MURCIA. Pillamos metido en faena a Willy Ramos. “Estaba pintando una escultura, pero lo mío no es trabajar, es otra cosa para lo que todavía no he encontrado el nombre”, dice el pintor colombiano que reside en Valencia y mantiene estrechos vínculos con la Región desde que estuvo viviendo en Murcia una larga temporada. Vuelve con frecuencia, por gusto; no hay que olvidar que Pepa, su mujer, es murciana y que por aquí dejó buenos amigos. Pero también por trabajo… o como se pueda llamar a lo que hace un artista capaz de plasmar con su paleta llena de vida que El aire huele a flores azules. Este evocador título corresponde a una de las cerca de treinta obras que Willy Ramos expondrá en el Palacio Consistorial de Cartagena a partir del 18 de junio, una cita que estaba prevista para el 24 de marzo, pero que se tuvo que aplazar, como todo, debido a la pandemia del coronavirus.
Río de flores es el nombre que ha dado a esta muestra el artista que se trajo consigo los colores de su Colombia natal y que supondrá un recorrido por “lo último que estoy haciendo, esculturas y pinturas llenas de color, de vida… lo que me gusta hacer. Aunque estaba prevista para otra ocasión, es una exposición que puede servir para dar un toque de alegría en estos momentos”. No en vano, Willy recuerda lo que siempre le dice un amigo pintor: “Tus cuadros los recetará en algún momento la Seguridad Social como medicina para que la gente se cure”.
La infancia, las flores, el río… son los temas que discurren, o más bien, inundan los cuadros de gran formato de esta exposición, en la que también se podrán contemplar las enigmáticas mujeres de sus esculturas, en madera o hierro, y “siempre pintadas, porque todo es un canto a la alegría y a la vida”, explica este artista con más de doscientas exposiciones a sus espaldas, en galerías españolas pero también de Estados Unidos, Canadá, Colombia, Italia, Alemania o Irlanda.
Ríos de flores está comisionada por alguien que conoce muy bien la obra y al artista, que se crió oliendo a disolvente, barniz y esmalte; observando el esfuerzo del ‘no-trabajo’ de Willy; y empapándose del color y vida de su pintura. Se trata de Carmen Ramos Cano, la hija del pintor, que destaca en el texto que acompaña al catálogo que “mi padre es un gran privilegiado, encuentra belleza en los detalles más triviales, los que pasan desapercibidos; es ahí donde reside la verdadera clave para la creación”.
Añade la comisaria de la muestra que “Willy nos introduce en un universo que huele a hierba fresca, a tierra fértil y húmeda, a colores imposibles, nos coge de la mano y nos invita a pasear por su mundo, un mundo cargado de pasión”; al tiempo que añade que “su creatividad no tiene límites y unido a su gran destreza de combinar colores y materias que a priori parecen imposibles, logra armonía en cada pincelada, en cada hierro doblado, forjando belleza en cada una de sus piezas”. Esta destreza es fruto de “una larga vida dedicada al entendimiento del color, a la técnica, y a la sutileza de las líneas. Su maestría se plasma con fuerza en sus obras, vibrantes y enérgicas, llenas de luz y fulgor. Willy con su pintura hace un canto al color, que no está derramado caprichosamente en la tela, sino que inunda el cuadro con total armonía, de forma que sus obras nunca pierden el equilibrio”, describe Carmen Ramos.
Al artista colombiano, por su parte, le gusta que “la gente interprete, lea… yo doy unas pautas, pero luego cada uno tiene que hacer su propia versión de la obra, su propia lectura sobre lo que ve ahí. Creo que es muy importante en la pintura moderna la visión del espectador: tú qué ves, a ti qué te sugiere… Los artistas pedimos la colaboración de las personas, porque si la persona que está delante no mira, la obra no existe”.
“Hay que estar delante de la obra, contemplarla, observarla y entenderla. Pasar tiempo con ella, dejar que te cale, que sea ella quien te seduzca”, escribe Carmen Ramos sobre esa mirada con la que el espectador hace suya la obra de arte. Que en el caso de Willy Ramos tiene la capacidad de sanar el alma. No puede crear de otra forma alguien que nació en un lugar llamado Pueblo Bello y que dice cosas como: “Con lo bonito que es vivir, cómo no aprovechar cada minuto de la vida. Cuando te levantas y dices: hoy estoy vivo, respiro, eso ya es una maravilla”.
Willy Ramos ha lidiado bien con la soledad impuesta durante el confinamiento, porque, como señala, “los artistas pasamos mucho tiempo solos en el estudio, mucho”. Así lo recuerda también su hija, que escribe: “el estudio es el refugio más íntimo del artista, forma parte de su vida”. “Por eso, para mí no ha sido una tragedia; la tragedia ha sido para la gente que ha perdido a sus seres queridos de una forma tan dura”, dice el colombiano, que señala que durante esta 'nueva normalidad' ha vuelto a dar clases de pinturas a niños, "porque aunque yo me dejé la universidad para poder pintar, me sigue gustando mucho la docencia".
Al mismo tiempo, Willy Ramos aprovecha para hacer una reflexión sobre como “el arte ha salvado a mucha gente durante este tiempo de confinamiento, gente que se ha puesto a pintar, a leer, a hacer música,… Es algo que teníamos relegado, pero que se ha demostrado que es muy importante para vivir. Tendríamos que volver a tener la cultura muy presente, porque ha sido fundamental para mucha gente durante este tiempo”.
“Otra cosa que ha ayudado mucho es hacer cosas con las manos; la gente ha vuelto a cocinar, hasta amigos que preguntaban si para hacer una tortilla de patatas había que pelarlas…”, añade, al tiempo que destaca que “volver a tocar las cosas ha sido importante".
Y para terminar, un deseo: "Espero que no se olvide y no volvamos otra vez a esta locura de vivir siempre volando hacia adelante, porque en algún momento hay que pararse y reflexionar hacia dónde vamos, hacia dónde queremos ir, qué sociedad queremos hacer, qué sociedad queremos dejarle a nuestros hijos… Y sí que creo que muchas personas han estado pensando y ahora es tiempo de conclusiones”.
