VALÈNCIA. En francés, ‘curiosa’ tiene que ver con un objeto, un libro o una fotografía de carácter erótico y es un término de coleccionista.
La directora Lou Jeunet quedó absolutamente fascinada cuando vio las fotografías en las que aparecía desnuda Marie de Régnier hechas a finales del siglo XIX. Descubrió a una mujer adelantada a su tiempo capaz de romper con las convenciones de la época y lanzarse a un ejercicio erótico de una enorme valentía. Por eso quiso investigar más acerca de ella ya que, los que realmente pasaron a la posteridad fueron los hombres que la rodearon, en especial Pierre Louÿs, su amante y responsable de las instantáneas, y su marido Henry de Rénier, ambos importantes poetas.
La joven se crio en un entorno burgués e intelectual, rodeada de algunos de los nombres más influyentes de las letras del momento, pertenecientes a los movimientos parnasianos y simbolistas, como Leconte de Lisle, Paul Valéry, Anatole France y el propio Pierre Louÿs, que se convirtió en su primer y verdadero amor a pesar de que tuvo que casarse con Rénier a través de un matrimonio concertado.
La suya fue una relación al límite, en la que se traspasaron muchos tabúes. Louÿs era un libertino que coleccionaba amantes y las etiquetaba a través de fotografías describiendo sus particularidades y encantos. Sin embargo, el vínculo que le unió a Marie fue mucho mayor. Entre ellos se estableció una correspondencia que duraría años y en la que se detallaban sus prácticas y sus sentimientos.
Todo este material y la posibilidad de abordar un personaje tan moderno y complejo le sirvió a Lou Jeunet como fuente de inspiración para debutar en el largometraje después de una larga trayectoria como guionista y directora de documentales y películas para televisión.
Pero no quería hacer un filme de época convencional, sino que su mirada dialogara con el presente a la hora de hablar de temas como las relaciones tóxicas, la necesidad de liberación de la mujer, la represión en la sociedad actual, el arte y el erotismo.
La directora aplica un filtro contemporáneo para mirar al pasado. Lo hace a través de elementos como el montaje o la música compuesta por Arnaud Rebotini, que tras pasar por bandas como Post Mortum o Swamp comenzó a participar en bandas sonoras de carácter electrónico como la de 120 pulsaciones por minuto por la que ganó un Cesar. El compositor se basó en la música de Claude Debussy, amigo íntimo de Louÿs, para fabricar la atmósfera sonora de la película, que bascula entre himnos clásicos y tecno.
Aunque uno de los riesgos más grandes a los que se enfrentó fue el de adentrarse en el espacio más íntimo de los personajes. La directora se convierte en una espectadora más dentro de ese ámbito privado en el que los personajes se mueven libremente dando rienda suelta a sus más oscuros deseos. Pero no hay una intención voyeurística en su mirada, muy respetuosa a la hora de plasmar en la pantalla los desnudos de ambos personajes, para lo que contó con la entera complicidad de los dos actores protagonistas, Noémie Merlant (una de las grandes revelaciones del año gracias a su también audaz personaje en Retrato de una mujer en llamas) y de Niels Schneider (actor fetiche de Xavier Dolan en su primera etapa).
Desde el primer momento quiso que ambos estuvieran en las mismas condiciones a la hora de enseñar su sexo, al igual que intentó que todo su equipo fuera paritario dado su compromiso feminista.
Curiosa defiende una visión emancipadora de la sexualidad, aborda el deseo femenino sin tapujos y ofrece una perspectiva diferente a la hora de acercarse a la mujer, desechando esa idea tradicional de objeto o víctima. La directora aplica una perspectiva profundamente sensual y elegante a las imágenes de la película. Se fija en cada pequeño detalle del rostro y de los cuerpos de los protagonistas ya que se convierten en auténticos focos de atención a la hora de trasmitir emociones. Su provocación, procede de nuestra propia concepción del mundo, seguramente más pacata que la que tienen los personajes, cuyos corsés son mucho menos rígidos que los nuestros.
Se estrena la película por la que Pedro Martín-Calero ganó la Concha de Plata a la mejor dirección en el Festival de San Sebastián, un perturbador thriller de terror escrito junto a Isabel Peña sobre la violencia que atraviesa a las mujeres