La comedia negra de Comedy Central explora las absurdas situaciones que se dan en el día a día de una ambiciosa corporación. Ha sido renovada por una segunda temporada
VALÈNCIA. ¿Cuántos de ustedes no han trabajado en una oficina donde reinaba el miedo a ser despedido ipso facto, donde más vale no llevarle la contraria al jefe a no ser que quiera conocer su sádica reacción? ¿Cuántos no han tenido que tragar sapos y culebras al comprobar la falta ética en su empresa o el maltrato a los trabajadores? ¿Quién no ha respirado profundamente en el ascensor antes de entrar en la oficina, no sin antes ensayar una fingida sonrisa? Seamos sinceros. Lamentablemente existen lugares así, ambientes insanos y deprimentes donde la filosofía de la empresa, de la que tantas veces presumen sus directivos, no es más que una quimera de puertas para fuera. Observándolos con distancia, sobre todo si no se trata de nuestro propio lugar de trabajo (ya se sabe, es más fácil ver la paja en el ojo ajeno), enseguida reconocerán comportamientos y actitudes tóxicas que habrán vivido en más de una ocasión. Pero no nos queda otra: hay que ir a trabajar y mostrar nuestra mejor sonrisa aunque tengamos que lidiar con un jefe tirano que maneja su equipo como si se tratase de la boda roja de Juego de tronos, y rezar porque no seas tú al que metan la cuchillada. Dichoso aquel que tiene un jefe simplemente normalito.
Con semejante materia prima se cocina la comedia satírica estadounidense Corporate de Comedy Central. Creada, escrita y protagonizada por Matt Ingebretson y Jake Wesiman, dos jóvenes y prometedores cómicos de stand-up, junto con el director Pat Bishop. El dúo de comediantes interpreta a Matt y Jake, dos ejecutivos junior de una gran corporación llamada Hampton DeVille. La compañía, cuyo lema es “we make everything” (hacemos todo), está dirigida por el aterrador CEO Christian DeVille, interpretado por el genial Lance Reddick (The Wire, Lost, Fringe) en uno de los mejores papeles de su carrera. El despiadado Christian DeVille es un adicto al trabajo, y por tanto, necesita conseguir cada vez más negocios. Como lo definía el propio actor Lance Reddick en esta entrevista, “DeVille está constantemente buscando el golpe de dopamina a través del trabajo y el éxito… Lo que da miedo de esa mierda es que es jodidamente real”.
Matt y Jake, dos empleados alienados de Hampton DeVille, dan pie a las diferentes situaciones episódicas de la primera temporada (está en fase de producción su segunda tanda). En el primer episodio, por ejemplo, el responsable de las redes sociales de la empresa publica un tuit desafortunado y la pareja tiene la incómoda tarea de despedirlo. En otro capítulo, Christian DeVille se asocia con un artista callejero parecido a Bansky, que hasta entonces protestaba sobre el modus operandi de Hampton Deville, para crear con él una línea de negocio de productos de merchandising anticorporativos para los seguidores del grafitero. Las tareas sinsentido en el trabajo, los fanfarrones de las largas reuniones donde no se llega a nada, la dinámica sobre el vestuario inapropiado en los casual Fridays, las fiestas de oficina, los retiros corporativos, y hasta la venta de armas, no sin antes procurar provocar una guerra, son la base para satirizar sobre las prácticas en el entorno de las empresas y los absurdos comportamientos de empleados, jefes y subalternos.
El tono de la serie es oscuro, no se trata de una comedia de chistes. Muestra una visión nihilista, con un Matt y Jake deprimidos y aburridos, que deambulan de reunión en reunión o pasan las horas frente al monitor en su cubículo. Como en The Office (versión UK) el ambiente y la decoración de la oficina es aséptica, y la intencionalidad de su iluminación juega a que sus personajes podrían estar perfectamente muertos en vez de vivos. Hasta Jake sueña en una ocasión con zombis en ese mortecino ambiente.
Merece especial mención la cabecera de la serie, con la rabiosa sintonía creada por el californiano Ty Segall, junto a las imágenes de los trabajadores de Hampton DeVille exultantes aunque con una sonrisa forzada. Una joya de veinte segundos que resume a la perfección el espíritu de la serie.
Existen varios ejemplos de obras para televisión desarrolladas en lugares de trabajo. En la categoría de drama, títulos memorables engrosarían una rápida lista: Mad Men, en la industria publicitaria; Empire, en la industria musical; Halt and catch fire, en la industria informática; The Good Wife, su spin-off y cientos más, en los despachos de abogados. Los espacios laborales son carne de conflicto, y por tanto, buen material para contar historias.
Pero es en la comedia donde el entorno laboral se explota con más picardía para mostrar todas las miserias del mundo empresarial. Entre las más destacadas, encontramos joyas que podríamos revisionar una y otra vez sin que perdieran actualidad, porque la temática se mantiene durante décadas. Por ejemplo, 30 Rock, donde se despliega la sátira más cruel alrededor de un programa de televisión; o la mítica The IT Crowd, sobre el día a día del departamento de informática de una empresa; Silicon Valley dispara sobre el inflado universo de las startups; y, por supuesto, The Office, la sátira número uno sobre la convivencia en una oficina, que tanto recordarán cuando vean, si es que se animan, Corporate.
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