personalmente me gustan mucho. No obstante, es cierto que son demasiado inaccesibles para empezar. Hay que iniciarse por algo que pueda conectar mejor con la gente joven. Después ya se llegará a estos poetas clásicos, que han aportado cosas importantísimas a la poesía. Se pone un escalón demasiado alto de base.
En ese sentido, lo que yo hago suele funcionar bien. Estoy acostumbrado a impartir talleres prácticos y de demostración en institutos con el fin de enseñarles lo que hago e intentar cambiar las perspectivas. Suele funcionar muy bien. Es cierto que las opiniones que te llegan después son del estilo de: "¡no sabía que esto se podía hacer con la poesía!". Como primer paso, creo que lo que hago está bastante bien.
-¿Qué poesía recomiendas para iniciarse en el género?
-Alguien que yo creo que debería reivindicarse más (pese a que últimamente ya se esté empezando hacer) es Gloria Fuertes. Me gusta muchísimo. Es alguien que trascendió para la gente joven, quizás por su poesía infantil. Sin embargo, también tiene una poesía adulta muy accesible que cuenta cosas cercanas, se entiende bien y podría funcionar perfectamente. Se me ocurre también un poeta actual que me gusta mucho. Se llama Batania. Es un tipo cuyos textos, a parte de que pueden conectar muy bien con la gente joven, vienen genial para darle una segunda oportunidad a la poesía.
En cuanto a los clásicos, Machado, por ejemplo, está muy bien. Y sí que se da en los colegios. El problema es la aproximación que se hace a él, que debería transformarse. Se suele tener una opinión muy categórica sobre lo que se imparte: "esto es poesía y tú no puedes tener una opinión sobre ella que no sea la de que es un clásico y, por ende, intocable". Se debería permitir juzgar esa poesía. Poder decir que no conectas o que directamente no te gusta. Aceptar que el público de gente joven tiene también la posibilidad de aportar su percepción sobre el tema.
Por otro lado, Las flores del mal de Flaubert (que se imparte en los colegios), es un ejemplo claro del problema. Es una pasada de libro, pero habla de asuntos y sentimientos que no corresponden a alguien pequeño que está en la escuela o el instituto. Te habla de unos mundos interiores que empiezas a entender de adulto. Está bien que una persona que está estudiando sepa que existe ese libro, pero obligarla a metérselo en la cabeza y dárselo como primera referencia de entrada a la poesía, es duro. Acaba creando un rechazo grande.
A mí no me gusta especialmente, pero la poesía juvenil que está saliendo ahora, que es super criticada, me parece que no hace nada malo. Incluso noto en los institutos que este prejuicio del que estamos hablando ha ido desapareciendo. El caso de los influencers que sacan poesía quizás es demasiado exagerado, pero hay gente que no llega a eso y saca libros con temas más románticos, de adolescentes. Eso, como lector, a mí no me gusta; pero un adolescente se pone a leerlo y encuentra algo que le habla de tú a tú. A partir de ahí, se puede seguir adelante o la cosa se puede quedar donde empezó, pero evitas que se produzca un rechazo al género al completo, lo cual es una lástima. La poesía es todo un arte, tiene un montón de posibilidades diferentes. Es una pena que se pierda por eso.
-Además de humor y performance, en tu poesía introduces reflexiones y denuncias sociales como la desigualdad, la esclavitud a un sistema laboral o la volatilidad de las ideologías políticas, entre otras cosas. Hay denuncia, hay humor y hay calidad poética en tus versos. ¿Cómo aúnas todo esto?
-Es lo que me sale. No es algo que me plantee en principio con una pretensión de que conecte. Simplemente es lo que me pasa por la cabeza. Por un lado, soy una persona bastante sensible socialmente. Me duele ver las injusticias que hay ahí fuera. Una vía de escape para que estas injusticias no me duelan tanto es ponerlas en papel y tomar una distancia escribiéndolas. El humor y la ironía, por otro lado, forman parte de mi personalidad, con lo cual acaba saliendo lo que hago.
-Llama la atención lo rápido que recitas sobre el escenario discursos tan largos y difíciles de pronunciar. ¿Cómo te entrenas?
-Repitiéndolo todo tanto en voz alta como en mi cabeza. Me produce placer. Como trabajo también con la rítmica y la métrica, todo es bastante sonoro en general. A base de repetir acabas cogiendo velocidad. No es solo memoria cerebral, sino también memoria muscular. La memoria es otro músculo más. Si la entrenas bien te permite todas estas cosas.
-¿Cómo es ser Campeón del Mundo del Poetry Slam 2020?
-Es un honor. Lo que valoro de estas cosas, pues he estado en un montón de competiciones por el mundo, es el hecho de compartirlo con toda la gente con la que coincides, que son poetas buenísimos. El hecho de poder estar ahí es un premio, aprendes muchísimo de esa gente, y he hecho muchísimos amigos. Después, el hecho de ganar es la guinda. ¡Guau! No solo he tenido el chute de adrenalina de estar compitiendo, sino que me he llevado la victoria. Es un grandísimo honor.
-Artistas como tú acercáis la poesía a todos los públicos. Tú mismo has dicho en alguna ocasión que en tus inicios escribías de una manera más “escultórica” y canónica, pero que poco a poco fuiste dejándote llevar de forma más espontánea. ¿Cómo ha evolucionado la poesía en los últimos años y cómo ves el panorama poético actual?
-Ante esta cuestión hay que tener en cuenta el tema de las redes sociales. Se tiene la duda de si han beneficiado o perjudicado a la poesía. Lo que han ofrecido es una posibilidad de difusión grandísima que antes no existía para la mayoría de la gente. El mundo de la poesía, en concreto, no lo veo mal. Creo que está mejor de lo que estaba hace unos años. Cualquier persona que quiera descubrir un tipo de poesía que vaya bien con su personalidad tiene más facilidades que nunca para encontrarla. Y todos los estilos de poesía siguen estando ahí. Sigue habiendo gente que escribe de forma más densa, más solemne, más triste, más alegre, más desenfadada... Cualquier estilo lo puedes encontrar muy fácilmente. La situación ha mejorado.
Por otro lado, las redes han hecho que aparezcan un montón de propuestas que tienen más que ver con la comercialidad, que son menos profundas, más del momento y más efímeras. Sin embargo, en realidad eso no me parece mal. Para mí la poesía lo aguanta absolutamente todo. Ha pasado por todo tipo de épocas y fases. Cuanto más se quiera añadir al corpus, mejor. Luego, que cada uno busque lo que quiera.
-También hablas mucho en tu poesía de cómo está cambiando el mundo. De cómo tanto sociedades como líderes tienden a polarizarse mediante discursos extremistas e ideas un tanto vacías de contenido. En el Poetry Slam de Barcelona 2019 terminabas tu función diciendo algo así como “de esta historia ansiolítica queda en nuestros dígitos escribir el siguiente capítulo”. Desde tu punto de vista, ¿hacia dónde nos conducimos?
-¡Puf! (ríe). Mejor que decirte hacia dónde nos estamos conduciendo, me resulta más fácil hablar del momento en el que estamos. Efectivamente, ahora todo va demasiado rápido, lo cual hace que el juicio sea difícil muchas veces. Parece que estén de moda los extremismos. Estar en el medio y tener una opinión fundamentada parece que no se lleva mucho. Esto viene tristemente dado por la dictadura del like. Todo se acaba juzgando en base al número de manitas enseñando el pulgar que tiene cada cosa. Eso es terrible. Más que decir hacia dónde vamos, puedo decir hacia dónde me gustaría que fuésemos. Me gustaría que nos dirigiéramos hacia una tranquilidad mayor, que nos diéramos cuenta de que esto no nos está haciendo felices a ninguno. Esta ansiedad y esta carrera hacia adelante no está funcionando. Me gustaría que fuésemos, tanto individual como colectivamente, hacia una ralentización y una búsqueda de espacios más libres de ruido.
-Las tecnologías han abierto un nicho para que poetas como tú encuentren un resquicio en alternativas como la autoedición. ¿Cómo ves el sistema editorial de hoy en día?
-Actualmente, con la pandemia, la situación se ha vuelto más difícil todavía. Lo veo como un sistema en el cual tenemos unas editoriales que son muy pocas, son muy grandes y que, a pesar de que no les costaría demasiado asumir riesgos, no los asumen y van a lo seguro. Y luego hay una miríada de editoriales pequeñas donde lo que prima es el trabajo por vocación y por amor al arte que están manteniendo el tipo pero no reciben la ayuda que necesitarían. Al final es de ahí de donde están saliendo las cosas interesantes o menos comerciales.