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EL PASPARTÚ

¿Cuánto tiempo hace que no dibujas con alguien?

28/01/2020 - 

VALÈNCIA. En ocasión de un viaje a Estambul, el crítico y pintor británico John Berger pidió a unos amigos que le presentaran a la escritora turca Latife Tekin. Durante la cena, estos “dos narradores sin una palabra en común” estuvieron conversando a través de los dibujos que ambos fueron improvisando en un pequeño cuaderno. “No sé dibujar”, dijo ella esbozando una barca bocabajo, a lo que él respondió girando el cuaderno para colocarla bocarriba. A medida que pasaba la noche, cuanto más dibujaban mejor se entendían y aquella charla se volvía más rápida, más precisa, más profunda. Al terminar, entre risas —a pesar de la crudeza de algunas de las historias que se contaron—, ella partió una nuez y la levantó para decir: “¡dos mitades de un mismo cerebro!”. Aquella noche, el dibujo se revelaba una vez más como una eficacísima herramienta de comunicación.

El dibujo o el acto de dibujar como espacio de encuentro y de diálogo —ya sea para los artistas como para el individuo común— es precisamente lo que reivindica estos días la exposición Páginas amigas. Perspectivas alrededor del dibujo que acoge Las Naves hasta el próximo 29 de febrero. Una espectacular muestra surgida desde los márgenes y organizada por el Colectivo Vendo Oro —responsable del festival Tenderete— que viene acompañada de un nutrido programa de charlas y talleres que tendrán lugar a lo largo del mes de febrero.

Cuando Tenderete anunció que reducía su actividad anual a una sola edición —suspendiendo la frugal colación veraniega—, fueron muchas las tripas que comenzaron a rugir angustiadas por tan estricta dieta. Pero como quiera que la fortuna aprieta pero no ahoga, esta nueva propuesta nace como continuación del festival para mitigar la hambruna de entretiempo, con una concepción diferente que celebra el dibujo y la autoedición de una manera más pausada y extendida en el calendario.

15 + 1 que son más que 16 (y, con usted, muchos más)

La sección expositiva de Páginas amigas, comisariada por Martín López Lam, toma el pulso al dibujo periférico actual de diferentes latitudes —habitualmente alejado de los espacios institucionales— para proponer un ejercicio participativo que va más allá de la mera contemplación; invitando al individuo común a tomar los lápices y el espacio en la propia muestra, y favoreciendo además un lugar de diálogo, reflexión y formación compartida. Como segunda parte de la exposición Tintas amigas —celebrada en el mismo espacio en 2018 y centrada en la serigrafía— en esta ocasión es el dibujo el que adquiere todo el protagonismo. A través del trabajo de quince artistas y de un colectivo anónimo, Páginas amigas se articula en torno a tres ejes complementarios alrededor del dibujo, entendido: 1) como herramienta pedagógica y de intercambio, 2) como mecanismo para la autogestión y 3) como vía de exploración gráfica.

Diferentes enfoques y estilos con la importancia de la gestualidad y la expresividad, y el amor a la autoedición como nexos comunes, con el contrapunto de algunas obras de carácter más formal y analítico que apuntalan aún más el carácter plural, libre y difícilmente clasificable de la muestra: desde las exquisitas piezas de Clara-Iris Ramos (València, 1983) cargadas de vocación pedagógica y reivindicativa hasta el colectivo anónimo El Brazo Torcido y sus experimentos visuales —fruto de sus particulares talleres en los que el dibujo es una actividad más como el comer o el caminar—; desde los dibujos limítrofes y detallistas de influencia lowbrow de Haz (Madrid, 1976) hasta los dibujos obsesivos y sucios de Muriel Bellini (Buenos Aires, 1974) o de Carlos Santonja (València, 1987) —autor del reciente cómic No eres especial, con Ediciones Valientes—; de las diferentes facetas de Paola Gaviria “Power Paola” (Quito, 1977) como artista, ilustradora y autora de cómic de referencia —y coorganizadora de la quedada online de dibujo “La casa telepática. El dibujo como práctica paranormal” (todos los jueves a las 18.00 hora española)—, a la contundencia gráfica y la elegancia expresiva del polifacético Don Rogelio J; desde el espectacular trabajo de cocreación y diálogo entre Paz Boira (València, 1972) y el artista con diversidad funcional psíquica Rémy Pierlot —fruto de la estancia de la autora en La “S” Grand Atelier en la ciudad belga de Vielsalm— hasta los hermosos grabados de Raisa Álava (Zuaza, 1990) —ganadora del premio de arte gráfico de la Calcografía Nacional en 2017—; desde los directos dibujos a tinta de Andrea Ganuza (Pamplona, 1988) —retratando a las personas con los que quedaba a dibujar en Medellín y anotando sus reflexiones— hasta los dibujos de estilo cartoon y humor sucio de Attila Stark (Hungría, 1979), autor también del cartel de la exposición; del dibujo como camino hacia la creación de diferentes objetos y prendas de Carlota Fuentevilla “Carlota Ribs” (Cantabria, 1988) hasta el dibujo como lugar de encuentro y reivindicación mediante diferentes soportes de Alba Feito; de la exploración experimental de los límites del cómic de Roberto Massó (Cáceres, 1987) pasando por la idea de la reproductibilidad del dibujo a través de las serigrafías gestuales de Gonçalo Duarte (Lisboa, 1990) para llegar a la instalación site-specific de Tatiana Mutilva “Fe Durán”, con el uso del dibujo como medio de autoexploración casi mística —un árbol genealógico con los colores de las banderas de sus antepasados— y con la asimilación del error y el accidente del proceso —de la misma autora de los misteriosos geoglifos que aparecieron hace año y medio en un solar de la avenida Blasco Ibáñez, para revuelo de vecinos y periódicos—.

Finalmente, movida por esa llamada a la participación, la exposición cuenta, además, con una fanzinoteca con ejemplares de diferentes autores internacionales, una mesa con folios y tarjetas que proponen juegos y ejercicios de dibujo, y algunos portafolios repartidos por la sala que desafían al visitante “¿cuánto tiempo hace que no dibujas con alguien?”. Así, Páginas amigas no solo supone una ocasión excelente para el acercamiento a algunos de los principales autores de la escena underground y experimental actual, y una gran noticia para quienes esperábamos una prolongación de Tenderete, sino que también resulta una buena excusa para retomar aquella costumbre perdida por el camino que es el disfrute del acto de dibujar en compañía; ya sea entre profesionales y amateurs, entre experimentados y profanos, entre expertos y analfabetos gráficos; recordándonos la extraordinaria capacidad del dibujo para generar espacios de conocimiento, de diversión y de diálogo; como en aquella gran noche en Estambul en la que dos narradores encontraron la manera de entenderse.

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