VALÈNCIA. Permítanme que de uvas a peras meta una cuña de opinión en esta larga serie de artículos de índole más divulgativa. Permítanme, además, sin que sirva de precedente- puesto que cada iniciativa política, como esta, ha de valorarse de forma independiente y aislada- que me congratule por una pequeña campaña que ha puesto en funcionamiento la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, cierto es, en el contexto de devastación económica derivada del Covid-19. La iniciativa va dirigida a la adquisición de obras de arte y antigüedades con las que enriquecer el patrimonio histórico-artístico municipal, es decir, sus colecciones y museos. Por lo que respecta a la adquisición de arte se trata de algo que no es novedoso, puesto que la Generalitat Valenciana lleva algunos años realizando campañas anuales de compra de arte contemporáneo a las galerías de arte de la Comunidad Valenciana. Sin embargo, y ya era hora, por lo que respecta a antigüedades y arte no encuadrable en el llamado arte contemporáneo, no recuerdo una iniciativa pública de esta naturaleza. Me alegra ver que el ayuntamiento ha tenido la sensibilidad de ampliar la mirada.
Cierto es que las administraciones, a través de sus museos principalmente, adquieren puntualmente piezas con las que completar su patrimonio bibliográfico, documental, pictórico, histórico o artístico, pero llevarlo a cabo a través de una campaña, en este caso dirigida también al sector de los anticuarios (el anticuario también existe), me parece novedoso, sobre todo por la toma de conciencia de la administración, en este caso municipal, de que el patrimonio artístico y la cultura no se ciñe a la contemporaneidad. Arte y patrimonio cultural es un todo (me sorprendo a mi mismo teniendo que aclarar esto) y, como he dicho en más de una ocasión, al patrimonio cultural producido en otras épocas se le ha tenido un arrinconado sino olvidado en el llamado “sector cultural”. Pondré un ejemplo que espero que no se produzca: poco, muy poco se está hablando del diseño “histórico” valenciano en el contexto de la designación de nuestra ciudad como capital del diseño 2022. El patrimonio histórico-artístico valenciano, con la cerámica como máximo exponente, explica como ningún otro nuestra historia, nuestro arte, modos de vida ciudadana y rural, nuestra arquitectura, los interiores, las fiestas, símbolos religiosos y profanos etc.
El artículo 46 de la Constitución Española dice que los poderes públicos “… garantizarán la conservación del patrimonio y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España …”. Por tanto, es la administración la responsable de ello, aunque pueda ayudar a que la iniciativa privada lleve a cabo proyectos encaminados a ello. La iniciativa pública no ha de estar dirigida únicamente a la protección y divulgación del patrimonio cultural, que no es poca cosa. La administración no puede renunciar a completar y enriquecer sus colecciones tanto a través de la prospección del mercado como por otras vías. Las adquisiciones, siempre que sea posible, han de ser expuestas para compartirlas con la ciudadanía, haciéndola partícipe, ya sea de forma permanente o a través de muestras temporales, o puestas a disposición del trabajo de los investigadores. Siempre he sido defensor de que la administración ha de buscar denodadamente apoyos en la iniciativa privada, cuando el presupuesto no pueda abordar determinadas adquisiciones, ya se a través de incentivos de diversa índole (fiscales, de imagen pública…), para llevar a cabo iniciativas de adquisición, recuperación, protección y divulgación del patrimonio.
Al igual que la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes Patrimonio Histórico Español, un organismo autonómico del que podrían hacer uso también los entes menores, podría asesorar a nuestras administraciones en la adquisición de bienes culturales, las formas de ingreso en las colecciones museísticas, modos de adquisición (compras, depósitos, donaciones, legados, daciones de pago…), activación de la iniciativa privada, los depósitos de bienes en instituciones museísticas etc. Esto evitaría en muchos casos la salida de piezas importantes a precios muy atractivos, al ser adquiridas incluso por coleccionistas o instituciones extranjeras que han apreciado mejor la calidad o importancia de la obra.
Acabo con un retazo de memoria personal. Recuerdo vivamente una de las primeras ocasiones en que fui al por entonces museo San Pio V, estoy seguro que era un domingo; esas clásicas mañanas en que visitábamos nuestro museo a admirar asombrado los retablos de “los primitivos”, como se les conocía por entonces, y que me parecían enormes muros de madera- puesto que yo era la mitad de lo que soy ahora- llenos de significados ilegibles para mi. Yo era muy preguntón-lo sigo siendo- y mi padre tenía la paciencia suficiente. Le pregunté de quien era todo aquello tan grande y bonito que colgaba de las paredes, así como los muebles que se disponían aquí y allá, y aquellas piedras con letras de palo incisas que descansaban de forma un tanto desordenada en el algo caótico, selvático, decadente, pero encantador claustro. Mi padre me dijo, sin pensárselo mucho, que todo aquello era de todos, de todos los valencianos. Así que un diminuto trozo de ese inmenso retablo era mío. Sin entender mucho cómo podía ser eso así, de hecho eso no me preocupaba, la respuesta me gustó mucho y me hizo sentirme rico y afortunado. Y en realidad lo somos.