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ofendidita / OPINIÓN

Contra el consentimiento

29/11/2020 - 

Echando mano de ese maravilloso lugar común periodístico que es la ‘percha informativa’, voy a aprovechar que el martes pasado fue el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer para hablar sobre un asuntito relacionado con los cuerpos femeninos que me perturba fuertemente. Porque ya sabéis, las únicas dos ocasiones del año en el que las agresiones a las señoras importan son el 25 de noviembre y el 8 de marzo. Los otros 360 y pico días ya tal. Pues bien, me dispongo a lanzar una soflama histérica contra la idea de consentimiento en las relaciones sexuales. Avisada queda, estimada audiencia.

En los últimos años, y a raíz de casos tan mediáticos como el de los simpáticos muchachuelos de La Manada, se ha debatido unas 67.345 veces sobre qué constituye una agresión sexual, cómo se define una violación y a quién pertenecen el cuerpo y la voluntad de una mujer (spoiler: a ella misma). En muchas de esas conversaciones-- estériles como una protagonista de Lorca--, surge el temita del consentimiento. Ese cuestionarse si la mujer ‘se ha dejado hacer’. Y aquí llega una de las madres del cordero en esta concepción social de qué supone el abuso. Repito, concepción social, no jurídica, que como no soy un señor tertuliano completamente encantado de haberse conocido no voy a meterme en cuestiones de Derecho que no conozco. No estoy hablando del Código Penal, sino del juicio paralelo en bares, sobremesas familiares y oficinas. De esos tipos que te dicen que un ‘no’ es el inicio de una negociación porque se creen que la vida es una asignatura de ADE.  

Y qué queréis que os diga, el consentimiento como concepto para evaluar el deseo en las relaciones íntimas me parece una abominación propia de las instrucciones para ser una buena esposa que impartía Sección Femenina. Durante un encuentro sexual, las mujeres no deberíamos aspirar a consentir, sino al deseo entusiasta y rotundo. A la pasión adulta y consciente, no a la abnegación del pasivo ángel del hogar que quiere cumplir con su hombre. Consentir es una resignación forzosa ante los avatares del destino. Aceptar porque las alternativas pueden resultar mucho más dolorosas; porque al principio sí que estabas interesada y ahora es demasiado tarde para echarte atrás, zorra, guarra, calientabraguetas.

Foto: EDUARDO MANZANA

El consentimiento no habla de placer consciente, sino de tolerar lo que nos toca, porque, como féminas, es lo que hay. Consentir porque no queda otra. El antiguo débito matrimonial adaptado a las relaciones contemporáneas. Un trámite burocrático, como pagar una multa o presenta la declaración de la renta. El consentimiento no exige que muestres placer fervoroso, basta con que no opongas demasiada resistencia. Si no peleas hasta morir desangrada, si no dejas que te peguen una paliza, si no hay alguien poniéndote un cuchillo en la yugular, existe un pequeño resquicio para suponer que, quizás, sí que estabas de acuerdo con todo lo que sucedía. Es esa zona gris que combina a las mil maravillas con el mítico “las mujeres no saben lo que quieren, son muy volátiles y cambian de opinión todo el rato, así que voy a agobiarla un poco hasta que ceda”. También acompañante ideal del infecto “dices que no, pero en el fondo quieres”. Sí, en el fondo de un foso infestado de cocodrilos, concretamente. 

El consentimiento no habla de libertad y autonomía, sino de evitar que tu novio se enfade porque no quieres follar sin condón (clásico entre los clásicos). En ocasiones actúa como salida desesperada para que el tipo no te presione más (¿Coacción, aguien ha dicho coacción?). Para que no te acuse de ser una estrecha o una sosa. A ver si no de dónde vienen todas esas bromitas seculares de “la parienta dice todas las noches que le duele la cabeza”. Menudo meloncillo por abrir ese del consentimiento dentro de la pareja, queridas. Breaking news: una agresión sexual es una agresión sexual aunque el que te fuerce sea tu novio desde hace seis años y vengáis de cenar en La Tagliatella. ¿Piensas que tú y yodos tus colegas sois unos tipos maravillosos y que todo esto que estoy comentando únicamente ocurre en ambientes sórdidos? ¿Que la culpa es de las tías por relacionarse con cretinos? Pues haz el favor de tener una conversación al respecto con tus amigas. Y cuando digo ‘tener una conversación’ me refiero a que escuches durante al menos 15 minutos lo que digan. ¡Ah! Por cierto, y esto aplica a todas las clases e ideologías: de fontaneros a gestores culturales, de ejecutivos a centros sociales autogestionados. No hay nada más parecido a un machista de derechas que un machista de izquierdas.

Foto: EVA MÁÑEZ

Y para que luego no digáis que las feministas lo único que hacemos es quejarnos, voy a proponer una alternativa a ese asedio a la ciudadela en el que se basa para muchos el cortejo. Allá va: ante la duda, deja a la chica en paz. O lo desea o no lo desea. Punto. Y si crees que hay algún problema en preguntarle a un ligue por sus apetencias, os facilito una información de servicio público: amigos, tenéis un problemita. Porque os prometo que las mujeres adultas disponemos de las herramientas discursivas suficientes para dejar claro que queremos algo. La seducción no puede convertirse en un combate por agotamiento, en una persecución con el objetivo de lograr un tibio permiso. Si notas que se siente incómoda, si tienes que insistirle hasta la saciedad, si ella no lo tiene claro. Si lleva tres cubatas de más y está sola, desorientada y al borde del desmayo... En serio, tío, deja a la chica en paz. Sé que puede resultar duro, pero renuncia a marcar otra muesca en tu cinturón de conquistas y no sigas agobiando a esa chavala borracha que ya te ha dicho catorce veces que no. En 2020 ese “no es no” se nos queda cortísimo, aquí vamos con todo a por el “solamente sí es sí”.

PD. Si eres un poquitillo machistilla, has llegado hasta aquí y tienes muchas ganas de tuitear este artículo insultándome, adelante, que las visitas y el engagement me van muy bien para seguir teniendo trabajo. Y el viaje que quiero hacer a Japón no va a pagarse solo.

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