VALÈNCIA. Imaginen museos sin sus cuadros o los mismos clásicos sin sus personajes. Es lo que el pintor y fotógrafo José Manuel Ballester (Madrid, 1960) hace en una de sus series, 'Espacios ocultos'. El autor ha eliminado las figuras de las obras maestras de la pintura italiana del Recanimiento para dotar de mayor protagonismo a la escenografía. Para ello Ballester se sirve de las herramientas de la fotografía digital, y de programas como Photoshop, que consiguen aportarles nuevos atributos e interpretaciones. Así podemos ver totalmente vacías a pinturas como La Anunciación de Fra Angélico o la Historia de Nastagio degli Onesti de Boticelli.
No obstante, el trabajo del artista -que se expone hasta el 23 de septiembre en la Fundación Bancaja a través de la muestra 'Bosques de Luz'- también pone el foco en grandes paisajes, naves industriales y museos por construir, fotografiando todo el proceso de reforma del Rijksmuseum de Amsterdam. Su cometido; señalar espacios desde los que contemplar el pasado y el futuro, conjugando su actividad como fotógrafo con su dominio de la pintura.
'Bosques de Luz' es el resultado de diez años de trabajo. Una labor que según el mismo autor no podría haber quedado igual de no contar con el asesoramiento de las comisarias María de Corral y Lorena Martínez de Corral. Ambas ayudaron a Ballester a ordenar su imaginario para trazar un recorrido perfecto con el que contemplar toda su obra sin detenerse en cada creación. En efecto, en València hay expuestas 21 piezas, es decir aproximadamente la mitad de la muestra final. Entre las grandes ausencias se encuentra la versión del madrileño sobre La Última Cena, de Leonardo. Una interpretación que por su inmensidad ha sido "imposible" trasladar a la Fundación Bancaja pero que, tal como defiende el artista, no supone una "mutilación" del contenido.
Las obras se caracterizan pues por la ausencia de la figura humana que Ballester atribuye a la "predilección por escoger aquellos momentos en que la presencia directa se desvanece o desaparece por un momento". Pero también le resultan interesantes esos "lugares que dejaron de ser activos para convertirse en espacios abandonados o en ruinas", o aquellos que por sus características están ocultos y se quedan "al otro lado de la sociedad, bien por su marginalidad o por sus características especiales". El fotógrafo encuentra como explicación a todo esto el hecho de vivir en un mundo donde el individuo parece no tener presencia. "Hoy en día está en juego la parte individual, está por definir. La reaparición de la presencia humana aparece en la relación con la naturaleza, pero desaparece en los espacios urbanos".
Igualmente, su intervención no se centra únicamente en la ausencia de figuras. También se atreve a añadir colores que no habían. "A veces altero la realidad para aportar algo que podría haber estado", indica Ballester. Pero fundamentalmente su trabajo gira entorno a tres ejes: el tiempo, la luz y el espacio. "El espacio toma forma por la luz, que es quien lo dibuja. Es una interpretación que la naturaleza nos da", añade. Así mismo, cada una de sus propuestas no se pueden separar de las posibilidades que brinda la fotografía digital como aliada en la creación de lo que él denomina un nuevo pictorialismo. "Me he servido de disciplinas en principio muy diversas entre sí, que pasan del pincel al ordenador…Pero siempre he considerado la arquitectura de Photoshop, su diseño, como un amplio tratado de pintura que recuerda los
grandes tratados escritos a lo largo de la historia. Esta gran afinidad es la que ha creado un movimiento muy fuerte que me gusta nombrar como período neopictorialista”.
Para José Manuel Ballester el hecho de reversionar a clásicos como Fra Angélico ha supuesto abrir una "puerta de reconcilación" con los grandes clásicos. El artista no se atrevía a abandonar su postura contemporánea pero a la vez tenía claro que no podía "dar la espalda" a los antiguos maestros del arte. Una vez abierta, el fotógrafo les ha dotado de nuevos atributos y ha seguido su predilección por eliminar los espacios narrativos, convirtiendo en protagonista de la acción al fondo. "Estos artistas no pudieron pintar las obras como lo he hecho yo ahora, por la condición de su contexto. Del mismo modo que nosotros tampoco podemos escapar del actual. Por eso me interesaba conjugar ambos", añade el autor de 'Bosques de luz'.
Su experimentación con la fotografía ha servido además para reconocer lo importante que es nuestra memoria visual "cuando desaparece la historia que contamos". Ante esta ausencia de elementos, las personas proyectamos recuerdos para volver a reconstruir la imagen. "Es tan importante la información que el espectador proyecta como la obra de arte, porque este decide al final qué quiere ver", señala el autor. Es evidente entonces que la reacción de un individuo que no conoce la obra será totalmente alejada. "Pueden haber interpretaciones de que mi trabajo es una profanación por intervenir en obras universales. Pero esta necesidad de vaciar obras me llegó después del vacío que me ocasionó la muerte de una amiga", aclara el creador madrileño.
El artista encuentra el motivo de su obra en los espacios de fricción entre la arquitectura y la ciudad, desde China hasta Brasil...o entre la pintura y la fotografía y entre lo artificial y lo natural. La mayoría de ellos, lugares que ya no se pueden ver de la forma en la que los retrató. Y entre todo este imaginario, si José Manuel Ballester tuviera que decidir uno de los pintores más complicados de revisitar, sería Goya. "El 3 de mayo fue muy difícil porque tenía que reproducir la textura de su cuadro. Los autores que tienen factura en la pintura son siempre los más desafiantes", reflexiona.
La Fundación Bancaja acoge, hasta el 13 de noviembre, La edad dichosa. La infancia en la pintura de Sorolla. Un análisis de la niñez a través del pincel del artista valenciano